Portada » Lengua y literatura » Lenguaje poético-comer al mediodía
Entre 1918, año en que empiezan a publicar sus primeros poemas, y 1929, los poetas de la Generación del 27 se mueven por un ideal de pulcritud y pureza, dentro de la línea iniciada por Juan Ramón Jiménez, y siguiendo las ideas de Ortega y Gasset de deshumanización del arte y los movimientos de vanguardia.
Pero al mismo tiempo, manifiestan una clara simpatía por los clásicos, como Góngora quien, por otro lado, se convierte en modelo de poesía hermética y difícil, y rescatan la tradición popular. Es lo que se con el nombre de tendencia a la deshumanización. Según Dámaso Alonso, la palabra mágica de aquellos primeros años era asepsia, una asepsia emocional.
Libros como La voz a ti debida de Salinas, con su ausencia de elementos decorativos y retóricos para llegar a la esencia de la realidad, o Aire nuestro de Guillén, con su lenguaje depurado y conceptual, más su rigor y perfección formales, son buen ejemplo de esta inclinación por la poesía pura.
En la misma línea son destacables los Poemas puros. Poemillas de la ciudad de Dámaso Alonso. En estas obras, la herramienta artística por excelencia es la metáfora, una metáfora audaz y nueva, original, deslumbrante, que han aprendido en Ramón Gómez de la Serna, y que confiere al poema cierto hermetismo. En este sentido, muchos de estos poetas comienzan su andadura a lomos de los vientos vanguardistas que soplaban por aquellos años. Son libros ultraístas
Fábula y signo, de Salinas, Imagen, de Gerardo Diego, y claramente surrealistas
Los placeres prohibidos, de Cernuda, y la poesía cósmica de Espadas como labios o La destrucción o el amor, de Aleixandre.
Paralelamente, y siguiendo el gusto de los poetas del 27 por conjugar modernidad y tradición, ya desde el comienzo surge en ellos una veta neopopular que no desprecia lo humano. Canciones, Romancero gitano y Poema del cante jondo de Lorca, Canciones de mar y tierra, de Concha Méndez, o Marinero en tierra, de son ejemplos de esta corriente. En ellos, la dicción sencilla, la emoción, la métrica popular se combinan armoniosamente con las nuevas metáforas y el aire nuevo de las vanguardias. Por otra parte, el deseo de perfección formal será uno de los motivos que los acerquen a los clásicos.
Utilizan formas estróficas tradicionales, como hace Gerardo Diego en Versos humanos o en Soria. En este sentido, es necesario recordar su fervor por la obra de Góngora, en la que veían la creación de un lenguaje especial para la poesía, radicalmente alejado del uso corriente, una especie de subcódigo artístico muy cercano a la teoría de Ortega y a su concepto de arte para minorías. Quizá el libro más destacable en este aspecto sea este de Cal y canto, donde Alberti utiliza con gran maestría procedimientos formales del gran poeta Barroco: cultismos, hipérbatos, elipsis, motivos mitológicos, así como estrofas y rimas típicamente gongorinas.
A comienzos de los años treinta, como consecuencia de los sucesos que se están produciendo a nivel mundial (hundimiento de la Bolsa de Nueva York, ascenso de los regíMenes totalitarios) y nacional (proclamación de la II República y enfrentamientos cívicos), los poetas del 27 empiezan a sentir interés por los temas humanos y adoptan una actitud de compromiso con los problemas de su tiempo. En su producción poética se intensifica el proceso de rehumanización, tímidamente iniciado en las composiciones neopopularistas de la etapa anterior. Se recupera entonces lo sentimental y de las vanguardias solo va a quedar aquella que nunca renunció a lo humano: el Surrealismo, movimiento que, al sumergirse en las profundidades de la conciencia humana, trata de revelar una suprarrealidad, ofreciendo una imagen total del ser humano, no solo la que se percibe por los sentidos. Para alcanzar este objetivo, recurre a diversas técnicas, como la escritura automática o transcripción de los sueños, aunque en los poetas españoles siempre hay una técnica buscada. Una fuerte crisis personal lleva a Rafael Alberti a escribir Sobre los ángeles, libro complejo y oscuro, escrito bajo la influencia del simbolismo y el Surrealismo, pero que expresa pasiones: la angustia y confusión que lo asedian al haber perdido el paraíso de la infancia y su inocencia. El abandono de las formas métricas tradicionales en beneficio del verso libre refleja mejor esa angustia. Algo semejante ocurre con Poeta en Nueva York (1929) de Lorca. En este libro también es el Surrealismo quien ofrece al poeta la manera más adecuada de mostrar un alma torturada por lo que ha visto. El verso libre, la ruptura de la sintaxis, la desfiguración de la realidad a través de imágenes alucinadas,
el mundo incoherente de los sueños, las metáforas atrevidísimas… Lorca comunica una experiencia desgarradora a través de un lenguaje hermético. Igualmente, la poesía, al rehumanizarse, se vuelve más sencilla, esencial y sincera. Se retoma una expresión neorromántica, pero lejos del sentimentalismo del Siglo XIX. Por eso, Gustavo Adolfo Bécquer se convierte en el nuevo modelo. El tema capital es la imposibilidad de la plenitud amorosa, como se observa en La voz a ti debida/ Razón de amor de Pedro Salinas; Donde habite el olvido de Luis Cernuda, o los Sonetos del amor oscuro de Federico García Lorca (aunque en la forma externa pertenezca al clasicismo). La Guerra Civil empujó con trágica fuerza en este proceso de humanización: el compromiso político y social de los poetas con la realidad conflictiva del momento se manifiesta en esta línea poética. Durante la Guerra Civil, la mayoría de ellos se postula a favor de la causa republicana, contribuyendo con enardecidos poemas a la creación de un cancionero y romancero de guerra. Como es sabido, al finalizar la Guerra Civil, el grupo, que ya se había distanciado, se dispersa; la mayoría de los autores marchan al exilio; García Lorca ha sido asesinado. Solo tres permanecen en la España franquista: Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Los poetas del 27 sufren durante los años de posguerra un profundo desarraigo (exiliados) y una marcada desazón existencial (los que permanecen en el interior). Esta línea poética recibe el nombre de poesía desarraigada, en la que destacan dos obras fundamentales de 1944: Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre. Toda esta rica y compleja trayectoria ha dado lugar a un conjunto poético que no ha dejado de influir en el devenir de la poesía española posterior, hasta llegar a nuestros días.
El género teatral presenta unas carácterísticas particulares. Como espectáculo pesan sobre él unos condicionamientos comerciales muy fuertes: predominio de locales privados, cuyos empresarios han de tener muy en cuenta los gustos del público que acude a sus salas. Esto tiene consecuencias en dos terrenos. En lo ideológico, por una parte, son escasas las posibilidades de un teatro que vaya más allá de la necesidad de distracción del público. En el terreno estético, por otra parte, habrá fuertes resistencias ante las experiencias que se salgan de las formas tradicionales: a las nuevas tendencias que triunfan en poesía o en novela les será mucho más difícil llegar a los escenarios. Por ello, los autores que –en lo ideológico o en lo estético- no respondan a las condiciones imperantes, se verán ante un penoso dilema: o claudicar ante tales condiciones o resignarse a que su producción quede relegada a la “lectura” minoritaria. Por ello, el teatro español del primer tercio de siglo se reparte, a grandes rasgos, en dos frentes: El teatro que triunfa, continuador, en gran parte, del representado en el Siglo XIX (drama posromántico de Echegaray, “alta comedia”, costumbrismo…). Un teatro que pretende innovar, ya sea aportando nuevas técnicas, ya sea adoptando nuevos enfoques ideológicos, o ambas cosas a la vez. Dentro del teatro comercial, encontramos varias tendencias:
Se trata de un teatro con obras llenas de finura, bien construidas, de cuidados diálogos, protagonizadas por personajes y ambientes preferentemente burgueses, que recibieron el favor y el aplauso de un público también burgués, poco dispuesto a recibir en escena más allá algunas ligeras ironías. El autor madrileño Jacinto Benavente(1866-1954), premio nobel de literatura 1922 es el máximo
representante de esta tendencia. Modernizó la escena española reaccionando contra el drama grandilocuente de Echegaray y acercando el teatro a la mentalidad de la época.
Durante los primeros años del Siglo XX se va a poner en escena un teatro de carácter popular, cargado de tópicos y personajes estereotipados, que justificaba su éxito fundamentalmente en los aciertos expresivos de sus autores. El autor más representativo es Carlos Arniches, quien empezó escribiendo sainetes de gran éxito. Sin embargo, lo mejor de su producción se encuentra en las tragedias grotescas, farsas o comedias en las que mezcla lo cómico y lo trágico y resalta la caricatura y lo grotesco. Junto a la visión popular y castiza o el humor, pueden aparecer también la actitud crítica y la moralización. Su obra más importante es la tragedia grotesca La señorita de Trevélez, sobre la burla que sufre una mujer soltera y ya mayor. Otros autores de teatro cómico fueron Pedro Muñoz Seca, creador de la “astracanada”, género cómico de dudoso gusto cuyo único objetivo era provocar la risa. Su obra más conocida es La venganza de don Mendo; o los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, cuya obrase encuadra dentro del costumbrismo andaluz. Entre sus obras, se puede citar Malvaloca.
Es un teatro grandilocuente, ambientado en el mundo rural o de ambientación histórica, escrito en verso, de carácter antirrealista y con influencia de los valores estéticos del Modernismo, que acude a la historia para evocar y exaltar el pasado, por lo que mantendrán su vigencia tras la Guerra Civil. Su principal representante fue Eduardo Marquina, con títulos como: Las hijas del Cid. Aunque no están exentas de cuidado y de aciertos dramáticos, estas obras de Marquina, de tono heroico y excesivamente idealizado, han perdido interés hoy.
Al margen de las salas comerciales, surgen voces disidentes sobre lavulgaridad que, según ellos, afectaba a la escena española de la época. Así, empiezan a explorarse nuevas formas de expresión en consonancia con las corrientes que se abren camino en Europa. Tanto los autores de la Generación del 98 como los vanguardistas van a participar de estos intentos de renovación, aunque sin demasiado éxito.
Dejando a un lado a Valle-Inclán, el gran renovador, junto con Lorca, del teatro de la época, dos autores de la Generación del 98 trataron de innovar dentro de la escena española:
Miguel de Unamunoescribíó una serie de dramas, demasiado esquemáticos y desnudos de todo artificio, que fracasaron, entre otras cuestiones, porque les faltaba la acción dramática: se reduce la intriga; aparecen diálogos demasiado densos; los personajes no interactúan, más bien parecen monologar. Quizá su obra más destacada es Fedra. Por su parte, Azorínlleva a cabo un teatro antirrealista, de carácter simbólico, que incorpora el mundo interior. En sus obras se produce una oposición entre la tradición y el progreso, entre el deseo y la realidad; pero esas dualidades no generan conflicto dramático alguno. Brandy, mucho brandy es una de sus piezas destacadas.
Las vanguardias europeas también dejan su huella, aunque apenas visible, en la obra de algunos dramaturgos españoles. Entre ellos, Jacinto Grau, autor de gran éxito fuera de España y totalmente incomprendido dentro de nuestras fronteras. Oscila entre unas primeras obras de carácter trágico y un segundo momento de un
teatro más conceptual y renovador. Su mejor obra es El señor de Pigmalión.
Alejandro Casonafue un conocido dramaturgo durante los años de la II República, que se consagró con La sirena varada, obra lírica y simbolista que escenifica el conflicto entre la realidad y fantasía y que recibíó el Premio Nacional de Dramaturgia. Al estallar la Guerra Civil, Casona se marchó de España y en el exilio siguió escribiendo numerosas obras teatrales como La dama del alba. En estas obras siguen apreciándose el simbolismo, el lenguaje poético, la propensión al melodrama, el conflicto entre realidad y fantasía, el didactismo…Por su parte, las pocas obras dramáticas o dialogadas de Ramón Gómez de la Sernase inscriben dentro de un teatro anticonvencional con el que critica los convencionalismos sociales. Destaca Los medios seres.
Federico García Lorca, el poeta más destacable de la Generación del 27, fue junto a Valle-Inclán el gran renovador de la escena española en la primera mitad del Siglo XX. El teatro lorquiano comparte muchos rasgos con su obra poética: Aparece escrito en verso, en prosa o mezclando uno y otra en una misma obra. Está dotado de un profundo sentido trágico y, a la vez, lírico. La frustración, el amor y el deseo, insatisfechos o imposibles, o la falta de realización personal se convierten en generadores del conflicto individual o social, y de la misma acción dramática. Por otro lado, la mujer se erige la mayoría de las veces en la protagonista absoluta de la obra, con sus frustraciones, deseos insatisfechos y pasiones ocultas. García Lorca es el gran creador de personajes femeninos del teatro español, labor que luego heredarán otros dramaturgos en la segunda mitad del siglo (como Antonio Gala). Su obra dramática se puede clasificar también en subgéneros:
Un drama histórico:
Mariana Pineda. Lorca consigue su primer éxito con esta obra, en la que, aunando el tema amoroso y el político, lleva a escena a esta heroína, símbolo de la libertad, ejecutada en Granada en tiempos de Fernando VII por bordar una bandera para los liberales. Está escrita en verso. En algunos momentos, el autor da cabida a formas populares de intenso lirismo. Un drama lírico:
Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores. Con la mujer como protagonista absoluta, presenta el drama de una solterona en una ciudad provinciana que ve cómo el tiempo pasa ante sus ojos mientras su vida se marchita.
Retablillo de don Cristóbal (para guiñol) y La zapatera prodigiosa (para personas). Recupera formas teatrales de su infancia para reincidir en sus temas recurrentes.
Bajo la denominación de comedias imposibles se reúnen tres obras con clara influencia del Surrealismo:
El público, Así que pasen cinco años y Comedia sin título. En ellas anticipa posteriores hallazgos del teatro europeo. Son piezas de complejo simbolismo que no pudieron ser representadas hasta mucho después.
Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. García Lorca construye Bodas de sangre sobre la imposibilidad amorosa debida a las estructuras sociales y a la disputa de dos jóvenes por una mujer. El amor, el odio, la muerte y la fatalidad gravitan sobre toda la tragedia, remansada solo a veces por leves momentos de lirismo. El autor utiliza el verso y la prosa, reservada para las escenas de mayor dramatismo.
Yerma, escrita fundamentalmente en prosa, es la tragedia de la maternidad frustrada, de la esterilidad, de una mujer que se alza contra su destino matando a su marido, en quien siempre vio más al padre con quien no tuvo hijos que al esposo y al amante.
Valle-Inclán fue el gran renovador de la escena teatral española en el sentido moderno, al igual que se estaba haciendo en el resto de Europa, adelantándose en sus planteamientos a otros importantes dramaturgos. Su obra fue un auténtico acto revolucionario en la historia del teatro español contemporáneo y aportó las semillas de las nuevas vías abiertas en el teatro actual. Sin embargo, la incomprensión de sus propuestas y la preferencia del público por un teatro comercial provocaron que sus obras tuvieran escaso éxito en su momento, teniendo que esperar más de cincuenta años para recibir el favor del público (aunque aún minoritario). La evolución del teatro de Valle-Inclán es similar a la del resto de su obra: desde una literatura cercana a la estética modernista hasta una obra cada vez más crítica y original, que en el teatro se resuelve sobre todo en el esperpento.
Como muchos otros escritores de su generación, sufríó Valle de joven la influencia del decadentismo que predominaba en la literatura europea del Siglo XIX y que constituía el mejor vehículo para expresar su sensibilidad exquisita y refinada de aquellos años. En este período el escritor gallego se dedicaba a escribir cuentos y una sola obra dramática, Cenizas.
Hacia principios del Siglo XX evoluciónó hacia el simbolismo. Igual que en su Sonata de otoño, fue su visión de Galicia, sus leyendas y su folclore la que inspiró este cambio. Las principales obras dramáticas de esta etapa son las Comedias bárbaras, formadas por Ágüila de blasón, Romance de lobos y Cara de Plata, que presentan mundo de pasiones y violencia, un mundo mítico, feudal, primitivo y en descomposición dominado por un aristócrata mujeriego y despótico.
En la década de 1920 a 1930 escribíó Valle toda su obra expresionista, periodo en el que predomina el teatro sobre la novela. Es bastante evidente en esta etapa la influencia de la tradición literaria del Barroco, fundamentalmente Cervantes y Quevedo, y de la novela picaresca. Destaca fundamentalmente la expresión de la caricatura y lo grotesco, especialmente con las farsas, con las que ensaya antes de llegar a la deformación caricaturesca del esperpento.
En ellas los personajes se comportan como muñecos grotescos que al expresarse degradan y deforman la realidad. Las principales, enmarcadas en la trilogía Tablado de marionetas para la educación de príncipes, presentan a personajes reales o ficticios en actitudes distorsionadas, con una gran carga crítica a la España del reinado de Isabel II y la Restauración.También sobresale en este aspecto la tragedia de aldea, con Divinas palabras, donde, con una palabra cada vez más dura y desgarrada, muestra lo irracional, la superstición, la crueldad o los instintos enraizados de forma natural en unas gentes elementales y primitivas que utilizan a un niño hidrocefálico como atracción de feria. Sin embargo, dentro de esta última etapa de la producción de Valle son los esperpentos los que más han atraído la atención de la crítica y del público.
Con Luces de bohemia nace para la vida literaria un nuevo término: el esperpento. Una voz extraída del habla popular que designa lo feo, lo ridículo, lo llamativo por escaparse de la norma hacia lo grotesco y monstruoso, servirá de aquí en adelante para designar un nuevo arte.
Esperpento es término valleinclanesco que sirve para denominar a unas obras que, mediante una estética dramática personal y renovadora, aspiran a una “superación del dolor y de la risa”, mostrando lo absurdo, el “sentido
trágico” y su disconformidad con la vida española de su tiempo. Valle consigue este propósito mediante varias técnicas dramáticas:
Deformación de las situaciones y de la realidad (para llegar a captar la auténtica realidad);
Distorsión del lenguaje, a veces vulgar, pero rico y elaborado.
No son vistos como héroes épicos y míticos, sino animalizados, “cosificados”, como muñecos grotescos, peleles.
Del absurdo; de la intensificación e hipérbole de elementos, etc.
Luces de bohemia, la mejor obra dramática de Valle-Inclán, multiplica sus personajes y espacios para, a través del último peregrinaje nocturno del poeta ciego Max Estrella, y de su acompañante don Latino de Hispalis, mostrar una visión caleidoscópica y esperpéntica de la vida madrileña y española, que también satiriza en las tres obras de Martes de carnaval (Los cuernos de don Friolera, La hija del capitán y Las galas del difunto). El esperpento en un grito que despierta y un dedo que señala el desesperado modo de vivir lo español, porque la sociedad española es una sociedad en la que la verdad, la justicia, los valores auténticos han sido sustitutitos por máscaras vacías de sentido.