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La relevancia del paisaje hunde sus raíces en la concepción ROMántica, donde la naturaleza conecta con la intimidad del poeta, a modo de expresión de una geografía emotiva. Todas estas carácterísticas se aprecian en “A un olmo seco”. El paisaje está presente en la descripción de un árbol, en concreto un olmo, que está seco pero al que curiosamente le han brotado unas hojas verdes. Machado consigue extraer, con sencillez y gran dosis de serenidad, detalles y reflexiones a partir de la figura del árbol que pueden simbolizar dos circunstancias:
Un símbolo sobre el problema de España que tanto preocupaba a los autores del 98. Ellos denunciaban el atraso y la pobreza de la tierra castellana. A Machado le queda la esperanza de que las nuevas generaciones ayuden a la regeneración y recuperación del país. Lo que se llamó el regeneracionismo.
En un segundo sentido, el olmo podría compararse con cualquier vida de un ser humano (juventud, madurez y deterioro hasta la muerte). En su caso personal, cuando Machado compone este poema, su mujer Leonor está muy enferma, a punto de fallecer; pero con la llegada de la primavera de la que se habla en estos versos, el poeta sueña poéticamente con que la vida también llegue a Leonor y se recupere milagrosamente de su enfermedad.
Como se observa, no todo el poema gira en torno a la lamentación de las ruinas, sino que en ese olmo seco destaca una pequeña esperanza: el resurgimiento de la vida, en forma de hojas verdes brotadas con la llegada de la primavera. Por tanto, la idea principal del poema aparece en los versos finales: “Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera”. Es decir, la esperanza en un futuro mejor para ese olmo seco y carcomido.
Los treinta versos forman un conjunto perfectamente cohesionado que podemos estructurar en tres partes bien diferenciadas. La primera parte abarca los versos 1-14, donde se describe el estado del árbol (“viejo, hundido, podrido”) y con numerosos detalles naturales (“musgo amarillento, macha, carcomido y polvoriento”, “arañas”, “hormigas”). En esta primera parte, Machado refiere ya la aparición de esas hojas nuevas con la arribada de la primavera, y compara al olmo con otra especie: los álamos, caracterizados estos precisamente por el abrigo verdoso de su follaje.
Los versos 15-27 constituyen la segunda parte. Después de que el poeta haya citado todo lo que puede ocurrirle al árbol en tal estado (“derribe, ardas, descuaje y tronche”), se expresa de nuevo el deseo de dejar constancia escrita de la aparición maravillosa de esas hojas entre tanta muerte y podredumbre. Finalmente, la tercera parte abarca los versos 28-30, donde se acoge la verdadera intención y temática de la composición: el anhelo de esperanza y el milagro de la primavera.
En total, se estructura el poema en treinta versos, de arte mayor y menor (endecasílabos y heptasílabos), pero sin seguir ninguna estructura métrica definida y cuya rima es consonante, alejándose de la rima asonante de muchos poemas del libro Campos de Castilla. Solo un verso carece de rima: el vigésimo cuarto, que es un verso suelto. Machado utiliza este tipo de estrofa para conseguir la sencillez y simplicidad característica de la poesía del 98.
Además de los símbolos ya comentados, cabe destacar asimismo el símbolo del camino, que se identifica con la vida en su transcurso, como peregrinaje y búsqueda: “al borde de un camino” (v. 21). Esta vida al final del camino representa los últimos momentos de la vida del olmo.
En cuanto a los recursos utilizados por Machado en este poema, hay que resaltar los siguientes: numerosos encabalgamientos (v. 1-2, 7-8, 9-10, 13-14, 28-29), que dan un ritmo acelerado a la composición y que está claramente justificado por la urgencia que el poeta quiere transmitir. Hay numerosas personificaciones: “olmo… que lame el Duero”, “álamos cantores”; la personificación más clara se produce cuando Machado se dirige al olmo, como si fuera una persona, e inevitablemente nos viene a la mente la mujer del poeta. Hay una clara antítesis (“olmo seco”/ “hojas verdes”) y una comparación cuando compara al olmo con el álamo.
La metáfora “el río hasta la mar te empuje” refiere a la vida como río que va al mar, es decir, a la desembocadura de la muerte. La referencia literaria se remonta a la copla medieval de Jorge Manrique en la que se establece el tópico literario del vita flumen (la vida como río). Asimismo, la construcción anafórica “Antes que…”, introduce el tópico literario del tempus fugit (la fugacidad de la vida).
Especialmente emotivo es el poema si pensamos el momento personal que vivía Machado cuando lo compuso. El tiempo se le escapaba, la felicidad que tarde había llegado a su vida le duró poco y sin embargo ha impregnado esta composición de un triste halo de esperanza que deja al lector en completo desasosiego. La realidad es inmisericorde, pero la poesía siempre abre un hueco a la esperanza. En definitiva, Machado nos está planteando en “A un olmo seco” uno de los motivos universales de la poesía: el conflicto entre la realidad y el deseo.