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El objetivo de la filosofía de Hume fue establecer el origen y los límites del conocimiento humano.
Para este filósofo todo conocimiento debe fundamentarse en la experiencia si no quiere caer en el error. En el análisis que hace del conocimiento, Hume llama percepciones a todos los contenidos de la mente. Las percepciones pueden ser de dos tipos:
Impresiones: son los datos de los sentidos, sensaciones y emociones . Las impresiones se caracterizan por ser inmediatas, vivaces e intensas. Ideas: son las representaciones mentales de las impresiones, son, por tanto, mediatas, débiles y poco vivaces. Las ideas pueden ser simples y complejas. Las simples corresponden a impresiones, las complejas se forman por asociación de otras ideas debido a la memoria y la imaginación.
Las combinaciones que el entendimiento humano lleva a cabo para formar ideas complejas a partir de ideas simples, no son arbitrarias sino que obedecen a unas leyes de asociación en virtud de las cuales unas ideas nos hacen pensar inmediatamente en otras. Esas leyes explican, por tanto, el modo como el ser humano organiza sus ideas y debe quedar claro que esa organización procede de nuestra propia estructura mental y no de la realidad.
Esas las leyes son:
Según lo que acabamos de decir, todo conocimiento es una impresión (un dato de la experiencia) o es la representación mental de una impresión (una idea)
. Esto significa que el origen último de todos nuestros conocimientos está en la experiencia y, por tanto, no existen ideas innatas.
Esto significa también que el criterio de verdad para saber si una idea es o no verdadera consiste en averiguar si en el origen de esa idea hay o no alguna impresión que la origine. Si no la hay, habrá que concluir que estamos ante una ficción de la mente que el entendimiento ha producido merced a su capacidad de formar ideas nuevas por asociación de otras.
Con el criterio de verdad que acabamos de describir Hume hace una dura crítica a las cuatro ideas básicas de la filosofía racionalista (A,B,C,D) y de la ciencia siguiendo siempre la misma estrategia: preguntar qué impresión está en el origen de la idea en cuestión, si no hay ninguna podemos pensar que tal idea es una ficción de la mente.
A) Empezamos con la crítica a la idea de substancia extensa o materia. Si buscamos la impresión concreta de la que deriva la idea de substancia material no la encontraremos, lo único que encontraremos será un conjunto de impresiones pero no ese sustrato que llamamos materia cuya existencia es imposible demostrar.
B) Crítica a la idea de substancia pensante o yo: Si buscamos la impresión concreta de la que procede la idea del «yo» no la encontraremos. Todo lo que captamos empíricamente de nosotros mismos es una sucesión de estados psíquicos (sensaciones, emociones, sentimientos, deseos, estados de ánimo…) que se suceden unos a otros. La idea del «yo» surge al asociar con la imaginación y la memoria todo ese flujo de estados psíquicos unificándolos en un supuesto sustrato, al que llamamos «yo”, pero que exista realmente el «yo» no es demostrable, y mucho menos puede fundamentarse todo el conocimiento humano en una idea semejante como hizo Descartes.
C) Crítica a la idea de substancia infinita o Dios: Puesto que no puede señalarse la impresión de la que deriva esta idea, hemos de concluir que la existencia de Dios no es demostrable racionalmente.
D) Crítica al concepto de causa. La causa es un concepto clave en la historia de la filosofía y de la ciencia, pues las leyes científicas establecen una conexión causal necesaria, que se cumple siempre y en todos los casos, entre fenómenos (dado el fenómeno A al que llamamos causa, necesariamente le seguirá el fenómeno B al que llamamos efecto). Hume busca la impresión de la que procede nuestra idea de conexión necesaria y nos dice que si nos atenemos exclusivamente a los datos empíricos lo único que podemos decir es que dos fenómenos se han sucedido hasta hoy. Somos nosotros los que llevados por la costumbre de ver en sucesión espacio temporal estos dos fenómenos terminamos por creer y suponer que en el futuro se seguirán sucediendo. Pero dado que es sólo una suposición debemos concluir que las leyes causales son sólo probables y que por tanto, las leyes científicas tienen un valor hipotético, siempre están sujetas a revisión y la ciencia debe asumir una actitud de permanente investigación.
Para concluir digamos que las ideas de materia, yo, Dios y causa son meras creencias, pero creencias fundamentales para los seres humanos sin las cuales no podríamos desarrollar nuestras actividades cotidianas. Al tiempo vemos cómo el pensamiento de Hume desemboca en el escepticismo que niega la posibilidad de un conocimiento objetivo y seguro de la realidad.
Una vez establecidos los elementos del conocimiento, Hume distingue dos tipos de conocimiento que puede alcanzar el entendimiento humano:
Las relaciones de ideas corresponden a lo que llamamos ciencias formales, matemáticas y lógica, que operan sobre contenidos ideales expresados mediante símbolos sin hacer referencia a cosas materiales que existan realmente. La validez de una proposición matemática depende de su coherencia con respecto al resto de proposiciones matemáticas pero no de la experiencia, puesto que en ella no se afirman hechos sino relaciones entre entidades ideales.
Son llamadas ciencias exactas porque proporcionan un conocimiento cierto basado en la intuición y la deducción.
Las cuestiones de hecho corresponden con lo que llamamos ciencias empíricas (física, química, biología, medicina, sociología), ciencias cuya verdad depende de la experiencia. Aquí ya no cabe un conocimiento puramente racional, basado en la intuición y la deducción sino que debemos basarnos en la experiencia. En este tipo de ciencias no podemos alcanzar el grado de certeza que en las anteriores. La razón es que las ciencias empíricas buscan relaciones causales entre fenómenos y Hume, en su crítica de la idea de causa, ha demostrado que nuestras inferencias causales son sólo probables.
Hume aplica su criterio de verdad a la idea de Dios y muestra que no se ha originado a partir de ninguna impresión previa, por tanto, la demostración de la existencia de Dios es racionalmente imposible. Hume tiene claro que la religión no se basa en la razón, sino que se fundamenta en el sentimiento de miedo a lo desconocido y en la ignorancia de las causas de los sucesos terribles que observamos en la naturaleza. Los seres humanos que sienten miedo buscan protección en los Dioses.
Por otra parte las religiones tienen consecuencias peligrosas, causan infelicidad debido a la intolerancia y al fanatismo que provocan. Y también son peligrosas moralmente porque dan lugar a supersticiones que corrompen a los seres humanos mediante prácticas que dan más importancia a los ritos que a cumplir con los deberes y obligaciones.
Aunque es inevitable que los seres humanos sigan creyendo en Dios, lo que sí que debemos y podemos evitar, una vez asumida la imposibilidad de probar que Dios existe, es el fanatismo y la intolerancia.