Recordemos que la palabra alienación viene de alienus, que significa algo
ajeno o extraño. Es el acto por el cual se traspasa la propiedad de una cosa. En la
filosofía idealista alemana, la palabra adquiere un sentido nuevo, algo así como
alejamiento del hombre respecto de sí mismo perdiendo su autenticidad. En
definitiva, el hombre se convierte en un ser extraño a ajeno para sí mismo: deviene
otro.
Para Marx el hombre es un ser concreto que se siente alienado al ser
desposeído del producto de su trabajo, convirtiéndose en mercancía, como el
producto que produce. El trabajador no se reconoce en el producto de su trabajo
porque no es dueño del mismo, sino que éste se le expropia por parte del
capitalista. El trabajador es considerado como una mera fuerza de trabajo que
participa en el mercado, es decir, como mera mercancía. El resultado es un trabajo
frustrado y frustrante. Esta alineación, la económica es la causa de todas las
demás alineaciones o desnaturalizaciones del ser humano:
a) Alienación social – alienación política: existen diferentes clases sociales aun
cuando todos los hombres son iguales. Existe una disociación entre sociedad y
Estado. La dependencia del Estado respecto a la sociedad burguesa dista de ser
una relación jurídica neutra, esto es, que concierna sólo a los intereses generales,
sino que esconde una situación de dominación de una parte de la sociedad. El
Estado moderno es “paulatinamente comprado, en rigor, por los propietarios
privados, entregado completamente a estos por el sistema de la deuda pública y
cuya existencia, como revela el alza y la baja de los valores del Estado en la Bolsa,
depende enteramente del crédito comercial que le conceden los propietarios
privados, los burgueses.
b) Alienación ideológica: con Marx la ideología adquiere el significado de una
deformación de la realidad que sirve como justificación de las contradicciones de la
sociedad para enmascararlas e impedir así cualquier transformación. Dentro de la
alienación ideológica hay que distinguir entre:
✓ alienación religiosa, pues la religión sirve de justificación de la injusticia
social promoviendo un mundo de felicidad ilusorio a través de la
resignación. El hombre se pierde en la ilusión de un mundo
trascendente como consecuencia del estado de miseria en que se
encuentra: es como un consuelo, un alivio, el suspiro de la criatura
oprimida. Marx acepta la tesis de Feuerbach El hombre necesita
conocerse, saber quién es. Entonces se enfrenta consigo mismo, se
propone a sí mismo como objeto de su conocimiento. ¿Cómo lo
consigue?: proyectando fuera de sí un conjunto de cualidades que le
pertenecen a él (justicia, verdad, bondad…). Todas esas cualidades las
sitúa en un ser fuera de sí, lo crea y le llama Dios. Dios es
simplemente una pura proyección del hombre
La religión vacía de sustancia humana al ser humano y rellena su
continente con contenidos imaginarios.
“El hombre hace la religión, la religión no hace al
hombre
La miseria religiosa, dice Marx, es a un tiempo expresión de la miseria
real y protesta contra la miseria real. La religión es la queja de la
criatura en pena, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu
de un estado de cosas embrutecido. Es el opio del
pueblo”
✓ Alienación filosófica, pues la filosofía solamente a interpretar y
justificar la realidad impidiendo su transformación.
Para Marx, el sujeto de la historia es el hombre, el hombre concreto, real, viviente,
que intenta realizarse en su trabajo. El trabajo es la actividad creadora del hombre:
el trabajo productivo de bienes materiales.
El hombre vive alienado, pero la alienación religiosa es una alienación secundaria,
derivada: ésta desaparecerá cuando se elimine la alienación económica, que es
la raíz de las demás alienaciones. El hombre no es conocimiento, contemplación,
sino trabajo productivo, trabajo creador. El hombre trabajador se crea a sí mismo, se
hace, se desarrolla, se potencia a sí mismo transformando la naturaleza, desarrolla
su personalidad dominando la naturaleza mediante el trabajo.
El hombre, al trabajar, al desarrollar su actividad productora mediante el trabajo, se
proyecta sobre los productos de su trabajo: pone en cada producto algo de su
ser, toda su energía humana, sus cualidades…, en definitiva, el producto es una
objetivación del trabajador.
Es en el trabajo donde el hombre, en principio, debería realizarse como hombre.
Pero en las condiciones del trabajo asalariado sucede exactamente todo lo
contrario; lo que sucede es la alienación del hombre. Si esta separación que existe
entre el trabajador y el trabajo, necesaria para que haya trabajo, no se suprime, no
se acortan estas distancias, no hay reencuentro, el trabajador queda alienado,
separado de sí mismo, porque el producto del trabajo es él mismo, el mismo hombre
trabajador convertido en una mercancía que se vende en el mercado.
La interacción entre propiedad privada y trabajo desnaturaliza a éste último hasta
convertirlo en algo extraño, ajeno al ser humano. El trabajo bajo las condiciones de
propiedad privada se convierte en una simple mercancía tanto menos valiosa
cuanta mayor es la cantidad de ellas en circulación. En el trabajo enajenado, el
producto ha perdido la capacidad de expresar la personalidad del trabajador.
El hombre va por un lado y los productos van por otro distinto. Los productos
elaborados por el trabajador no han retornado a él. Se han quedado en manos de
unos pocos: los propietarios de los medios de producción.
Al considerar los productos de su trabajo como una cosa distinta de él, como una
realidad distinta del mismo trabajador, se produce un distanciamiento de sí mismo,
un desgarramiento de su propia actividad personal, productiva; un desdoblamiento
entre él y sus productos.
El trabajador vende su fuerza de trabajo a otro ser distinto de él, que utiliza esa
fuerza para fines lucrativos. Como el ser humano se crea a sí mismo mediante la
actividad productiva , al tener que vender a otro su propia actividad, lo que hace es
venderle su propia personalidad, para que haga lo que quiera: se convierte así
en instrumento de otro hombre.
El propietario de los medios de producción está manipulando la personalidad del
trabajador para su propio lucro y, por tanto, el trabajador está cosificado.
El trabajador vende su fuerza productiva, su personalidad, para que los
propietarios de los medios de producción manipulen su actividad productiva. Al
vender su fuerza de trabajo a otro, su trabajo se considera como una mercancía,
como una cosa que es entregada a cambio de un salario. El patrón paga todo esto
como paga el aceite de una máquina, la maquinaría o las materias primas. Y de la
misma manera que intenta ahorrar costes en estas, hace lo mismo con el
Las relaciones humanas que se establecen entre dos personas se convierten en relaciones conflictivas. Se forman dos clases sociales antagónicas cuya oposición es irreductible: la burguesía y el proletariado.