Portada » Español » El poeta habla por teléfono con el amor
La Europa del primer tercio del Siglo XX vive una situación convulsa. El periodo de entreguerras conllevó la extensión del fascismo por todo el continente. Mientras tanto, Estados Unidos se convertía en la gran potencia mundial, y la Revolución rusa favorecía la expansión del comunismo. En España, Miguel Primo de Rivera impuso una dictadura amparada por Alfonso XIII. Sin embargo, ocho años después se proclama la Segunda República, cuyo gobierno emprendíó un ambicioso programa político, con gran interés en el desarrollo cultural. Este proyecto se vio truncado por el Golpe de Estado de Franco y el inicio de la Guerra Civil. En este contexto histórico surge la generación del 27. Se trata de uno de los grupos de escritores, principalmente poetas, más prolíferos de la literatura española. Reciben este nombre porque fue en 1927, en la conmemoración del tricentenario de la muerte de Góngora, cuando entablaron amistad. Además de las relaciones de amistad, el vínculo de estos poetas se fue estrechando por algunas coincidencias en sus tempranas carreras literarias. La convivencia artística en la Residencia de Estudiantes de Madrid; su colaboración en revistas literarias como La Gaceta literaria, España o Litoral; la publicación de sus poemas en antologías poéticas comunes como Poesía española contemporánea, son algunas de las carácterísticas que unifican a este grupo de escritores. Sin embargo, los orígenes de esta generación se sitúan en 1918: aquí empieza una primera fase orientada hacia la poesía pura de corte juanramoniano. ES a partir de 1927 cuando podemos hablar de una etapa de consolidación, en la que aparecen temas más humanos, fruto de las preocupaciones de la época. A partir de 1936, el estallido de la guerra provoca la dispersión del grupo, que siguió escribiendo desde España o el exilio, con tono melancólico. Más allá de la evolución grupal e individual, uno de los rasgos más señalados de esta generación es la mezcla entre lo intelectual y lo sentimental, pero también entre la tradición literaria (tanto popular como culta) y las vanguardias. En especial, son muchos los autores influenciados por el Surrealismo, por lo que la metáfora es frecuentemente utilizada para la expresión del subconsciente. La ciudad como símbolo de progreso es uno de los temas más tratados, aunque también lo son el amor, la naturaleza y el compromiso político-social. Pero, ante todo, la generación del 29 busca la renovación del lenguaje poético. Y el verso libre inaugura un vínculo más estrecho entre el fondo y la forma de la composición. Los poetas más reconocidos de esta generación son, entre otros, Pedro Salinas, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Federico García Lorca, Dámaso Alonso y “las Sinsombrero”. El nombre de “las Sinsombrero” responde al gesto de quitarse el sombrero en público que protagonizaron en la Puerta del Sol. Son un grupo de mujeres rompedoras que consiguieron cotas de libertad impensables en tiempos de la dictadura. El poeta más universal de la generación del 27 y, quizá, de toda la poesía española, es el granadino Federico García Lorca. Sus obras unen magistralmente la tradición con el Surrealismo, para mostrar cómo la moral y la sociedad reprimern las pasiones humanas. Así lo muestra en la “poesía neopopular” del Poema de cante jondo y en Romancero gitano, así como en sus tres tragedias rurales: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. En Poeta en Nueva York recurre al Futurismo para reflexionar sobre la desolación que le produjo la vida estadounidense. Una de las mejores obras del Surrealismo español es Sobre los ángeles de Rafael Alberti. Su producción incorpora, además, crítica política, y el empleo del mar como motivo evocador de la infancia, tal y como comprobamos en Marinero en tierra. La primera poesía de Vicente Aleixandre también estuvo influida por elementos surrealistas, a los que recurre para sugerir el edén ideal en Espadas como labios. En La destrucción o el amor funden naturaleza, amor y muerte mediante un verso de gran fuerza expresiva. Posteriormente, escribíó versos más sencillos, serenos y conceptuales. El conjunto de su obra le hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1977. En cuarto lugar, cabe señalar a Pedro Salinas. Es conocido como “el poeta del amor”, puesto que en su producción predomina el tema amoroso en todas sus vertientes. Así ocurre en Razón de amor, si bien su libro más representativo es La voz a ti debida, obra que describe todas las fases de la pasión. A su vez, Salinas vivíó una etapa de fuerte influencia ultraísta, a la que corresponden Fábulas y signos o Presagios. Otros autores imprescindibles del 27 son Dámaso Alonso, reconocido por su obra de posguerra Hijos de la ira; o Luis Cernuda, cuya poesía de ánimo desencantado queda reunida en La realidad y el deseo. En cuanto a Gerardo Diego, destaca Manual de espumas, punto culminante de su poesía creacionista, donde domina el juega y la sorpresa. Por su parte, Jorge Guillén está considerado el poeta más intelectual y fiel a la poesía pura de Juan Ramón Jiménez que evoluciona desde el optimismo de Cántico, al arte humanizado y melancólico de Clamor, hasta la sátira política de Otros poemas. Aunque los manuales de Literatura tradicionalmente han dejado fuera a las denominadas “Sinsombrero”, no podemos pasar por alto a este grupo de mujeres que formaron parte de esta generación. Concha Méndez promotora e impresora de algunas revistas literarias publicó Vida a vida y Niño en sombras, Margarita Manso, María Teresa León (Memorias de la melancolía) y Ernestina de Champourcin (Primer exilio), la cual es la primera obra publicada en España, una vez concluido el largo periodo mexicano d además de treinta años. En él se rememora con emoción los paisajes, olores… de lugares perdidos. Todas ellas, dejaron tras de sí una obra ecuánime al mismo nivel que sus compañeros de generación. Junto a ellas no podemos olvidar a pintoras y escultoras como Maruja Mallo o Marga Gil o pensadoras como María Zambrano. Por último, nos detenemos en Miguel Hernández, que actúa de puente entre las generaciones del 27 y del 36. Su poesía se caracteriza por el tono emocional y arrebatado, la sinceridad y la perfección técnica. Además, está impregnada de referencias a la vida campesina, de la que él procedía. Su producción poética se divide en dos etapas, separadas por la guerra. A la primera pertenece “El rayo que no cesa”, una colección de sonetos sobre amor, pena y muerte. En el segundo periodo utiliza técnicas de vanguardia para la creación de poemas de compromiso ideológico, como ocurre en Viento del pueblo o El hombre acecha. En definitiva, la importancia de la generación del 27 reside en haber sido un movimiento poético de renovación, y acogedor de algunas de las voces esenciales de la literatura castellana de todos los tiempos. Por eso, esta generación conforma, junto con la del 98 y la del 14, la Edad de Plata de la cultura española, asociada al primer tercio del Siglo XX.