Portada » Español » Donde son azotadas y humilladas las hijas del cid
La poesía lírica surge como algo natural en la vida de los pueblos, porque está ligada al canto. La jarchas mozárabes, las cantigas de amigo galaico-portuguesas y los villancicos castellanos son modalidades de una lírica común a toda la península ibérica. El tema más constante en todas ellas es el amor en todas sus manifestaciones. Al tratarse de una literatura oral, desconocemos la fecha exacta de su composición. Si hoy día conservamos testimonios de ese tesoro lírico se debe a que fueron recogidas de forma escrita por los escritores cultos de la Edad Media y del Renacimiento.
La lírica arábigo-andaluza se desarrolló en la mitad sur de España en territorio mozárabe. Las manifestaciones poéticas más importantes de este grupo son las jarchas, breves composiciones líricas en mozárabe, que aparecen incluidas al final de las moaxajas (poemas cultos en árabe o hebreo). Estas composiciones extremadamente sencillas expresan generalmente la queja amorosa femenina por la ausencia del amado. Las confidentes habituales de la mujer enamorada son la madre, las hermanas y las amigas. Formalmente, las jarchas se caracterizan por la irregularidad e imprecisión métricas: constan de dos, tres o cuatro versos de medida y rima variables.
La lírica gallego-portuguesa se desarrolló al noroeste de la península ibérica, en el territorio que hoy es Galicia y la zona norte de Portugal. Esta lírica tiene su manifestación más significativa en la cantiga. Dentro de las cantigas, las cantigas de amigo son composiciones en gallego-portugués algo más extensas que las jarchas. También expresan generalmente la queja amorosa femenina por la ausencia del amado. Junto con las confidentes ya mencionadas, en las cantigas de amigo también se encuentra la naturaleza. En las cantigas de amigo domina el ritmo y la sugerencia, con una fuerte monotonía que se manifiesta en el uso limitado de vocabulario y de las estructuras sintácticas. A ello ayuda, principalmente, la utilización del paralelismo.
La lírica tradicional castellana es el núcleo lírico más tardío. Esto quiere decir que en la lírica castellana hay que esperar unos cuantos siglos (hasta el XIV-XV) para que autores cultos castellanos recogieran por escrito estas canciones. Hasta ese momento se transmitieron oralmente.
Los villancicos son composiciones en castellano que presentan una mayor riqueza temática que las otras manifestaciones líricas. Entre los villancicos de amor destacan las albas, que cantan el encuentro o la despedida de los enamorados al amanecer, y las mayas, que celebran la llegada de la primavera. Los guardianes de los castillos entonaban durante la noche los villancicos de vela; con los de trabajo, los campesinos hacían más soportables las labores agrícolas de la recolección. Los villancicos de viaje (también llamados serranas) cantaban las peripecias de los viajeros al atravesar la sierra. A nivel formal, el villancico está conformado por dos, tres o cuatro versos a los que posteriormente se les añade una glosa. Las estructuras métricas habituales son la zejelesca y la paralelística.
La épica medieval no tiene relación con el mundo culto grecolatino. La épica clásica resurgirá en las epopeyas del Siglo de Oro (XVI-XVII) y será culta, pero la épica medieval es de carácter popular. La épica es la narración de las hazañas de un héroe, antepasado del pueblo que las canta. Los poemas épicos cuentan sucesos de carácter histórico convenientemente literaturizados. Estos poemas recibían el nombre de cantares de gesta porque, en efecto, se recitaban o cantaban acompañados de una melodía y porque relataban gestas o hazañas de grandes héroes en quienes se identifica toda la colectividad, que proyecta en ellos sus deseos de autoafirmación frente a otras comunidades vecinas; de esta circunstancia se deduce el carácter nacional de estos relatos en verso. La épica nace, por tanto, en la Edad Media, unida al despertar de la conciencia nacional de los pueblos. Todos estos cantares difunden valores propios de la aristocracia feudal, valores que estarían encarnados en los héroes del relato. Los cantares de gesta son difundidos por juglares, individuos de vida errante que recorren castillos y aldeas; a cambio de dinero, informan de los acontecimientos de actualidad a un público ávido de noticias (función informativa) y lo divierte mostrando un amplio repertorio de habilidades, como juegos de circo, acrobacias o acompañamiento de instrumentos musicales (función lúdica). El arte de los juglares, descuidado y espontáneo, se conoce como mester de juglaría. En castellano apenas se conservan cantares de gesta, solo el Cantar de mio Cid y otros dos textos épicos: un fragmento del Cantar de Roncesvalles y el titulado Mocedades de Rodrigo. No obstante, puede suponerse la existencia de otros cantares hoy perdidos.
El Cantar de mio Cid se conserva en un manuscrito de principios del Siglo XIV, pero compuesto mucho antes. Algunos investigadores lo datan hacia 1140; otros, en cambio, estiman que es de finales del s. XII o principios del XIII (copiado por un tal Per Abat en 1207). Se ignora quién fue su
autor.
El Cantar exalta la figura del héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, que, desterrado por el rey Alfonso VI, marcha de Castilla y conquista la ciudad de Valencia. Posteriormente se reconcilia con el monarca y termina casando a sus hijas con los infantes de Navarra y Aragón, por lo que se emparente con reyes. El tema de la obra es el proceso de engrandecimiento del héroe que, desde una situación inicial deshonrosa (el destierro), consigue la recuperación de su honra y el máximo encumbramiento social.
• El Cantar del destierro nos relata cómo el Cid, consternado, abandona Castilla por orden del rey, se adentra en tierra de moros y consigue sus primeras victorias.
• El Cantar de las bodas refiere la conquista de Valencia, el reencuentro con su familia en dicha ciudad y el casamiento de sus hijas con los infantes de Carrión.
• El Cantar de la afrenta de Corpes narra el ultraje que sufre el Cid en las personas de sus hijas, humilladas y abandonadas por sus respectivos esposos, y la posterior reparación en las cortes de Toledo; finaliza el cantar con el anuncio del matrimonio de aquellas con los infantes de Navarra y Aragón.
En relación a la métrica, los más de tres mil versos del Cantar se agrupan en tiradas monorrimas y asonantes. Las tiradas son de desigual extensión (de 2 a 190 versos). Los versos, largos e irregulares, están divididos en dos hemistiquios con fuerte cesura intermedia.
En cuanto a sus valores artísticos, el Cantar de mio Cid destaca por su Realismo, tanto histórico como geográfico. El Cantar refleja la organización social y las costumbres de la época; refiere sucesos y menciona personajes que, en su mayoría, son verídicos y describe con exactitud los distintos escenarios en los que transcurre la acción. Cabe mencionar también la pericia del autor o autores al conjugar en la persona del protagonista la faceta heroica y la humana. Asimismo, en el Cantar se refleja el espíritu de todo un pueblo, involucrado en una empresa común (la Reconquista) y que proyecta en el héroe sus cualidades identificadoras: amor a la familia, lealtad al Rey, generosidad, religiosidad, sentido democrático (el Cid, simple infanzón, exige al Rey, que representa la defensa del pueblo contra los abusos de la nobleza, que los infantes de Carrión, alta nobleza, sean juzgados y declarados culpables en las cortes de Toledo).
A nivel estilístico, en el Cantar confluyen rasgos idiomáticos propios de la épica y, por tratarse de una literatura de transmisión oral, recursos de la lengua hablada. Son rasgos del estilo épico, por ejemplo, el epíteto ritual o épico, con el que se asigna a los seres animados o a las cosas un rasgo identificador (“mio Cid, el que en buen hora nacíó”; “Castilla la gentil”), o las dualidades o bimembraciones (“burgueses e burguesas”; “Fabló mio Cid bien e tan mesurado”). Entre los procedimientos de la lengua oral hablada (estilo oral formulario) cabe destacar el uso del vocativo y de formas verbales en 2ª persona de plural, con los que el juglar se dirige a los oyentes para mantener su atención (“Mala cuita es, señores, aver mingua de pan”; “fablava mio Cid, commo odredes (oíréis) contar”).
Los romances son breves composiciones épico-líricas que surgen de la fragmentación de los antiguos cantares de gesta (tesis tradicionalista).
Los romances, cuyas primeras manifestaciones se remontan a finales del Siglo XIV, se transmiten oralmente durante el Siglo XV. Serán los autores cultos de los siglos XVI y XVII quienes los recojan por escrito. Esos romances constituyen el Romancero viejo o tradicional. Será también en los Siglos de Oro cuando poetas renombrados como Cervantes, Góngora, Quevedo o Lope de Vega compongan, a imitación de los tradicionales, nuevos romances, que constituyen el Romancero nuevo o artístico. Los romances tradicionales son anónimos porque es la colectividad la que, identificándose con ellos, los canta, reelabora y conserva.
Atendiendo a sus temas, los romances tradicionales pueden clasificarse en:
• Histórico-nacionales: proceden de los antiguos cantares de gesta y exaltan a sus héroes. • Novelescos y líricos: creados por la imaginación popular • Fronterizos y moriscos: relatan episodios bélicos que tienen lugar en la frontera entre losreinos moros y cristianos. • Carolingios: se centran en la figura de Carlomagno y los personajes y sucesos con él relacionados. • Bretones: inspirados en la leyenda del rey Arturo.
La estructura métrica de los romances prueba también su estrecha relación con los cantares de gesta. Estos tendían al verso de 16 sílabas dividido en dos hemistiquios de 8. Así, el romance es una descomposición de este metro: una composición formada por una serie indefinida de versos octosílabos que riman en asonante los pares y los impares quedan sueltos (8- 8a 8- 8a…). –Los recursos formales más comunes de los romances son las repeticiones, las enumeraciones, las antítesis, la alternancia de tiempos verbales, el uso de fórmulas y epítetos épicos, el lenguaje
arcaizante, la actualización de la acción mediante el adverbio ya o el presente histórico, las llamadas al oyente, los diálogos frecuentes o la sencillez sintáctica. Por tanto, los romances se caracterizan por su aparente claridad y sencillez. El poder expresivo y dramático de los romances se consigue mediante la concentración, la concisión, la sugerencia emocional. De ahí el fragmentarismo de los romances: en muchos de ellos la acción se inicia y/o termina abruptamente; son carácterísticos los comienzos in media res y los finales truncados.