Portada » Filosofía » Dialéctica trascendental: estudio de la razón y sus errores
En esta parte de la «Crítica», Kant estudia la razón. Se propone mostrar cómo la razón realiza argumentos aparentemente correctos, pero ilegítimos. El entendimiento es la facultad que nos permite elaborar juicios, mientras que la razón es la facultad de conocimiento que nos permite hacer deducciones y extraer conclusiones a través de premisas, encontrando juicios cada vez más generales que abarquen y expliquen un mayor número de fenómenos. Mientras esta búsqueda se mantenga dentro de los límites de la experiencia, esta tendencia hacia una mayor generalización es eficaz y amplía nuestro conocimiento. El problema surge cuando esta tendencia hacia lo incondicionado nos lleva inevitablemente a traspasar las barreras de la experiencia. Cuando la razón intenta avanzar más allá, cae inexorablemente en una serie de errores e ilusiones. Esto se debe a que las categorías se aplican a campos que se encuentran más allá de la experiencia, de manera que maneja conceptos vacíos. La razón quiere conocer sin tener datos sobre lo que quiere conocer. Dios, alma y mundo son las 3 ideas de la razón. Se trata de ideas que no tienen una referencia objetiva, pero sí poseen un uso regulativo, ya que dirigen el uso de la razón hacia la aspiración de explicar de manera cada vez más profunda la realidad.
Nuestro conocimiento no puede ir más allá de la experiencia. Cuando la razón intenta avanzar más allá, incurre necesariamente en el error. Por lo tanto, la metafísica jamás podrá convertirse en ciencia, pues pretende algo imposible: desvelar la realidad a través de puros conceptos, sin recurrir a la experiencia. Por lo tanto, la metafísica no es posible como ciencia porque sus objetos de estudio carecen del elemento empírico. Pertenecen al noúmeno. Pueden pensarse, pero no conocerse, no se pueden establecer juicios sintéticos a priori, porque los juicios sintéticos se basan en una experiencia de la que carecemos.
Lo único intrínsecamente bueno es la buena voluntad. Ni los dones de la naturaleza, ni los de la fortuna, ni ciertas cualidades de la persona como la moderación lo son, porque aunque puedan aportar felicidad, también pueden derivar hacia el mal. Lo excelente es la voluntad, que es independiente del resultado de las acciones que emprenda. No es buena para alcanzar algún fin, sino que es buena solo por querer hacer el bien, es buena en sí misma. Por ejemplo, una persona que salva a otra persona de un peligro casi por casualidad. Esta acción es indiferente desde el punto de vista moral. Pero si hubiera habido voluntad de salvarla y se hubiera hecho todo lo posible aunque no se consiguiera, sería una acción de buena voluntad, por la intención que preside el acto. Esto es lo que da pie a Kant para distinguir entre éticas materiales y formales y para establecer su concepto de deber. La buena voluntad no puede ser mala bajo ninguna circunstancia. Esa voluntad no es buena porque realice algún fin que nos hayamos propuesto, es buena solo por el querer, es buena en sí misma. El ser humano actúa moralmente cuando actúa por deber, cuando el móvil que le lleva a realizar determinada acción es el deber. Kant define el deber como «la necesidad de una acción por respeto a la ley», es decir, por ninguna motivación o interés distinto al respeto mismo. Existen 3 tipos de acciones: acciones contrarias al deber (por ejemplo, asesinar), acciones conformes al deber (acciones con efectos positivos pero cuya motivación no es el respeto mismo al deber) y acciones por deber (solo acciones cuya única motivación es el respeto al deber). Según Kant, solo las acciones realizadas por puro respeto al deber serían propiamente acciones morales. Para explicar esto, propone el ejemplo de un comerciante que no cobra precios abusivos por sus productos. Lo que determina si la acción es moral es el móvil que la inspira. Si lo hace para garantizar la clientela y así ganar más dinero, se trata de una acción conforme al deber, pero sin calidad moral alguna. La acción de no cobrar precios abusivos se convierte en un medio para conseguir un fin: el propio interés del comerciante. En cambio, si actúa únicamente por deber, no cobrando precios abusivos porque eso es lo justo, entonces la acción es un fin en sí misma y no meramente un medio, y en consecuencia se trata de una acción moral.
Frente a las éticas materiales, Kant propone una ética formal vacía de contenido. Esto significa que no establece un bien supremo que deba ser perseguido y no establece reglas concretas para alcanzar tal bien supremo. La ética formal de Kant se ocupa únicamente de cómo debemos actuar, de la estructura que deben tener nuestras acciones morales, con independencia del contenido que estas posean, es decir, independientemente de en qué consistan concretamente nuestras acciones. Según Kant, únicamente de esta forma puede fundarse una ética a priori cuyos preceptos valgan categóricamente y que garantice la autonomía del individuo.