Portada » Historia » Insurrección de los españoles contra el Imperio napoleónico
Se denomina Restauración (1874-1931) al período de la Historia de España en que se produjo la reposición en el trono de la dinastía borbónica en el hijo de Isabel II, Alfonso XII, tras el fracaso de la Primera República.
En este tiempo se consolidó en España el liberalismo y sus instituciones, bajo la hegemonía de la burguésía conservadora.
El 1 de Diciembre de 1874, el príncipe Alfonso dirigíó desde la academia militar de Sandhurst (Inglaterra) un manifiesto a la nacíón, Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, que propónía el restablecimiento de la monarquía tradicional y aceptaba los principios del liberalismo parlamentario imperante en Europa. Un mes más tarde, el general Martínez Campos proclamó en Sagunto a Alfonso XII como rey de España, y obtuvo la adhesión de la mayor parte del ejército. Así comenzó la Restauración.
Las líneas generales del sistema se contienen en la nueva Constitución de 1876, fiel reflejo del pensamiento de Cánovas del Castillo cuyos principios políticos: Corona y Cortes (constitución interna) debían quedar a salvo de discusión. Por otra parte, admirador de la estabilidad carácterística del
parlamentarismo inglés, Cánovas pretendía establecer un sistema bipartidista en el que dos partidos «de notables» se turnasen en el poder mediante elecciones restringidas a los propietarios y contribuyentes.
La nueva Constitución, de carácter moderado, establecía la soberanía compartida del Rey y las Cortes como representantes de los principios de autoridad y libertad respectivamente. Con la Ley Electoral de 1878 se restablecíó el sufragio censitario que dejaba la participación ciudadana reducida a no más de un 5% de la población. Además, la Constitución reconocía el centralismo político-administrativo como fórmula de organización del Estado.
Con la abolición de los fueros vascos revalidaba la igualdad fiscal, se establecía el servicio militar para todos españoles y la unidad de códigos. La centralización también se manifestó en la reorganización de Diputaciones y Ayuntamientos.
Con arreglo a estos principios, Cánovas, jefe del partido liberal conservador, precisaba, como elemento de contraste un partido que se identificara con la izquierda dinástica. El nuevo partido liberal-fusionista de Práxedes Mateo Sagasta aparecíó como oposición al liberal-conservador de Cánovas. Sus
diferencias fundamentales se establecieron a partir de los límites en asuntos como la participación, los derechos individuales (libertad de expresión y asociacionismo) y la relación con la Iglesia
Sin embargo, el régimen de la Restauración se basó en el falseamiento electoral: independientemente del sufragio, los candidatos, designados desde el Ministerio de la Gobernación -encasillados- salían elegidos como diputados por el distrito correspondiente, gracias al control social que ejercían los
hombres influyentes -caciques- del partido en esa zona.
El régimen canovista se basaba en el apoyo de los grupos más conservadores de la sociedad: los latifundistas e industriales (España Oficial). Esta oligarquía convivía con un país muy atrasado, con un analfabetismo superior al 75% de la población que vivía en la miseria permanente (España real). En suma, la Restauración se apoya en una sociedad organizada en torno a los «caciques», hombres ricos e influyentes que controlan la vida social en la mayor parte del país.
A la muerte de Alfonso XII en 1885, los dos grandes partidos dinásticos llegaron a un acuerdo-Pacto del Pardo-, en presencia de la reina, que garantizaba su alternancia en el poder. Comenzó así el período de la regencia de María Cristina de Habsburgo que duraría hasta 1902, fecha en que subíó al trono el hijo póstumo de Alfonso XII. A lo largo de estos años, canovistas y sagastinos, conservadores y liberales se turnaron pacíficamente
en el gobierno.
Bajo los gobiernos de Sagasta se aprobaron diversas leyes que produjeron una cierta democratización del régimen: Ley de Prensa de 1883, libertad sindical 1887 y, la más importante, la Ley de Sufragio Universal (1890) que acababa con el sufragio censitario.
Aunque el sistema político canovista subsistiría hasta 1931, en el Siglo XX el sistema entró en crisis por la aparición de fuerzas y movimientos sociales que no tenían la posibilidad de expresarse en el marco del sistema. Los principales factores de descomposición del mismo fueron:
a) Los nacionalismos periféricos: el nacionalismo catalán que, desde las Bases de Manresa (1892), en que exigíó autonomía política frente a Madrid presentó sus listas electorales en la Lliga Regionalista. En el País Vasco, Sabino Arana, formuló las bases ideológicas del nacionalismo vasco que dieron lugar a la fundación del Partido Nacionalista Vasco. También en Galicia y, poco más tarde, en Andalucía surgen movimientos autonomistas. En esta última, Blas Infante, considerado como el padre de la patria andaluza, fue el principal impulsor del anteproyecto del Estatuto de Andalucía.
b) Los movimientos obreros: La Restauración, a pesar de algunas iniciativas estatales como la Comisión de Reformas Sociales (1883) se caracterizó por la despreocupación respecto a las cuestiones sociales. Desde la fundación de la I Internacional (AIT) en 1864, nuevas fuerzas políticas se hicieron cargo de la situación; en España, el PSOE y la UGT representan el movimiento de raíz marxista. Por otra parte, el anarcosindicalismo acabará organizándose en 1911 en la CNT. La principal manifestación importante organizada por los partidos obreros fue la huelga de 1890 en que se reivindicaba las ocho horas y celebrando, por primera vez, la fiesta del trabajo el 1 de Mayo.
c) La crisis colonial: tras el «desastre» del 98, el Ejército sufre serias convulsiones internas y un gran desprestigio. El manifiesto resentimiento de la institución se intentará paliar desde los gobiernos con la aprobación de leyes que primaban el poder militar sobre el civil.
d) La inestabilidad política. Tras la desaparición de Cánovas y Sagasta, los nuevos líderes conservadores y liberales no lograban formar mayorías estables en el Parlamento, y fueron frecuentes los gobiernos de concentración.
Todos estos factores unidos a la carestía económica abrieron paso a la agonía del régimen y, lentamente, a la caída de la monarquía.
La derrota de España frente a Estados Unidos en 1898 y la pérdida de los últimos restos de su gran Imperio de ultramar conmovieron extraordinariamente a la opinión pública española, propiciando la crítica al sistema de la Restauración e impulsando su reforma.
a) La política colonial de la Restauración a finales del Siglo XIX.
La política internacional de Cánovas tenía como objetivo mantener a España neutral en los conflictos entre las potencias imperialistas y salvaguardar los restos de su antiguo Imperio colonial: las islas Filipinas, las Marianas y las Carolinas en el Pacífico; Cuba y Puerto Rico en el Caribe, y algunas posesiones obtenidas más recientemente en el norte de África y en el golfo de Guinea.
b) La cuestión cubana.
En 1868 comenzó un movimiento de liberación en Cuba que derivó en un conflicto bélico que se mantuvo a lo largo de diez años (Guerra de los 10 Años). El general Martínez Campos logró poner fin a la insurrección y pacificar la isla mediante la Paz de Zanjón (1878), por la que se concedía a los cubanos los mismos derechos que a los españoles. Sin embargo, los conflictos a favor de la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud continuaron hasta el punto de reiniciar la guerra (Guerra chiquita 1879-80). La reacción del Gobierno español fue la negación de la autonomía en defensa de los intereses comerciales de los españoles residentes en la isla.
En estas circunstancias, los Estados Unidos que pretendían sustituir a los españoles en el dominio comercial de la isla dieron su apoyo a los independentistas cubanos.
a) La insurrección cubana de 1895.
En Febrero de 1895, en la zona oriental de la isla, con el grito de Baire se reactivó la guerra. Al mismo tiempo se proclamaba el Manifiesto de Montecristi con las ideas esenciales del nacionalismo defendido por José Martí, líder indiscutible de la independencia cubana, a cuya muerte, al poco de iniciarse la guerra, será reemplazado por Máximo Gómez y el mulato Antonio Maceo. El gobierno de Cánovas volvíó a enviar a la isla al general Martínez Campos con actitud negociadora, pero fracasó.
Tuvo que ser el general Weyler quien practicara una fuerte represión para controlar a los insurrectos. En 1897, tras la trágica muerte de Cánovas, Sagasta ofrecíó la autonomía a Cuba, lo que tampoco acabó con la insurrección cubana.
b) La revuelta filipina de 1896.
Animados por los acontecimientos sucedidos en Cuba, en Filipinas José Rizal y Emilio Aguinaldo canalizaron la lucha por la independencia del archipiélago. El general Polavieja, al mando de las tropas españolas, actuó con extrema dureza y sofocó la rebelión en 1897 .
c) El conflicto de España con Estados Unidos.
En Febrero de 1898 tuvo lugar la voladura de un acorazado estadounidense atribuido a un sabotaje español, nunca aclarado.
Con este motivo, Estados Unidos declaró la guerra a España en Abril de 1898. El conflicto se decidíó en el mar. La opinión pública y la prensa españolas se mostraron muy belicistas y nacionalistas.
En la batalla naval de Cavite (en la isla de Luzón, frente a Manila) la flota española sucumbíó ante la potencia de los barcos de Estados Unidos, en Mayo de 1898. En Julio del mismo año, la escuadra norteamericana con navíos acorazados y armamento superior a los españoles, vencíó en la batalla naval de Santiago de Cuba.
En 1899 salieron de la isla de Luzón “los últimos de Filipinas”, un grupo de soldados que se habían resistido a la rendición en la iglesia del pueblo de Baler y cuyo valor fue exaltado por el mismo Aguinaldo.
El gobierno español no tuvo más opción que firmar la Paz de París (Diciembre, 1898) por cuyos acuerdos Cuba se convirtió en una nacíón independiente, tutelada por Estados Unidos, que recibíó Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam. En 1899, España vendía a Alemania el resto de su Imperio en el Pacífico:
las islas Carolinas y las Marianas. Desaparecían así los restos del viejo Imperio colonial español en América y el Pacífico, hecho que provocó una auténtica conmoción nacional, de ahí que se conozca como el “Desastre del 98”.
Entre las consecuencias de la derrota militar ergo de la pérdida de las últimas colonias destacamos : La pérdida de mercado para las manufacturas españolas (Cuba importaba el 20 % de los textiles catalanes) así como de las importaciones de materias primas (azúcar, tabaco); el antimilitarismo popular alentado por el movimiento obrero y la clase política que tuvo como consecuencia el resentimiento de los militares a quienes se
responsabilizó de la derrota; la inestabilidad política generada tras la desaparición de los líderes políticos Cánovas y Sagasta y que bien refleja la expresión “España ha perdido su pulso” del líder conservador Silvela.
Como respuesta a esta España decadente surge un movimiento intelectual crítico con el sistema de la Restauración al que consideraba una lacra para el progreso (el Regeneracionismo).
Como representante político regeneracionista, destacamos a Joaquín Costa. Al mismo tiempo, la obra literaria de la “Generación del 98” (Unamuno, Ganivet, Maeztu) también forma parte de este movimiento.
En este sentido, La Institución Libre de Enseñanza fundada por Giner de los Ríos apuesta por una educación integral como solución a los problemas intrínsecos de la nacíón.