Hasta la Revolución Industrial, el sistema monetario utilizado hasta 1252 era el bimetalismo (oro– Plata), que tomaba como referencia el florín. El bimetalismo derivó en trimetalismo (oro, plata,
vellón), que permanecíó durante el Siglo XIV. El florín se convirtió en la moneda de referencia para las transacciones internacionales con la difusión de la emisión de monedas de oro alineadas
con esta moneda.
La moneda tenía tres funciones atribuidas: reserva de valor, medio de pago y medida de valor; pero esta ultima función solo la ejercían las monedas en tráfico ya que circulaba una gran
cantidad de monedas.
Hacia 1400 (Siglo XV) se había configurado un sistema en el que: las monedas de oro se usaban para grandes transacciones nacionales e internacionales; las de plata para pagos de
impuestos, rentas, comercio local y regional; y las monedas de vellón para gestiones cotidianas.
La implantación del patrón de oro. El sistema bancario
La expansión comercial del Siglo XVII estuvo sostenida por un importante incremento monetario y medios de pago, además de la aceleración de la velocidad de circulación monetario, debido al
progresivo uso del crédito apoyado por unas instituciones financieras en rápida evolución.
El incremento de moneda y de los medios de pago como son el cheque o la letra de cambio (origen de la letra de cambio) usados por seguridad por los comerciantes originó una situación
económica de inflación principalmente acusada en los productos agrarios dentro de un contexto de incremento demográfico y una gran actividad económica entre otros importantes
acontecimientos. Tal inflación se debía a una escasez de la oferta y el desfase entre el crecimiento de la producción y el de la población.
La evolución de las prácticas bancarias y la creciente utilización del crédito agilizaron la disponibilidad de capitales para las operaciones comerciales, destacando:
– El uso generalizado del cheque.
– El triunfo de la letra de cambio.
– Aparición de los bancos públicos.
Las limitaciones de los bancos municipales y provinciales fueron superadas por los nuevos bancos nacionales, concebidos en el marco estatal y como pieza clave de una ambiciosa política de
control de la moneda, el crédito y las finanzas públicas.
El modelo fue el Banco de Inglaterra, fundado en 1694 como una sociedad anónima que suscribíó un empréstito a largo plazo del Estado garantizado por el Parlamento, a la se le permitíó
emitir billetes en cantidad idéntica a la del empréstito suscrito. Su primer cliente fue el Estado; además actuó como banco de depósito, transferencia y descuento, prestamista de la industria y
un elemento que dinamizó la Economía, aunque el elevado valor de sus billetes restringía su circulación a los medios del alto negocio.
Inglaterra adoptó el patrón oro en 1821 y a su vez fue decisivo para consolidar el dominio del metal como referencia en los medios de pago internacionales, y a Londres como el gran centro
financiero internacional. Este sistema se caracterizaba por:
– La libra (unidad de cuenta se ligó a un cierto peso en oro.
– Las monedas de oro debían ser de libre circulación interior y los billetes de banco en circulación debían ser convertibles en oro cuando se demandara.
– Cualquiera otra moneda en circulación estaba subordinada al oro.
– No se pusieron restricciones legales a la conversión de las monedas en lingotes
– No se impidió la libre importación y exportación de oro.
– La principal virtud del patrón oro era su capacidad de reajustar automáticamente los desequilibrios en las balanzas de pago. (Exportaciones > Importaciones → Recibía oro como pago
y sus reservas aumentaban / Importaciones > Exportaciones → Disminuían las reservas , baja demanda interior de bienes importados y abaratan los productos nacionales en el ext)
El sistema bancario británico siguió teniendo tres componentes: El banco de Inglaterra; unos 60 bancos privados en Londres y 800 bancos privados de provinciales que eran la debilidad y la
fuerza de forma simultanea del sistema en los años 1820.
Cabe destacar la importancia de la Bank Chárter Act, con la que se impusieron las concepciones de la escuela moderna y el anuncio de la <<regla Palmer>> (un principio automático de gestión
monetaria que tratase de liberar a los directores del Banco de su responsabilidad activa en el control de la circulación) que Peel intentó establecer con la norma anterior mencionada de 1844.
En conclusión, el oro servía como la reserva de toda la oferta monetaria del país; la cantidad de oro existente en las arcas del Banco de Inglaterra determinaba la cantidad de crédito que podía
extenderse en forma de billetes de banco y depósitos; estos a su vez, guardados como reservas en otros bancos de emisión y depósito determinaba la cantidad de crédito que podían generar;
y el movimiento de oro dentro y fuera del país causaba fluctuaciones en los precios.