Portada » Historia » Política Exterior de Carlos V y Felipe II
El cosmopolita Carlos, hijo de Juana “la Loca” y Felipe “el Hermoso”, reinó en España (en nombre de su madre) y en el Sacro Imperio Romano Germánico. De sus abuelos recibe una herencia fabulosa. De ISABEL, Castilla (y Navarra), América (aporta riquezas gastadas en guerras). De FERNANDO, Corona de Aragón, con Cerdeña, Sicilia y Nápoles. De MAXIMILIANO DE HABSBURGO, derechos al Imperio Alemán.
Carlomagno ideó la alianza entre el papa, poder religioso, y el terrenal del emperador, defensor de la cristiandad, árbitro hegemónico con un idealismo caballeresco. El Imperio era una monarquía supranacional (países independientes entre sí con su propio gobierno y leyes). El título imperial confería más prestigio que poder efectivo. Para algunos fue una visión precursora de la unidad europea.
La idea imperial, que tomó muy a pecho, le forzó a guerrear sin parar, aunque buscó siempre la paz. Los españoles, primero reticentes, se entusiasman en la tarea imperial (sobre todo una Castilla en plenitud se “imperializa”). Los tercios españoles cobran fama de invencibles.
Francisco I se veía cercado por las posesiones de Carlos y se opone a su hegemonía. Carlos, tras vencerle en Pavía, gana el Milanesado (vital para conectar sus dominios). Tras sucesivas victorias, no derrotó definitivamente a Francia, que incumple los tratados de paz, y se alía con turcos, protestantes.
Muchos príncipes alemanes apoyan la Reforma de Lutero: ansían los bienes de la Iglesia y más independencia frente a Carlos. Éste, conciliador para evitar un cisma, reúne varias dietas; insta al papa a convocar un concilio y regenerar la Iglesia. Los protestantes no acuden al Concilio de Trento. Carlos derrota a los protestantes en Mühlberg 1547, aunque de nada sirvió. Por la paz de Augsburgo 1555 cada príncipe alemán puede imponer a sus súbditos su religión.
Carlos llega en 1517 desde Flandes con 17 años y decepciona a todos: no habla español y confía los altos cargos de Castilla a sus consejeros flamencos, que se dan a una rapiña escandalosa. Para ser elegido emperador de Alemania, pide un enorme servicio a las cortes y se marcha sin atender sus peticiones. España se ve gobernada por extranjeros. En 1520 estalla la Revuelta de las Comunidades de Castilla: burgueses y baja nobleza forman una junta de ciudades contra los flamencos y la política imperial, que traería guerras ajenas y ruinosas. Fue una “revolución” contra la monarquía autoritaria y antiseñorial. Defendía los intereses de Castilla con unas cortes fuertes y fueros municipales. La derrota comunera en Villalar (1521) aseguró la autoridad del rey en Castilla (sus cortes sometidas pagan los gastos del imperio) y la victoria de la alta nobleza frente al interés industrial y mercantil del burgués. Carlos rectificó: echó a los flamencos de los altos cargos; su boda con Isabel de Portugal, nieta de los Reyes Católicos, agradó a los españoles y le hispanizó. Revuelta de las Germanías (Valencia y Mallorca) “Hermandades” de la pequeña burguesía y los gremios luchan contra la nobleza por controlar los concejos. Ambas revueltas son aplastadas al unirse el rey y la alta nobleza. La oligarquía reforzó el control de los concejos.
Desmoralizado por no haber salvado la unidad de la cristiandad, abdicó. Dejó a su hermano Fernando, Austria y el Imp. Alemán, que tanto le hizo sufrir por el cisma luterano; todo lo demás, a Felipe II. Murió retirado en Yuste (Cáceres) en 1558.
Hijo de Carlos I e Isabel de Portugal, fue totalmente español y castellano. Sus posesiones eran inmensas: a la herencia paterna añade Filipinas, una América en expansión y, en 1580, incorpora Portugal y su imperio colonial (Brasil, bases costeras en África y S. de Asia). Fue un burócrata, preparado y trabajador; supervisó personalmente los asuntos de un estado moderno llevado a su perfección, con una justicia respetada. La Monarquía Católica hizo de Madrid su capital. Fue el“campeón” de la Contrarreforma: defendió la fe católica en múltiples frentes con un enorme esfuerzo. Pese a sanear sus finanzas y el río de plata de Indias, no evitó la bancarrota.
Con Francia Felipe II vence en S. Quintín 1557; forzó la paz de Cateau-Cambresis con la católica Francia para frenar al protestantismo. Se selló casando con Isabel de Valois. Tras larga paz, llega al trono francés el calvinista Enrique IV de Borbón. Felipe se opone: quiere que reine en Francia su hija, Isabel Clara Eugenia. Enrique IV se “convierte” al catolicismo y España lo reconoce.
Con los turcos 1571 La victoria en Lepanto de la Santa Liga -España, Papado y Venecia-, al mando de D. Juan de Austria, frenó el avance turco por el Mediterráneo. Una tregua tácita* “congeló” el conflicto. No acabó con la piratería berberisca.
Rebelión de los Países Bajos Para España fue un cáncer por su coste increíble. Causas: difusión del calvinismo y descontento por la intromisión española en su autogobierno. El Duque de Alba quiso sofocarla con gran dureza. Las Provincias Unidas del N. calvinistas (Holanda) se independizan en la práctica, con apoyo inglés, francés y de protestantes alemanes. Felipe envía gobernadores que alternan guerra y negociación El bloqueo naval holandés nos perjudicó seriamente. Los tercios españoles faltos de paga saquean Amberes en 1576. Felipe mantuvo el Flandes católico del S. Para poner fin a esta pesadilla, cede la soberanía* de los Países Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia y su esposo el Archiduque Alberto (al no tener hijos, volverán a soberanía española).
Integración de Portugal1580 Fruto tardío de la política matrimonial de los RR.Católicos. Extinta la dinastía portuguesa, Felipe tenía el mejor derecho al trono. Ante la pretensión del Prior de Crato de proclamarse rey, un ejército español llega a Lisboa y Felipe es coronado, sin apenas resistencia. Respetó el autogobierno de Portugal, que gestionó los asuntos políticos y económicos propios. Se sugirió llevar la capital de España a Lisboa, pero Felipe se negó.
Con Inglaterra. Isabel I apoya a los rebeldes de Holanda, a los corsarios que nos atacan y persigue a los católicos. Agotados los intentos conciliadores y la paciencia, Felipe decide invadir Inglaterra. La Felicísima Armada de Inglaterra desembarcaría tras recoger las tropas de Flandes: todo el plan fracaso en 1588. En 1589 la Contraarmada inglesa sufre un desastre aún mayor. España mejoró la escolta de la flota de Indias.
Represión de la disidencia religiosa La intolerancia dominaba entre católicos y protestantes. Felipe, inflexible contra la herejía, barre el erasmismo de su padre como una debilidad. Antes que un brote protestante encienda una guerra de religión, arranca sin piedad el mal de raíz. La obsesión de pureza religiosa lleva a muchas instituciones a poner estatutos de limpieza de sangre
Extremó el celo de la inquisición Aniquila los focos protestantes de Valladolid y Sevilla. Vigila la salida de estudiantes y los libros extranjeros; hay un Índice de libros prohibidos. Sospecha de la renovación en la vida religiosa (de místicos como Sta. Teresa, alumbrados…). Carranza, arzobispo de Toledo, está 17 años preso.
Rebelión morisca en la Alpujarra (1568-70) Los moriscos, considerados un potencial peligro por la amenaza turca, eran católicos solo de nombre. La chispa fue aplicar un decreto olvidado de Carlos I para que abandonaran sus señas de identidad. Tras una dura guerra, el Rey los derrotó y no los expulsó, les da una oportunidad: dispersó por Castilla a 100.000 moriscos. Granada se repobló con 50.000 gallegos, leoneses y asturianos
Antonio Pérez y el conflicto en Aragón: evidenció la tensión entre la monarquía autoritaria y los fueros de Aragón que recortaban el poder del rey. Antonio Pérez, secretario del Rey, era un intrigante que vendía secretos de estado. El Rey se sintió engañado y apresó a Pérez, que logró escapar a Aragón. Se acoge a sus fueros para evitar la justicia del Rey y pide ser juzgado por el Justicia Mayor, Juan de Lanuza. Felipe II manda a la inquisición para detenerlo. Pérez soliviantó a los aragoneses porque se violaban sus fueros. Felipe envía tropas y ejecuta a Lanuza por negarse a entregarlo. Aragón estuvo al borde de una rebelión, pero el rey respetó los fueros. Pérez huyó a Francia y alimentó el bulo de la leyenda negra.