Portada » Español » La novela después de la Guerra Civil
Tras la llegada de la democracia mejoran las condiciones para el desarrollo del teatro, sin censura y subvencionado. Así, se puede señalar la “comedia urbana” de Alonso de Santos (Bajarse al moro), la línea “realista tradicional” de Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!) o el propio Fernán-Gómez, con la obra que comentamos; la línea “vanguardista” de Francisco Nieva (Caperucita y el otro… Las bicicletas son para el verano obtuvo en 1978 el premio Lope de Vega, que supónía el estreno en el Teatro Español con ungran éxito. Antes de esta, su obra maestra, Fernán-Gómez había escrito un “drama histórico”, La coartada (de1975, estrenada en 1985), así como la novela
El viaje a ninguna parte, y la comedia Los domingos bacanal (estrenada en 1980). Quizá lo más destacado de su producción posterior a Las bicicletas sea su novela La Puerta del Sol y, la adaptación teatral del Lazarillo de Tormes que hizo para el actor Rafael Álvarez “el Brujo”. Durante la dictadura de Franco, la Guerra Civil solo podía tratarse desde una perspectiva justificadora de la sublevación militar fascista, aunque de manera indirecta pudieron abordar el tema algunos de los vencidos, como Buero Vallejo con El tragaluz. Sólo los dramaturgos del exilio pudieron abordarlo con libertad, por ejemplo Alberti en Noche de guerra en el Museo del Prado (1956, estrenada en España en 1978). Ya durante la Transición la desaparición de la censura posibilitó el tratamiento libre y directo del tema, como en esta obra o en ¡Ay, Carmela!, de Sanchís Sinisterra.
El texto tiene elementos autobiográficos (la adolescencia y juventud del autor, que en el verano de 1936 tiene 15 años, que se distribuyen entre varios personajes (don Luis, Luisito, Anselmo y Julio). A través de esta obra el autor se cuenta a sí mismo y a su tiempo. Uno de los principales atractivos de la obra es que se trata de una tragedia sin culpables entre sus personajes. Es elogiable el tratamiento exento de maniqueísmos, al igualar en una misma visión humanitaria a los personajes que representan a los dos bandos enfrentados, lo cual no quiere decir falta de compromiso ideológico, ya que se toma un claro partido por los vencidos. Pero en la obra no hay “malos”, el mal está fuera de escena, todos son víctimas de la barbarie –que ha robado a muchos los mejores años de su vida- y la actitud de cada cual viene determinada por la capacidad humana para sobrevivir en cualquier circunstancia (un tema recurrente en el autor). Fernán Gómez consigue atrapar al lector o espectador combinando la emoción, el humor, la ternura y una profunda visión humanitaria que hace desplazar su interés hacia la “intrahistoria” (el microcosmos de los personajes de ficción) en vez de a la Historia (la realidad de la guerra). La obra se cierra con estas desalentadoras palabras de don Luis: “Sabe Dios cuándo habrá otro verano”. Una explicación del éxito de público se ha visto en la posibilidad de que, en el momento de su estreno, se pudiera interpretar que la llegada de la democracia significaba precisamente ese nuevo y anhelado verano.
La censura, la ruptura con los dramaturgos de la etapa anterior, el aislamiento del mundo y los problemas propios del teatro comercial dificultan el desarrollo del teatro español de posguerra. De este modo la renovación teatral española es posterior a la de la poesía o la novela y se producirá a partir de 1949, fecha del estreno de Historia de una escalera de Buero Vallejo. Al igual que en el teatro anterior, se produce un “teatro visible” frente a un “teatro soterrado”.
Como consecuencia de la Guerra Civil y del desarrollo del cine se produce en esta década una fuerte crisis del teatro. Jardiel Poncela (1901-1952) pretende “renovar la risa” con un humor disparatado y poético precedente del teatro del absurdo. Se estrelló contra los gustos del público, y su obra más conocida es Eloísa está debajo de un almendro (1940). Miguel Mihura (1905-1977) es un dramaturgo de gran éxito en la España de Franco ya que adapta su Vanguardismo inicial a los gustos de la época. Realiza una obra con un sentido del humor absurdo que estudia las relaciones hombre-mujer profundizando en lapsicología del personaje y planteando el conflicto entre el ser y el parecer.
Es un teatro conformista que defiende los valores tradicionales en comedias de salón y dramas de tesis. En los dramas ideológicos como La muralla (1954) de Joaquín Calvo Sotelo se exaltan los principios y las instituciones del Franquismo, la diferencia de clases sociales,
el Catolicismo, y se desprecia a los vencidosEl teatro existencial o de testimonio trágico Es un teatro grave, preocupado e inconformista, “distinto”, de tipo existencial que plantea el problema de la condición humana. Antonio Buero Vallejo (1916-2000) es un dramaturgo inconformista que atrae al público, un autor trágico que invita al compromiso y a la lucha. Sus temas son el anhelo de realización humana y sus limitaciones, desde un enfoque ético y moralista. Para Buero, la tarea del dramaturgo es la búsqueda de la verdad y la denuncia de los males de la sociedad. Sus obras tienen un plano existencial, social y político.
Junto con Buero Vallejo es Alfonso Sastre (1926-2021) el dramaturgo pionero del teatro de testimonio social, como autor y como teorizador. Sus temas sociales, revolucionarios y de denuncia de la dictadura le ocasionan muchas dificultades con la censura y sus obras se representan ante un público minoritario fuera de los circuitos comerciales. Es un teatro realista de protesta y denuncia que aparece de la mano de una nueva generación. La estética y la técnica son realistas, con un lenguaje coloquial, vivo y una estructura sencilla. Otras tendencias desarrolladas en esta etapa continúan con el teatro burgués y convencional, comedias de evasión de gran éxito comercial, como las de Alfonso Paso (Usted puede ser un asesino).
3.-El teatro de los años 70 mediados de los 60 se produce un cansancio del Realismo social y el intento de crear un nuevo teatro experimental con carga crítica. Teatro subterráneo contenido muy crítico que choca con la censura de la época, un enfoque simbólico y alegórico, gran audacia formal, una carga de protesta y denuncia, una tendencia a la farsa y el esperpento y recursos extraverbales.
Francisco Nieva (1929-2016), Pelo de tormenta (1971) cuestiona las instituciones tradicionales españolas y el autoritarismo Fernando Arrabal (1932) de los autores más polémicos del teatro español y europeo del Siglo XX. Antonio Gala (1936) Su teatro se caracteriza por el empleo de un lenguaje poéticosimbólico que tiende al barroquismo y a la reflexión sobre los temas humanos intemporales (Anillos para una dama, 1973).
La renovación del teatro en los 70 también la hacen los grupos de teatro independiente, que crean textos propios, hacen montajes colectivos y actúan fuera de los circuitos comerciales.
la vuelta al teatro realista que utiliza como temas la sociedad contemporánea la evocación nostálgica de la Guerra Civil desde el punto de vista de los perdedores y los conflictos psicológicos, tiene como finalidad recuperar la conexión con el público, ante la crisis que se produce por la falta de público. obras reflexión Guerra Civil : Fernando Fernán Gómez, Las bicicletas son para el verano (1977).
LA POESÍA ESPAÑOLA DESDE 1939 A LA ACTUALIDAD literatura posterior a la gcivil están condicionadas por la desaparición de los escritores de la Edad de Plata. Estos poetas de la siguieron desarrollando su obra en sus países de adopción con estilos y temas muy variados. Publican obras fundamentales en 1944 (Aleixandre, Sombra del paraíso, y Dámaso Alonso, Hijos de la ira). La censura, la represión, el aislamiento, las dificultades económicas condicionan la vida cultural y literaria durante el Franquismo. Con la llegada de la Democracia y la Constitución de 1978, cambiará completamente la vida de los españoles y ello se reflejará en las múltiples tendencias de la poesía española.
Arraigada y desarraigada Entre los poetas que no marcharon al exilio, bajo el epígrafe de poesía arraigada están los situados en torno a la revista Garcilaso. En torno a la revista Escorial surge la Generación del 36: Luis Rosales (La casa encendida, 1949), Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Dionisio Ridruejo, que desbordarán esta línea de clasicismo formal hacia una poesía de aliento social y renovación formal.» En este sentido, destaca Hijos de la ira (1944) de Dámaso alonso impulsora de la poesía desarraigada o existencialista. Inclasificables son Carlos Edmundo de Ory que reivindica la imaginación y lo lúdico, en el vanguardista «Postismo», y Pablo García Baena y el Grupo Cántico, con una poesía de carácter culturalista y barroca.
La poesía social de mediados de los 50 busca superar la angustia existencial para situar los problemas en un marco social. La poesía es un instrumento de transformación social ; el poeta antepone el contenido sobre la forma adoptando un estilo sencillo y prosaico, influido por A. Machado, M. Hernández y P. Neruda. Gabriel Celaya es el máximo representante con Cantos íberos (1955); con él, Blas de Otero, que se inicia en la religiosidad poética con Cántico espiritual (1942)y se incorporará a la protesta social en Pido la paz y la palabra (1955) y Ancia (1958); José Hierro (1922-2002) evoluciónó desde el existencialismo, a una poesía social y, finalmente, iniciar una creación poética de tono intimista con Cuanto sé de mí (1959), Libro de las alucinaciones (1964). La poesía experimental de los años 60 y 70
La generación del medio siglo formada por un grupo de nuevos poetas que superan la estética social-realista, entre ellos, Ángel González, Claudio Rodríguez (Don de la ebriedad, 1953), Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente y José Agustín Goytisolo, y que comparten rasgos comunes en la «Poesía de la experiencia»: la preocupación por el hombre; el inconformismo ante el mundo; el retorno a la intimidad y e lenguaje depurado de apariencia conversacional y antirretórica.
En 1970, José Ma Castellet publica una antología de poesía titulada Nueve novísimos poetas españoles.
Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Ana Ma Moix y Leopoldo María Panero, conocidos como los novísimos comparten una nueva «educación sentimental», en la que aparecen los tebeos, el cine, la música y la televisión junto a los libros… Objetivo es la renovación del lenguaje poético, es decir, se un nuevo Vanguardismo, con aspectos surrealistas. Algunos elementos comunes a estos poetas son el mar, el mundo clásico, el cosmopolitismo, el exotismo, los viajes fantásticos, el decadentismo y el verso libre. Arde el mar, de Pere Gimferrer (1965), es el punto de partida de esta poesía.
Cercana a la poesía de la experiencia de la generación del 50, . Poesía urbana y contemporánea cuyo lenguaje se caracteriza por el tono conversacional y coloquial, el humor y la parodia y la recuperación de formas métricas tradicionales. Poesía del silencio, abstracta o metafísica, caracterizada por la concisión expresiva y la renuncia a lo anecdótico o a lo sentimental. (Antonio Gamoneda, Libro del frío, 1992).
Se destacan los elementos irracionales del lenguaje (Blanca Andreu, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, 1981). Culturalismo, Luis Alberto de Cuenca nos remite al cine o la novela negra en El otro sueño (1987). Narratividad, Lenguaje directo para una poesía que cuenta una historia. (Almudena Guzmán, Usted , 1986).
Durante el Franquismo La censura condiciona la creación literaria se produce una ruptura en la narrativa posterior al año 40. Los narradores de las décadas anteriores o han muerto, o están en el exilio, o continúan escribiendo con las dificultades propias de esta etapa, ajenos a las tendencias de la narrativa occidental contemporánea. La novela existencial de los años 40 produce una gran desorientación que se traduce en una etapa de búsqueda. Los escritores “triunfalistas” (Rafael García Serrano, La fiel infantería, 1943) realizan una novela bélica tradicional que exalta los valores falangistas. El malestar del momento se refleja en obras sombrías que utilizan un lenguaje coloquial y una estructura narrativa tradicional como Nada (1945) de Carmen Laforet. Camilo José Cela (1916-2002) irá renovando la novela española, generando las diversas tendencias de décadas posteriores. El concepto negativo del mundo, las nuevas técnicas narrativas, el manejo del idioma y el sentido del humor caracterizan su obra. La familia de Pascual Duarte (1942) marcará el arranque de la novela de la posguerra, iniciando el “tremendismo”. La novela del Realismo social de los años 50
Las inquietudes sociales se reflejan en una novela social en un sentido amplio (sociedad como tema) o restringido (denuncia la injusticia social desde una concepción dialéctica marxista). La colmena (1951) de Camilo José Cela y El camino (1950) de Miguel Delibes pertenecen al primer tipo, y las obras de los autores de la
generación del medio siglo (Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite) al segundo.
A principios de los 60 se produce un cansancio del Realismo dominante, que unido a las aportaciones de la novela europea y norteamericana, y al éxito de la novela hispanoamericana del “boom” propician la aparición de una nueva novela. La renovación de las técnicas narrativas condensa las innovaciones que se habían producido a lo largo del Siglo XX: la desaparición del autor; el punto de vista único o múltiple; el perspectivismo; la pérdida de importancia del argumento; el antirrealismo; la secuenciación; el desorden cronológico; el influjo del montaje cinematográfico; el tiempo reducido; la ausencia de desenlace; los distintos puntos de vista (1a, 2a y 3a persona) en la misma novela; la disminución del diálogo; el monólogo caótico; las descripciones minuciosas metafóricas o simbólicas; las disgresiones; los artificios tipográficos; la pérdida de fronteras entre verso y prosa…Todo ello partiendo de un nuevo concepto del lector que tiene que colaborar activamente con el autor, entrando en un juego narrativo complejo. En palabras de Alejo Carpentier, todo lo que hace exclamar a los lectores y a los críticos literarios: “¡Esto no es una novela!”. Coinciden escribiendo estas novelas experimentales autores surgidos en los años 40 como Camilo José Cela y Miguel Delibes, en los años 50 como Juan Goytisolo y nuevos autores como Juan Benet y Juan Marsé. Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos (1962) inicia esta nueva etapa, que reivindica una novela de creación y experimentación que se pone al servicio de una reflexión humanística. Se aúnan así, la experimentación formal y una carga crítica existencial, social e histórica. Es una obra amarga, una visión inmisericorde de un mundo degradado por unas causas determinadas. Lo fundamental de la obra no es el asunto, es la originalidad de enfoque que desecha el Realismo objetivista. También de esta etapa son: Cinco horas con Mario de Miguel Delibes (1966), Últimas tardes con Teresa (1966) y Si te dicen que caí (1973), de Juan Marsé.
Tras la muerte de Franco en 1975, se inicia la Transición hacia una monarquía parlamentaria (Constitución de 1978). España se integra en los organismos internacionales e inicia un período de prosperidad y modernización, a pesar de problemas estructurales como el paro y la dependencia económica de la construcción y el turismo. La desaparición de la censura que anula la función crítica que tuvo la literatura durante el Franquismo y del experimentalismo a favor de la aproximación a los lectores son las claves de la mayor parte de la literatura posterior a 1975: fácil, ligera y escrita en una lengua directa. El comercialismo (la novela es un objeto de consumo más, en estrecha relación con el cine, la televisión y las nuevas tecnologías), la dispersión y el eclecticismo (no hay agrupaciones ni tendencias reconocibles), la vuelta a los elementos de la novela tradicional (argumento comprensible, personaje definido, estructura simple y lineal), el retorno a la subjetividad y a lo íntimo (la soledad, la realización del individuo, las relaciones personales, el amor, el erotismo…), la tendencia a la brevedad, la variedad de subgéneros, la abundancia de nombres nuevos que abastece un mercado amplio e interesado son las carácterísticas fundamentales de esta novela. En 1975, Eduardo Mendoza publica La verdad sobre el caso Savolta, una obra clave que recupera el gusto por narrar una historia, empleando con humor e ironía recursos de la novela policíaca y
de otros subgéneros narrativos. Se inicia así un proceso de acercamiento al lector y un considerable éxito de público en la narrativa de los últimos años. En la novela, ambientada en la Barcelona de los años 1917-20, se entretejen conflictos sociales con una historia amorosa, en una estructura de novela negra o de aventuras. Además, siguen en activo narradores de décadas anteriores como Miguel Delibes (Los santos inocentes), Ana Ma Matute (Olvidado rey Gudú), Carmen Martín Gaite (El cuarto de atrás) o Juan Marsé (El embrujo de Shanghai) que también se alejan del experimentalismo recuperando estrategias narrativas propias del Realismo.
El aumento del número de títulos publicados, la apuesta por nuevos escritores, la proliferación de editoriales independientes, la incorporación de numerosas mujeres al mercado editorial, la colaboración periodismo y novela, la influencia de las nuevas tecnologías y la heterogeneidad de discursos narrativos marcan las diferentes TENDENCIAS a lo largo de estas décadas. Las novelas policiales y de intriga reflejan las transformaciones del país y denuncian la corrupción o la injusticia en una sociedad opulenta y amoral, tomando el testigo de la novela social.
Antonio Muñoz Molina, uno de los más conocidos novelistas actuales, cuyas novelas se caracterizan por la intriga y la hábil construcción del relato (Plenilunio); Manuel Vázquez Montalbán, adaptador a la realidad española del modelo de novela negra americana en los relatos protagonizados por el detective Pepe Carvalho (Los mares del Sur); Lorenzo Silva, con los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro (Donde los escorpiones).
Las novelas históricas se ponen de moda a partir del éxito de ventas de El nombre de la rosa del italiano Umberto Eco y cuentan con autores de varias generaciones. Miguel Delibes con El hereje, sobre el auto de fe de los protestantes vallisoletanos a mediados del XVI; Arturo Pérez Reverté con El capitán Alatriste que inicia una serie de novelas de aventuras ambientadas en la España del XVII; Santiago Posteguillo, que triunfa estos últimos años con sus trilogías ambientadas en Roma, sobre Escipión, “El Africano”, Trajano y Severo.
Las novelas neorrealistas priman la historia sobre el discurso y proponen una reflexión sobre la sociedad española de los siglos XX y XXI. Almudena Grandes, recientemente fallecida, autora de los Episodios de una guerra interminable, en los que tomando como referente los Episodios Nacionales de Galdós, novela el pasado reciente de España desde la Guerra Civil (La madre de Frankenstein); Lucía Etxebarría (Amor, curiosidad, prozac y dudas) y José Ángel Mañas (Historias del Kronen) ofrecen un retrato crudo y nihilista de la denominada Generación X; Ramiro Pinilla analiza la historia y la identidad vasca a través de varias generaciones en una trilogía (Verdes valles, colinas rojas) y Fernando Aramburu con su gran éxito sobre la cuestión vasca (Patria).
Las novelas eróticas son muy populares en la Transición y los 80 debido a la desaparición de la censura, al alejamiento de los valores tradicionales y religiosos propios del Franquismo y a la aparición de editoriales como La sonrisa vertical. Almudena Grandes se da a conocer como una de las grandes novelistas de esta etapa con Las edades de Lulú.
Las novelas intimistas profundizan en los conflictos interiores del individuo, ocultando autobiografías completas o parciales. Javier Marías tiene una gran proyección internacional y una insólita capacidad narrativa, caracterizada por los temas éticos y un estilo complejo (Berta Isla).
Las novelas líricas priman la expresión de sensaciones y sentimientos sobre la propia narración. Julio Llamazares novela sobre la desaparición del entorno rural (La lluvia amarilla).
Las metanovelas son novelas sobre la propia novela que fusionan géneros literarios. Javier Cercas indaga sobre personajes históricos, a la vez que en sus propias circunstancias personales, en unos textos a caballo entre la narrativa de ficción y el periodismo (Anatomía de un instante).
Las novelas del afterpop desdibuja los límites entre la alta y la baja cultura y está vinculado con la mentalidad posmoderna y la cultura afterpop. Agustín Fernández Mallo (Proyecto Nocilla) es el referente de esta tendencia actual.
Las novelas neorruralistas se centran en el mundo rural en una época en la que predomina el espacio urbano en la novela y tiene como referencia a autores como Miguel Delibes. Jesús Carrasco en Intemperie representa esta tendencia.