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2. El origen de la ética occidental: Sócrates versus los sofistas
Estamos constantemente valorando las cosas y las acciones: una canción es bonita (o fea),
un herramienta es útil (o inútil), etc. Las valoraciones pueden ser positivas (valor) o
negativas (contravalor). También podemos distinguir varias clases de valores:
instrumentales, estéticos, morales, científicos, religiosos, etc. Los valores son guías para la
Con Sócrates y los sofistas se inaugura en Occidente la reflexión y el debate social de la
naturaleza de los valores morales, acerca de lo que es bueno o malo, justo o injusto. Se
preguntan si los valores son objetivos o solo subjetivos. Que una obra de arte sea bella, ¿es
independiente de la consideración de los espectadores o solo es bella porque estos la
consideran así? Los sofistas dirigieron su atención al hombre, sus producciones y sus instituciones. Habían
observado que cada pueblo tenía sus tradiciones, formas de gobierno, creencias, etc., y
mostraban una gran divergencia. Lo que algunas comunidades consideraban bueno, para
otras era malo; y no se podía decir que una fueran mejores que otras, por lo que pensaron
que no tenía sentido buscar criterios o principios universales , válidos para todas las
comunidades humanas: los valles ( bandas, justicia, etc.) eran relativos a cada sociedad y a
cada época. Es el ser humano quien asigna valores a las cosas. Sócrates se posiciónó frente a los sofistas y en contra del relativismo de éstos, busca qué es lo que hace que una acción sea justa, valerosa o virtuosa. ¿Qué hay de común, por ejemplo, en todas las acciones justas? Quien lo descubra
no podrá sino comportarse según
la justicia, tendrá una guía universal y segura para dirigir su vida.
Según Sócrates quien sepa lo que es la virtud será virtuoso, quien sepa qué es la bondad
será una persona buena. Es imposible que alguien sepa que una acción es mejor que otra y
realice esta otra; porque quién conoce realmente la bondad sabe que solo haciendo el bien
será feliz, y nadie quiere ser desgraciado a propósito. No existe nadie realmente malo, lo
que hay son ignorantes: piensan que serán felices comportándose de una manera
determinada, pero eso no es más que ignorancia, porque no saben en qué consiste
realmente la bondad. Por tanto, saber, bondad ( entendida como práctica de la virtud) y
felicidad coinciden. El auténtico sabio es aquel que sabe qué es la virtud y será bueno
necesariamente y, en consecuencia, feliz. Este punto de vista se conoce como
intelectualismo ético.
Las éticas del bien
Consideran que existe un bien supremo hacia el que debe orientarse la vida humana.
¿Cuál es el bien supremo que debemos perseguir?
1.- El eudemonismo de Aristóteles
Aristóteles sostiene que el bien máximo al que podemos aspirar las personas es la felicidad.
Se trata de una meta en sí misma. El término griego para referirse a la felicidad es
eudaimonía. Por eso suele decirse que la ética de Aristóteles es una ética eudemonista.
¿En qué consiste ser feliz? Para aclarar cuál es el sentido de la felicidad, Aristóteles parte
de lo que nos define como seres humanos y ello es porque tenemos razón y palabra. El ser
humano es un animal con logos. Como la capacidad de pensar es nuestra facultad más
noble y valiosa, considera que la felicidad más elevada consistirá en ejercitarla. La más alta
felicidad corresponde a la forma de vida del sabio, que dedica su tiempo a pensar y a
buscar la verdad.
Sin embargo Aristóteles era consciente de que este tipo de vida no estaba al alcance de
todo el mundo ya que incluso los filósofos tienen necesidad de relacionarse con los demás y
de ocuparse de asuntos prácticos. Para ello creía que debíamos ejercitarnos en desarrollarla virtud (griego areté: “excelencia”). Las personas felices son las que se comportan de
manera excelente, porque saben actuar correctamente en cada situación.
La virtud surge de la costumbre de comportarnos de manera adecuada. Así pues, los seres
humanos podemos construir nuestra propia felicidad si nos acostumbramos a elegir bien
cómo actuar en la vida. Debemos procurar elegir siempre el término medio entre dos
extremos y para encontrarlo debemos emplear la razón. La prudencia es de las virtudes
intelectuales, la fundamental que nos ayuda a determinar cuál es la conducta correcta en cada circunstancia.
2.- El hedonismo de Epicuro
Epicuro creía que el placer (hedoné) es el bien supremo que debemos tratar de alcanzar en
nuestra vida. El placer consiste sobre todo en la ausencia de dolor.
Hay que buscar la calma
y el sosiego que solo pueden llegar si perdemos el miedo al destino, al dolor y a la muerte.
El término griego con el que Epicuro expresaba esta aspiración a la tranquilidad es ataraxia:
“imperturbabilidad”. 3.- El utilitarismo
Comparte los objetivos de la felicidad y el placer con Aristóteles y Epicuro, sin embargo,
según el utilitarismo es preciso ir más allá del punto de vista individual. A la hora de actuar
hemos de pensar en las consecuencias de lo que vamos a hacer, debemos considerar
cómo nuestras acciones pueden hacer felices o infelices a las personas que nos rodean.
Así, una acción será moralmente buena cuando proporciones felicidad, bienestar y ausencia
de dolor; un comportamiento será moralmente reprobable si causa malestar y dolor. En el
caso de que nuestra acción pueda hacer felices a algunos e infelices a otros, el utilitarios
nos propone realizar un cálculo de placeres. Una acción es útil cuando hace feliz a un gran
número de personas, produciendo el mayor placer a unos y el menor dolor a otros.
El filósofo inglés Jeremy Bentham fue un destacado utilitaria del Siglo XIX. Para poder
calcular adecuadamente la cantidad de placer y de dolor que generamos, propónía tener en
consideración factores como la intensidad, duración, certeza o proximidad de los placeres.
También propónía que los gobernantes debían basarse en este cálculo de los placeres para
hacer las leyes. Para John Stuart Mill no todos los placeres son iguales, algunos tienen más valor que otros.
Los placeres superiores son los que nos distinguen de los demás animales y entre ellos destacan los placeres intelectuales y morales que son los que pueden proporcionarnos una mayor felicidad.
La ética de la justicia
Para garantizar nuestra convivencia con los demás es necesario que la justicia se respete.
Pero ¿qué es exactamente la justicia? De acuerdo con la definición generalmente aceptada,
la justicia consiste en dar a cada persona lo que le corresponde.
En el mundo actual donde conviven sociedades diversas y complejas, no es fácil saber lo
que es justo o injusto.
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Las éticas de la justicia pretenden encontrar una forma adecuada para laborar las normas
que regulan nuestra convivencia respetando el pluralismo de las sociedades
contemporáneas.
1.- La teoría de la justicia de Rawls
¿Qué condiciones deberían cumplirse para que podamos decir que las normas que rigen
nuestra sociedad son justas?
Hace falta que todas las personas sean tratadas con imparcialidad, y para ello debemos
llegar a un acuerdo que sea aceptable para todos, independientemente de las
circunstancias personales o de la posición en la sociedad.
La teoría de la justicia de Rawls introduce la idea de una posición originaria en la que los
participantes estuvieran bajo un velo de ignorancia. En estas condiciones, las normas
elaboradas entre todos serían justas porque respetarían la imparcialidad.
¿Cuáles serían los principios básicos que habría que respetar?:
– Principio de igualdad: todas las personas deben gozar de derechos y de la máxima
libertad posible.
– Principio de diferencia: las diferencias sociales solo son justas cuando producen un
beneficio para todos los individuos, incluyendo a los más desfavorecidos.
2.- La ética dialógica de Apel y Habermas
Su propuesta ética también aspira a diseñar un procedimiento que nos permita elaborar
normas justas. Esto solo se puede conseguir mediante un diálogo sincero y abierto en el
que todos los implicados traten de llegar a un acuerdo. Un normas es justa cuando todos los
afectados por ella están de acuerdo en aceptarla después de haber dialogado abiertamente
sobre su contenido y consecuencias. Este proceso de diálogo debe estar abierto a todos lo
interesados y debe garantizarse a todos los participantes la posibilidad de expresar su
opinión, esta situación es una comunidad ideal de diálogo.