Portada » Lengua y literatura » Novela existencial de los años 40
La Guerra Civil agravó la situación de crisis que se vivía en los escenarios en los años que precedieron a la contienda. Los dramaturgos renovadores murieron (Valle-Inclán, Lorca) y otros se exiliaron (Max Aub, AlejandroCasona). A todo ello hay que unir las difíciles condiciones económicas que vive el país en la posguerra, la instauración de una férrea censura que limitaba la libertad expresiva y la competencia del cine. Desde los años cuarenta, el teatro burgués, heredero de Jacinto Benavente, es el que goza de éxito comercial. Está formado por obras bien construidas que tienen elegantes diálogos y personajes que pertenecen a la clase media burguesa, cuyas formas de vida y costumbres retrata. El amor, los celos, la infidelidad o los conflictos entre padres e hijos suelen ser los temas predilectos. Dramaturgos representativos de este teatro son, entre otros, José María Pemán, Ignacio Luca de Tena (¿Dónde vas, Alfonso XII?) y Joaquín Calvo-Sotelo (La muralla).En el teatro de humor sí hay renovación gracias a Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. El primero escribe comedias de humor inverosímil y disparatado que presenta una caricatura de la sociedad de la época. Dos de sus obras más recordadas son Eloísa está debajo de un almendro y Cuatro corazones con freno y marcha atrás. Miguel Mihura, el otro renovador, propone situaciones ilógicas y absurdas con un lenguaje ingenioso y crítico contra las convenciones burguesas. Su obra maestra fue Tres sombreros de copa, en ella refleja el fracaso vital del protagonista.
Dos estrenos marcan un cambio de rumbo en el teatro:
Historia de una escalera (1949), de Antonio Buero Vallejo, y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Con el primero comienza el drama realista, que también se ha llamado Realismo social o testimonial. Se caracteriza por la combinación de la preocupación existencial con el testimonio o la crítica social. Buero y otros autores utilizan el drama y un lenguaje realista y crítico para abordar la falta de libertad, la marginación y la desigualdad social. El teatro de Buero se suele dividir en varias etapas: la existencial (Historia de una escalera, En la ardiente oscuridad), la social o histórica (El tragaluz, El concierto de San Ovidio) y la etapa experimental (La fundación, La detonación). Por otro lado, el teatro de Alfonso Sastre pretende reflejar de modo directo el malestar del individuo, que siempre acaba derrotado (La mordaza, Guillermo Tell tiene los ojos tristes). La censura prohibirá dos de sus mejores obras, La sangre y la ceniza y La taberna fantástica. En la década de 1960, influidos por Buero y Sastre, un grupo de dramaturgos continúa el teatro realista y socia que da testimonio de la situación injusta de la época con un tono desgarrado. Temas frecuentes en estos dramas son la intolerancia, la explotación de los trabajadores, la necesidad de emigrar y la pobreza. Algunas de las obras más representativas de este grupo, caracterizado por la denuncia y la protesta, son La camisa, de Lauro Olmo, El tintero, de Carlos Muñiz, y Las salvajes de Puente Genil, de José Martín Recuerda.
En los años sesenta también se representa con éxito otra corriente distinta: el drama simbólico de Alejandro Casona. Este autor volvíó del exilio y reestrenó con mucho éxito obras escritas años atrás como La dama del alba y La barca sin pescador. Además, comienza su producción Antonio Gala que mezcla en sus obras el Realismo y el lirismo y es autor, entre otras obras, de Los verdes campos del Edén y Anillos para una dama. Hacia 1970 surge, influido por las vanguardias europeas, un teatro renovador y experimental en el que pierde importancia la acción y el texto literario en favor de otros elementos del lenguaje escénico: la luz, la expresión corporal, la escenografía… Algunos de los autores más destacados son, entre otros, Manuel Martínez Mediero (Las hermanas de Búfalo Bill), Miguel Romero Esteo (Pasodoble), José Ruibal (La máquina de pedir) y Luis Riaza (Retrato de dama con perrito). En el teatro de renovación tienen protagonismo los grupos de teatro independiente (TEI. Tábano, La Cuadra, El Joglars) en ellos la creación colectiva de la obra, la improvisación y la ruptura de las convenciones escénicas de espacio y tiempo desempañan un papel importante. En esta década también destacan dos autores influidos por las vanguardias: Fernando Arrabal (Picnic ) y Francisco Nieva ( Pelo de tormenta).
El panorama del teatro español en los últimos años del Siglo XX y principios del XXI es heterogéneo. Destaca la corriente del teatro neorrealista. Estos escritores provienen del mundo del teatro y, por ello, poseen una gran dominio de las artes escénicas: José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro, La estanquera de Vallecas), Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano) y José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!). En la actualidad, existen nuevas corrientes que están ganándose la valoración del público: los monólogos de humor, los musicales, el microteatro…