Portada » Filosofía » Kant y Descartes: Ética y Conocimiento
Kant distingue entre razón teórica y razón práctica. La razón tiene dos usos o funciones. La razón teórica se ocupa del conocimiento teórico, especulativo, que Kant analiza en su obra Crítica de la razón pura. La razón práctica se ocupa de saber cómo debe ser la conducta humana. La Crítica de la razón práctica, es la obra fundamental sobre ética de Kant. Según Kant, la ética debe buscar los principios universales y racionales, por lo tanto, no empíricos sino a priori de la moral, de la acción libre. La bondad o maldad de una acción reside exclusivamente en la intención que la guía, en la buena voluntad del sujeto, y una acción está regida por la buena voluntad cuando es ejecutada exclusivamente por respeto al deber, sin tener en cuenta otros condicionantes o intereses. El deber “es la necesidad de una acción por respeto a la ley”, es decir, el sometimiento a una ley moral, no por la utilidad o la satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por respeto a la misma. Así, según Kant, un hombre actúa moralmente, (correctamente) cuando actúa por deber. El deber moral se expresa mediante imperativos o mandatos. Rechazando los imperativos hipotéticos por ser a posteriori (su contenido está extraído de la experiencia) y condicionados, Kant afirma que el imperativo moral debe ser categórico y universal, necesario y absoluto. Kant ha ofrecido diversas formulaciones del imperativo categórico, una de ellas es: “Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal” esta formulación establece la forma que han de tener las normas que determinan la conducta de cada uno (denominadas máximas por Kant): cualquier máxima ha de ser tal que el sujeto pueda querer que se convierta en norma para todos los hombres, en ley universal. Esta formulación también muestra la exigencia de universalidad propia de una moral racional.
También, Kant ofrece esta otra formulación del imperativo categórico:” Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medi», «esta formulación destaca la obligación de respetar a los seres humanos, porque, en tanto que seres racionales, tienen un valor absoluto: son fines en sí mismos, no han de ser utilizados nunca como simples medios o instrumentos para otra cosa.
En último término, Kant señala a la libertad y la racionalidad como claves de la dignidad humana: los seres racionales, capaces de darse a sí mismos una ley moral, son libres y por ello ostentan una dignidad específica, que demanda respeto.
Descartes se forma en la filosofía escolástica y advierte que esta filosofía no responde a los problemas y preocupaciones de su época. En cambio, descubre en las matemáticas una ciencia rigurosa y segura que sirve para desarrollar la ciencia. En las matemáticas, la razón encuentra los conocimientos por sí misma, sin recurso a la experiencia. Por ello, Descartes se aparta de la experiencia y busca en la razón el fundamento de su método y la justificación de todo el conocimiento. Inspirándose en el proceder de la razón en las matemáticas, desarrolla un método que define como conjunto de reglas ciertas y fáciles que hacen imposible para quien las observe tomar lo falso por lo verdadero y que conducen gradualmente al conocimiento de todo lo que se es capaz de conocer. Este método consta de cuatro reglas: Regla de la evidencia: consiste en aceptar como verdadero sólo aquello que cumpla las condiciones de la evidencia que son claridad y distinción; regla del análisis: consiste en dividir cada dificultad hasta llegar a elementos simples, cuya verdad se pueda captar con una intuición; regla de la síntesis: consiste en pasar de lo simple a lo complejo a través de la deducción; y regla de la enumeración que consiste en revisar todos los pasos y operaciones realizados para tener seguridad de no haber omitido nada ni haber cometido errores en la deducción. Descartes convierte la duda en la base del método, la utiliza para encontrar la certeza. Esta duda es metódica, es una exigencia de la primera regla: tomar como verdadero solo lo que tenga evidencia, lo que no se pueda poner en duda. Así, va a poner en duda todos los conocimientos, estableciendo un primer nivel de duda que es el testimonio de los sentidos, que se confirma por nuestra imposibilidad de distinguir el sueño de la vigilia y plantea también otro nivel de duda que es la hipótesis del genio maligno o un Dios engañador, este artificio de Descartes, la duda hiperbólica, con la que cuestiona la propia constitución de la mente. Descartes encuentra una verdad de la que es imposible dudar, de una certeza: la de su propia existencia como sujeto que piensa, que duda.
Esta primera certeza la expresa diciendo: “cogito ergo sum” (“pienso, luego existo”) La actividad de pensar implica la existencia de un sujeto. Esta primera verdad evidente es el primer principio de la filosofía de Descartes. En esta intuición (no es un razonamiento) el sujeto se percibe clara y distintamente como existencia pensante. Descartes ha hallado la existencia del yo y la naturaleza de ese yo como cosa o sustancia pensante. Con ello tenemos la primera certeza, modelo de toda otra certeza, que Descartes establece como criterio de certeza: todo cuanto perciba con igual claridad y distinción será verdadero y se podrá afirmar con total certeza. Pero, estamos seguros únicamente de nuestra existencia como seres pensantes. Para poder afirmar otra realidad tenemos que basarnos en las ideas del sujeto. Entre las ideas innatas, encuentra Descartes la idea de infinito, de Dios. En la idea misma de Dios encuentra Descartes la garantía de su existencia como realidad superior y distinta del hombre. Y como Dios es el ser infinito, perfecto y veraz, no puede consentir que el hombre se equivoque de forma irremediable cuando cree en la existencia del mundo. El mundo tiene, por tanto, que existir. Así, establece tres ámbitos de realidad: la sustancia pensante, res cogitans: el yo; la sustancia infinita, res infinita: Dios; y la sustancia extensa, res extensa: los cuerpos. La nota más destacada de la noción cartesiana de sustancia es su autonomía o independencia. Descartes a partir de las cualidades objetivas de los cuerpos desarrolla su física, que constituye una explicación mecanicista de la naturaleza. La estructura y el funcionamiento de los cuerpos pueden explicarse, mediante materia y movimiento (como en un reloj). Descartes formula las más importantes leyes de la inercia, del movimiento en línea recta y de la conservación del movimiento.
ación del movimiento.