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Kant dedicó gran parte de su pensamiento a reflexionar sobre los fundamentos de la ley moral, el sentido de la historia y la liberación de la humanidad.
Hobbes, en el Siglo XVII, había mantenido una concepción de la ética que la hacía depender de voluntad de Dios o del soberano. Una serie de autores ilustrados se opondrán a Hobbes y defenderán el carácter social del ser humano y buscarán una base objetiva que fundamente el hecho moral. Para comentar este texto partiremos de dos de estos planteamientos: 1. El emotivismo moral de Hume y 2. La ética forma de Kant.
Hume parte de su teoría sobre el conocimiento humano y reconoce no encontrar un lugar en la razón humana que sea el origen de los juicios morales. Para él la moral humana parte del sentimiento, de ahí la denominación de emotivismo. Todos los hombres experimentan un sentimiento de desagrado ante hechos que provoquen sufrimiento al ser humano y de agrado ante la felicidad humana. Estos sentimientos son desinteresados y de carácter universal, son una base objetiva de nuestra moralidad. La razón tendría su papel en la conducta moral, pero secundario.
Kant no comparte los planteamientos de Hume en la ética, le influyeron más las teorías de Rousseau sobre la dignidad que acompaña a la conciencia moral del ser humano. Intentará encontrar los principios a priori que la hacen posible.
La moral kantiana parte de su crítica a las éticas materiales, las anteriores a su propuesta:
Una ética material es una ética que nos propone un bien supremo y unas normas para alcanzarlo. Esto le hace poseer tres carácterísticas:
-Es empírica, a posteriori, se basan en la experiencia de determinadas personas y por tanto no pueden tener carácter universal.
-Establece normas de conducta hipotéticas, imperativos hipotéticos, que persiguen la consecución de un fin determinado. Su validez no reside en ellas sino en el fin buscado.
-Es heterónoma, llega al sujeto desde fuera y por tanto no lo hace libre.
Frente a las éticas materiales, Kant, nos propone una ética formal, a priori, vacía de contenido, que pueda ser universal y hacer al hombre libre.
Kant distingue tres tipos de acciones:
-Acciones contrarias al deber.
-Acciones conformes al deber.
-Acciones por deber.
Solo estas poseen valor moral. Es una ética deontológica, que funda el principio de la moralidad de nuestras acciones en el concepto del deber.
Una ética formal no establece fines ni normas para conseguirlos, en ella se actúa por puro deber. Este deber se presenta a la razón humana en forma de imperativos, mandatos que tienen carácter universal. Se trata de imperativos categóricos que no persiguen ningún fin y que son a priori.
El imperativo categórico es la ley que la voluntad se da a sí misma y se puede formular de la siguiente manera:
“Obra de tal manera que tus actos puedan ser tomados como normas universales de conducta”.
“Obra de tal manera que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como fin y nunca como medio”.
Se trata de una moral muy exigente. Es difícil tomar una decisión moral sin tener en cuenta sentimientos e inclinaciones. Kant era consciente de ello, sin embargo, sosténía que no por difícil e inalcanzable habría que desestimar esta pretensión. Se trata de una meta, de un horizonte. El deber kantiano necesita la existencia de unos postulados que guían el uso de la razón práctica, aunque no sean demostrados ni demostrables por la razón teórica: la libertad, la inmortalidad y Dios.
Al igual que Platón, autores como Kant, partieron de lo gnoseológico como fundamento de la ética y de ésta última como fundamento de la política, edificando así nuestro pensamiento actual.
Platón hereda directamente de Parménides la distinción entre opinión, la vía del no-ser, y ciencia, la vía del ser. Platón distingue también entre opinión, el conocimiento del mundo sensible, y ciencia, el conocimiento del mundo inteligible.
Esta superioridad del conocimiento inteligible, razón, podemos encontrarla en todos los autores racionalistas, así como en el pensamiento de Kant. El planteamiento dualista de Platón volverá a repetirse en la Modernidad una y otra vez.
Vemos como a lo largo del pensamiento occidental la realidad se ha duplicado y esto no solo se aplicará al campo de la gnoseología, se aplica directamente al terreno de la ética y la política:
En Platón se traslada la supremacía de la razón al concepto de virtud, que tiene tres componentes básicos:
La virtud como sabiduría, alcanza la virtud el alma que obtiene el conocimiento de las Ideas de Bien, Justicia, Valor, Piedad y Belleza.
La virtud como purificación, purificar el alma prescindiendo del cuerpo es necesario para poder emprender el viaje del conocimiento.
La virtud como armónía del alma, que sonará armoniosamente cuando la parte superior, la razón, gobierne sobre la inferior, la apetitiva.
Para Kant, la vida virtuosa consiste en aprender a obrar dignamente, según una voluntad que sea buena en sí misma, que sigue los imperativos de la razón práctica (imperativo categórico) y que generalmente requiere hacer frente a nuestras inclinaciones naturales. Tanto Platón como Kant defenderán la existencia de un nivel intelectual superior que se responsabiliza del correcto orden moral y político. En Platón el ideal de Estado es gobernado por los reyes-filósofos, que han contemplado las Ideas y se han ejercitado en la virtud. Para Kant sólo la razón será capaz de sacar al hombre de su “minoría de edad”. Ambos autores reconocerán el carácter ético del Estado.
Para Kant el papel del filósofo en el Estado es diferente al de Platón, ya que considera que el filósofo debe limitarse a aconsejar al gobernante y no a ser el gobernante. Además, el sistema político propuesto por Kant está basado en los principios de representatividad y separación de poderes mientras que el de Platón es totalmente ajeno a estos conceptos propios de la Modernidad y la Ilustración.
Sin embargo, no podemos olvidar que Platón en su último diálogo, “Las leyes”, deposita la confianza en un orden justo y armonioso del Estado en un adecuado ordenamiento jurídico y el papel que ocupaba antes el “rey filósofo” pasa a un segundo plano.
La crítica más radical dirigida a estos planteamientos, de Platón y de Kant, radica en que omiten casi totalmente cualquier papel otorgado a la dimensión biológica del hombre y la importancia del sentimiento (del comportamiento moral para Hume) vendrá del “martillo” de Nietzsche: el mundo de las Ideas es Nihilismo pues sitúa la verdadera realidad en una nada inexistente. La vida y el cuerpo son para Nietzsche la única realidad. La división platónica del mundo y la superioridad del alma se vuelven argumentos de la religión para disminuir al ser humano. Pensadores como Sócrates y Platón son acusados de ser los primeros responsables de la decadencia moral de Occidente. En contra de Kant, Nietzsche, rechaza la razón como guía ética y reivindica
el irracionalismo de los instintos y las pasiones.
He aquí, en la respuesta a este ejercicio, un breve retazo de ese diálogo permanente que constituye la Historia de la Filosofía.