Portada » Español » La novela después de la Guerra Civil
Tras el final de la I Guerra Mundial (1914-1918) España atraviesa un grave crisis social, económica y política caracterizada por una serie de acontecimientos históricos: la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), la Segunda República española (1931-1936) y la Guerra Civil española (1936-1939). En este contexto, y con influencia de las Vanguardias, surge un movimiento literario en España conocido como la Generación del 27: grupo de poetas, algunos de los cuales celebraron en Sevilla un homenaje a Luis de Góngora en el tercer centenario de su muerte (1927), que, aunque veneran la tradición, desean crear un nuevo arte. Cada uno de estos autores tiene rasgos muy personales, pero todos ellos comparten una serie de rasgos que les enmarcan en el 27. Además de tener una edad aproximada, mantuvieron estrechas relaciones personales propiciadas por la convivencia de muchos de ellos en la Residencia de Estudiantes de Madrid o por su vinculación a la Institución Libre de Enseñanza. Respecto a sus referentes, sienten especial admiración por: poetas del 98, como Antonio Machado; Ramón Gómez de la Serna, único representante español de las vanguardias; Ortega y Gasset, filósofo novecentista y director de Revista de Occidente; y Juan Ramón Jiménez, influidos por su concepto de poesía pura. Por último, el 27 se caracterizó por albergar extremos opuestos: eran intelectuales, por su formación universitaria, pero sentimentales, cultivando el género poético; deseaban la pureza, heredada de Juan Ramón Jiménez, y también humanidad, lanzando cierto mensaje social; tenían un profundo respeto por la tradición literaria (como Góngora o Bécquer), e integraron elementos vanguardistas; pretendían ser universales y mantener la tradición española… Asimismo, la temática del 27 se centró en el destino del hombre y su entorno.
El primero es analizado desde una triple perspectiva: el destino individual, como la muerte o el universo; el destino en pareja o amor, esta vez desde un punto de vista más abierto y ambiguo; y el destino colectivo, centrado en el compromiso con su tiempo, sus compañeros, la producción artística, etc. Por su parte, la ciudad fue símbolo del progreso y del espíritu jovial y vitalista de esta generación, siendo frecuentes las referencias a los inventos eléctricos o a los medios de transporte. El otro entorno, la naturaleza, siempre se observaba a través de una ventana y desde la comodidad del medio urbano, y los escenarios preferidos fueron el campo castellano y el mar. Generación del 27 atravesó tres etapas y sucesivas corrientes que marcaron la producción literaria de estos escritores. La primera etapa (1918-1927), o deshumanización, se caracterizó por la combinación de tradición y vanguardia. Tres tendencias se suceden en este periodo: poesía vanguardista, atraídos principalmente por el ultraísmo (Cal y canto, Alberti) y creacionismo (Manual de espumas, Gerardo Diego); poesía pura, con la defensa de la poesía pura de la etapa intelectual de Juan Ramón Jiménez, destacando Jorge Guillén (Cántico); neopopularismo, una nueva poesía a través de la tradición (El alba del alhelí, Alberti). La segunda etapa (1927-1936), o rehumanización, muestra un renovado interés el compromiso con los problemas de su tiempo. Así, se desarrollan tres nuevas tendencias: poesía surrealista, pretende revelar la realidad superior ofreciendo una imagen totalizadora del ser humano, destacando Poeta en Nueva York de Lorca y Espadas como labios de Aleixandre; neorromanticismo, con un interés en la tradición clásica, centrado ahora en la figura de Bécquer (La voz a ti debida, Salinas); poesía social, introduce el compromiso con la realidad del momento, la Guerra Civil española, como Alberti (Entre el clavel y la espada). La tercera etapa (a partir de 1939), o ruptura, supone la división del grupo debido a las consecuencias de la guerra como el asesinato de Lorca o el exilio de la mayoría de estos autores. El humanismo angustiado de la posguerra deriva en dos corrientes, ambas de base ROMántica: arraigada, cultivada por Gerardo Diego (Amazona), exalta los valores nacionales; desarraigada, poesía controvertida que muestra una desesperanzada visión del mundo (Hijos de la ira, Dámaso Alonso).
Así, mencionamos a los principales poetas de la Generación del 27. Pedro Salinas, considerado como el poeta del amor, entiende la poesía como un modo de encontrar la esencia de los sentimientos, de la vida y del conocimiento. En un primer momento, su poesía pura se ajusta a las vanguardias y a la herencia modernista (Presagios), y de ahí pasa a una poesía más humanizada y amorosa con La voz a ti debida. Jorge Guillén es considerado como el continuador de Juan Ramón Jiménez y concibe toda su producción poética como parte de una única obra, Aire nuestro. Partiendo de la poesía pura (Cántico), con Clamor ofrecerá una actitud más crítica ante las injusticias sociales, y en Homenaje elogiará a autores tanto de la tradición como Fray Luis de León y contemporáneos como Lorca. Gerardo Diego presenta una amplia producción poética. Tras una primera etapa tradicional (Alondra de verdad), cultivará una poesía experimental que pretende romper con la tradición (Imagen). Tras la guerra se inserta en la poesía arraigada, donde exalta el pasado español y el nacionalismo del momento en obras como Amazona. Dámaso Alonso es considerado un guía de los autores del 27. En sus inicios combina un interés por la poesía pura, elementos vanguardistas y ciertos rasgos de la poesía tradicional (Poemas puros, poemillas de la ciudad). En una segunda etapa da comienzo a la poesía desarraigada con Hijos de la ira, poesía de dolor y protesta contra los males de la posguerra desde un exilio interior. Vicente Aleixandre es uno de los máximos representantes del Surrealismo en España (Espadas como labios). En una segunda etapa, tras la Guerra Civil, Aleixandre reflexiona sobre la condición humana (Historia del corazón). En sus últimos años, volverá al Surrealismo donde reflexiona sobre la vejez, la muerte y su propia poesía. Luis Cernuda expresa en su obra el conflicto entre el mundo que le ha tocado vivir y sus sentimientos. Arranca su trayectoria poética con la poesía pura, influenciado por Guillén, en Perfil del aire, y de ahí se dejará influir por el Surrealismo en Un río, un amor. Tras su exilio, el neorromanticismo se consolida en Desolación de la quimera, obra cargada de rebeldía.
Rafael Alberti cultivó una obra poética caracterizada por el perfecto manejo del ritmo y la musicalidad enraizados en la tradición española. Comienza con una poesía popular, neopopularismo, relacionada con su Cádiz natal (El alba del alhelí), tras la cual se sumerge en el Surrealismo con Sobre los ángeles. En una tercera etapa, se exilia y su obra se vuelve muy comprometida y de denuncia social (Entre el clavel y la espada). Federico García Lorca es un enamorado del arte y como tal lucha por el desarrollo de la poesía, del teatro y de la música. Los grandes temas de su producción serán el destino trágico, la muerte inevitable y el amor imposible. En su primera etapa fusiona la lírica popular y el Vanguardismo, recogiendo la esencia del pueblo gitano (Primeras canciones). Tras su viaje a Nueva York, entra en contacto con el Surrealismo, e introduce el sentimiento mediante el Surrealismo o el Futurismo (Poeta en Nueva York). En esta etapa se introduce Sonetos del amor oscuro, inédito hasta hace poco y donde expresa el desasosiego por su deseo homosexual. En definitiva, pese al agitado escenario social y político, la Generación del 27 constituyó una revolución literaria que no se había visto igual desde el Modernismo. Su larga sombra influirá a autores de épocas posteriores, y su espíritu e innovación les constituye como la Edad de Plata de la literatura española.
Tras acabar la Guerra Civil en 1939, la literatura sufre un profundo corte en su evolución, y se vio influenciada de sobremanera por los gobiernos que la sucedieron y la economía del país, apareciendo diversas corrientes y géneros. Así, podemos dividir la poesía posterior a 1939 en dos grandes épocas: el franquismo y la democracia. A su vez, dividimos la dictadura en cuatro etapas muy diferenciadas. La primera etapa del franquismo o Autarquía (1939-1950) se caracterizó por el aislamiento absoluto, la represión, la miseria y la censura. Grandes poetas habían fallecido como Antonio Machado o Federico García Lorca y otros huían en el exilio. Ejemplo de ello es León Felipe con Español del éxodo y del llanto. Aquellos que se vieron obligados a abandonar el país escribían sobre temas como la pérdida de la patria, la derrota, la nostalgia o el deseo de regresar. En España, aparecíó una poesía arraigada cultivada por aquellos afines al nuevo régimen. Estos adoptaron las formas clasicistas del Siglo de Oro y en sus obras se ensalzaban los valores naciones y el pasado español. Publicaban en la revista Escorial y Garcilaso y principales autores Dionisio Ridruejo con Poesía en armas y Leopoldo Panero con La estancia vacía.
Por otra parte, aparecieron poetas melancólicos e infelices que dieron lugar a la poesía desarraigada. Escribían acerca de su disconformidad con el mundo y de preocupaciones como la muerte o la soledad, y les caracterizaba el tremendismo y una gran visión negativa de la vida. Publicaban en la revista Espadaña y destacaron Dámaso Alonso, que inicia esta tendencia con Hijos de la ira, Vicente Aleixandre con Sombra del paraíso y Blas de Otero con Ángel fieramente humano. En la segunda etapa o Adaptación (1945-1962), a pesar del aislamiento, comienza a haber indicios de cambio para lograr apoyo del exterior, concretamente de EEUU. Inicia la democracia orgánica y se reduce el número de fusilamientos. De este modo, surgíó la poesía social por la que los poetas salieron de su angustia interior y comenzaron a protestar contra las injusticias y el régimen. Exigían un cambio y creían que la literatura lo lograría ya que consideraban a la poesía: comunicación, pues iba dirigida a una mayoría; testimonio, ya que reflejaba la realidad; y una herramienta de transformación que buscaba construir una sociedad más justa. En este periodo, los temas tratados denunciaban la marginación, el paro y la falta de libertades. Desaparecíó el soneto y aparecíó el verso libre, empleando un estilo coloquial y prosaico. Así, destaca la poesía de José Hierro, que se integró en la poesía social con obras como Quinta del 42, Gabriel Celaya, muy comprometido con mostrar la realidad (Cantos íberos), y Blas de Otero, que fue prohibido por sus actitudes y palabras (Pido la paz y la palabra).
En la tercera etapa o Desarrollo (1959-1973) se lleva a cabo un plan de estabilización y la economía española atraviesa una revitalización debida, entre otros factores, al auge del turismo. Sin embargo, aumenta la conflictividad social ya que la población no aguantaba más la represión. En ese momento surgíó la llamada poesía crítica, la cual poseía una visión crítica de la realidad y continuaba el compromiso de la Adaptación. Esta poesía se preocupa por problemas sociales, existenciales e históricos del ser humano, y trata temas como la familia, la amistad, la soledad y la muerte. Además, retomaron elementos estéticos y juegos de palabras. Son de gran importancia autores como Claudio Rodríguez (Alianza y condena) y Ángel González (Tratado de urbanismo), pero es Jaime Gil de Biedma el poeta más influyente de esta etapa. Su poesía era irónica, sincera, cercana a la cotidiano y con cierta crítica hacia la clase burguesa, mostrando una visión negativa de la realidad (Moralidades). La última etapa o decadencia (1966-1978) coincide con la crisis del franquismo con Arias como presidente y una crisis económica debido a la subida de precios del petróleo. En esta situación, aparecíó la poesía experimental que trataba de romper con las vanguardias. Así, surgieron los Novísimos, un grupo de poetas que rechazaron conceptos como el compromiso y que tenían un punto de vista cosmopolita y crítico contra la sociedad de consumo. Asimismo, tenían una rica formación literaria que rechazaba la tradición española introduciendo elementos exóticos. Para ellos, en la poesía no había versos ni rimas, sino que se trataba de un juego en el que mezclaban elementos de la ciudad con experiencias personales. Dividimos a estos poetas en dos grupos: los poetas culturalistas y surrealistas como serían Pere Gimferrer con La muerte en Beverly Hills y la tendencia más coloquial irónica y crítica con autores como Leopoldo María Panero con Así se fundó Carnaby Street.
Tras la muerte de Franco en 1975 y un periodo de transición (1975-1978) se inicia la democracia, época de mayor estabilidad en nuestro país y que dura hasta nuestros días. En la poesía se observaron corrientes muy distintas a lo largo de estos años. Por un lado, durante los años ochenta aparecíó una nueva generación que trataba de imitar a Jaime Gil de Biedma o Luis Cernuda, recuperaban las formas métricas tradicionales y abordaban temas relacionados con la propia experiencia, empleando el humor, la parodia y la ironía. De todas las tendencias destacaron dos. Por un lado, la poesía del silencio es minimalista y se trata de poemas breves, filosóficos y reflexivos. Los autores más conocidos fueron Andrés Sánchez Robayna con Palmas sobre la losa fría y Clara Janés con Rosas de fuego. Por otra parte, la poesía de la experiencia es realista y habla de la realidad cotidiana, empleando la narrativa, el diálogo dramático, el monólogo, y el sentido del humor. Así, destacamos a Luis García Montero con El jardín extranjero y Jon Juaristi con Diario de un poeta recién casado. Por último, tras acabar el Siglo XX comenzó un compromiso social de los poetas frente a un mundo injusto e insolidario. La poesía es rehumanizada, reflexiva y manifiesta preocupaciones existenciales. Entre los principales poetas se encuentran Ana Merino (La voz de los relojes) o Jorge Riechmann (El día que dejé de leer El País) En conclusión, la poesía ha sufrido grandes cambios a lo largo de este periodo siendo influida por numerosos factores que iban variando con el tiempo. Por tanto, lo más seguro es que esta situación se siga dando durante los próximos siglos, siempre y cuando exista la literatura.
Tras acabar la Guerra Civil en 1939, la literatura sufre un profundo corte en su evolución, y se vio influenciada de sobremanera por los gobiernos que la sucedieron y la economía del país, apareciendo diversas corrientes y géneros. Así, podemos dividir la novela de 1939 a 1975 en cuatro etapas bien diferenciadas. La primera etapa o Autarquía (1939- 1950) se caracterizó por el aislamiento absoluto, la represión, la miseria y la censura. Grandes autores habían fallecido como Miguel de Unamuno o Valle-Inclán, y muchos otros tuvieron que exiliarse. Aquellos autores en el exilio cultivaron una novela se consideró extranjera durante el franquismo. De esta forma, destacaron autores como Ramón J. Sender en EEUU con Réquiem por un campesino español, sobre un episodio trágico de la guerra, Max Aub en México con El laberinto mágico, ciclo de cinco novelas sobre la Guerra Civil, y Rosa Chacel en Brasil con La sinrazón, alegato en defensa de la mujer. Por su parte, en la España de la inmediata posguerra surgen dos tipos de novela. Primero, una novela arraigada, cultivada por aquellos afines al nuevo régimen. Estos autores utilizan técnicas narrativas tradicionales y tratan temas como la gesta heroica y la religiosidad, destacando Rafael García Serrano con La fiel infantería, donde se muestra el orgullo de pertenecer al bando vencedor. Posteriormente, en una línea desarraigada, se originan dos líneas narrativas: el tremendismo y el existencialismo. El tremendismo se caracteriza por mostrar ambientes miserables a través de un estilo expresivo y peculiar, con un lenguaje tosco. La publicación de La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, supuso el inicio de esta corriente, la cual narra en primera persona la biografía de un condenado a muerte. Más tarde, Nada de Carmen Laforet inaugura la corriente existencialista.
Estas novelas reflejan la amargura de la vida cotidiana desde un punto de vista existencial, y se suele centrar en ambientes rurales. Nada es una metáfora de las consecuencias de la Guerra Civil, donde los personajes no pueden salir adelante pues se han quedado anclados por el dolor. En la segunda etapa o Adaptación (1945- 1962), a pesar de que España sigue aislada, comienza a haber indicios de cambios para lograr apoyos del exterior, concretamente de EEUU. Surge la democracia orgánica y desciende el número de fusilamientos. La novela de esta etapa se inclina hacia el llamado Realismo social, aunque no renuncia al existencialismo anterior. Los novelistas de esta época, movidos por una intención ético-social, denuncian la realidad y protestan ante las desigualdades. En esta línea existen dos enfoques: Realismo testimonial, se presenta la realidad de manera objetiva (Jesús Fernández Santos, Los bravos); Realismo crítico, se manifiestan críticas directas al régimen (Luis Goytisolo, Las afueras). Además, el Realismo social presenta una serie de innovaciones técnicas: punto de vista es objetivista, predominio del diálogo sobre la narración, trama en secuencias, ambientación contemporánea al autor, aparición del personaje tipo (que representa una clase social o grupo determinado), narración lineal, etc. En esta tendencia veremos a viejos autores como Camilo José Cela y Miguel Delibes. Por un lado, La colmena de Cela supone el impulso definitivo del Realismo social. En ella se refleja la sociedad de la inmediata posguerra, con todas sus miserias físicas y morales. Es una novela de personaje colectivo, trama en secuencias y de final abierto, como la vida. Por otro lado, Miguel Delibes se estrena en este periodo con El camino, de herencia existencialista, pero es con Las ratas que cultiva el verdadero Realismo social. Esta obra es un reflejo de la miseria de un pueblo de Castilla cuyos habitantes están sometidos a un cacique y a las exigencias de la naturaleza. Al lado de los autores ya mencionados surge una generación de novelistas que se conoce como Generación del 50, entre los que destacamos a Ana María Matute. Esta autora refleja en sus obras las consecuencias físicas y psicológicas que supuso la guerra, dando una gran importancia a los niños (Pequeño teatro).
Dentro de este periodo, señálamos el cuento, subgénero en el que sobresalieron Jesús Fernández Santos (Cabeza rapada) o Ignacio Aldecoa (Caballo de pica) Al igual que en la novela, predomina la diversidad temática (humorísticos, fantásticos, de ciencia ficción…). Es visible la influencia de la literatura latinoamericana, con Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, junto a clásicos como Antón Chéjov o Guy de Maupassant. Además. Se pueden diferenciar tres tipos de cuento: cuento lírico, cercano a la poesía, evoca y sugiere; cuento ensayístico, abunda la reflexión y carece de narración; y cuento dramático, se basan en el diálogo y tienen un carácter teatral. En la tercera etapa o Desarrollo (1959- 1973) se lleva a cabo un plan de estabilización y la economía española atraviesa un periodo de revitalización debido, entre otros factores, al auge del turismo. Sin embargo, la conflictividad aumenta ya que la gente no aguanta más la represión y el aislamiento. En este contexto aparece la novela Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos, que supone para la crítica el inicio de la renovación de la narrativa española. En esta novela continúa con la reflexión crítica sobre la sociedad española, aplicando instrumentos narrativos que ya habían triunfado en el extranjero a una historia desgarradora. Esta renovación, que da lugar a la novela experimental, utiliza nuevas estructuras y técnicas narrativas: multiplicidad de los puntos de vista, uso de la segunda persona y del monólogo interior, ruptura de la linealidad, la estructura de la narrativa es tan importante como el contenido, incorporación de otros materiales ajenos a la novela (cartas, anuncios, dibujos…), se mezclan géneros, etc. En esta línea experimental veremos de nuevo a Miguel Delibes con su obra Cinco horas con Mario
En ella narra el monólogo de una mujer que pasa cinco horas velando el cadáver de su marido, Mario. Paralelamente, destacan una serie de nuevos autores que se estrenan en la novela experimental como el ya mencionado Luis Martín-Santos, Juan Marsé o Juan Benet. Por un lado, Juan Marsé desarrolla en Últimas tardes con Teresa un análisis feroz de la burguésía que jugaba a ser revolucionaria recurriendo a la ironía. Por otro lado, Juan Benet en Volverás a Regíón crea, con un estilo muy Barroco, un espacio imaginario que es un reflejo de España. La última etapa se trata de la Decadencia (1966-1978), que comienza con la crisis del franquismo con Arias Navarro como presidente y la crisis económica resultante de la subida de los precios del petróleo, y finaliza con la transición democrática en 1978. En este periodo la renovación narrativa desemboca de modo progresivo en una novela experimentalista extrema, conocida como antinovela. Es una novela que destruye el personaje tradicional, la acción, la trama y hasta el argumento. El resultado es un estilo opaco por la acumulación de técnicas, que conduce a la redacción de textos incomprensibles y al consiguiente alejamiento de los lectores. Dentro de esta tendencia encontramos autores ya conocidos como Gonzalo Torrente Ballester con La saga/fuga de J.B. Y nuevos autores como Miguel Espinosa con Escuela de mandarines. La dictadura franquista impuso un aislamiento cultural que apartó por un largo tiempo a nuestra literatura de las nuevas tendencias y la condenó un terrible atraso en el ámbito internacional. Aunque la novela de la inmediata posguerra rezumaba melancolía y desasosiego interior, este sentimiento evolucionaría en una literatura de crítica al régimen establecido y en favor de la sociedad. Así, este espíritu derivará en la aparición de novedosas tendencias en tiempos difíciles como fueron los años posteriores a 1939.