Portada » Historia » Sectores políticos q apoyaron a rosas en primer gobierno
La articulación del movimiento obrero español se produjo en los años del Sexenio Democrático. La mayor tolerancia propia del Sexenio alentó el asociacionismo obrero, que estará influido por el anarquismo y el socialismo, y se alejará del republicanismo por no cumplir sus promesas sociales. Este incumplimiento, así como la creciente influencia del anarquismo a raíz de la presencia del primer congreso de la AIT en Barcelona, hizo que el movimiento obrero se posicionara contra el gobierno y apoyara insurrecciones y la revuelta cantonal. La llegada de la Restauración supuso la represión de esta primera etapa del movimiento obrero. Desde la clandestinidad, el movimiento obrero formará parte de la oposición al sistema de la Restauración, y la mayor permisividad a partir de 1881 permitirá la fundación de partidos obreros y sindicatos, aunque marginado del sistema y muy dividido. En 1879 Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), como partido de clase que defendía los derechos del proletariado. Fue legalizado en 1881 por el gobierno liberal de Sagasta y se hizo fuerte en Madrid, Asturias, Sevilla, Vizcaya y Cataluña. Con el tiempo, el PSOE combinó el ideario revolucionario marxista con medidas más realistas, como la participación en la vida política, la creación de las sociedades de produccióny consumo o la Mutualidad Obrero de Madrid. Su medio de comunicación fue el semanario El Socialista, pronto convertido en diario. En 1888, en un congreso en Barcelona, se fundó la Uníón General de Trabajadores (UGT), sindicato de orientación socialista. En 1890 se celebraba por primera vez el 1º de Mayo con pequeñas manifestaciones y el mismo año se fundaba la primera casa del pueblo. Con la ley electoral de 1890 (sufragio universal masculino), el PSOE concentró todos sus esfuerzos en la participación activa política, aunque no consigue su primer escaño hasta 1910. El anarquismo fue la ideología obrera más influyente en la Restauración. Sus ideas de abolición de la propiedad individual y de una revolución social total eran muy atractivas para una población en situación de total miseria. Fue introducido durante el Sexenio por Fanelli, discípulo de Bakunin, y en 1881 aparece el primer sindicato anarquista, la Federación de Trabajadores de la Regíón Española (FTRE). En esta etapa se centró en la captación de seguidores y la acción terrorista, por lo que fueron perseguidos. La mayor difusión se dio durante la regencia de María Cristina, sobre todo entre el campesinado andaluz y los obreros catalanes. No obstante, estos grupos tendrían diferentes formas de actuar: los obreros industriales optan por la vía sindical, poco útil para los braceros andaluces por su dispersión, por lo que éstos optarán por actuar de manera más radical. Su oposición a toda forma de poder y la acción violenta hicieron del anarquismo una amenaza al poder establecido. Cánovas fue asesinado por un anarquista, al igual que otros políticos de la época. La organización La Mano Negra sembró el terror desde la década de 1880. En Barcelona el atentado de 1896 contra la procesión del Corpus dio lugar a un proceso que acabó con la ejecución de varios acusados. La fuerte represión acabó con la FTRE y dividíó al anarquismo en dos corrientes: los partidarios de seguir con la acción directa y los que preferían luchar por la revolución a través de los sindicatos. Estos últimos fundaron en 1911 la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Como respuesta al avance de socialismo y anarquismo a nivel mundial, en esos años se desarrolla la doctrina social de la Iglesia, que se establece de manera definitiva en 1891 a través de la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII. En ella reconoce los abusos a los que estaban sometidos los obreros y condena al capitalismo liberal. Pretendía establecer una alternativa a los movimientos obreros propugnando una sociedad en la que obreros y patronos vivan en armónía y justicia, siguiendo los principios católicos de caridad y solidaridad. Exhortaba al Estado a socorrer a los más desfavorecidos mediante fórmulas de asistencia social. Negaba la existencia de la lucha de clases y animaba al diálogo entre patronos y obreros como solución a los problemas de éstos.
En Cuba existía un movimiento liberal de cierta importancia, compuesto por pequeños y medianos propietarios de tierras y clase media en general. En principio solo aspiraban a una mayor autonomía de la isla que les permitiera adoptar decisiones acordes con sus intereses, pero la insensibilidad española ante sus peticiones, el auge del imperialismo europeo y el creciente expansionismo de Estados Unidos empujó a este sector del reformismo a la revolución independentista. En 1868 se inició en Cuba la guerra de los Diez Años (con el “grito de Yara”). El gobierno intentó abolir la esclavitud y conceder reformas políticas, pero los sectores económicos españoles con intereses en Cuba se negaron. Esta guerra acabó con la Paz de Zanjón, ya en el periodo de la Restauración. En ella el gobierno español ofrecíó algunas concesiones a los rebeldes cubanos. Sin embargo, la mayoría de los políticos españoles eran contrarios a conceder ningún tipo de autonomía a Cuba, ya que para ellos autonomía e independencia eran equivalentes. Por ello, se rechazó la reforma administrativa y la ampliación del censo propuestas por Maura. Tan tajante actitud provocó que disminuyeran cada vez más las filas de los partidarios cubanos de la autonomía y aumentaran las de los independentistas. Las tensiones aumentaron al hacerse patente la oposición cubana a los fuertes aranceles proteccionistas que España impónía para obstaculizar el comercio con Estados Unidos (principal comprador de productos cubanos). Así, en 1895 estalló la revuelta bajo la dirección de José Martí, quien fundó el Partido Revolucionario Cubano. La insurrección comenzó en la parte oriental de la isla y entre sus dirigentes contó con Antonio Maceo y Máximo Gómez, que consiguieron extender el conflicto a la parte oriental. El gobierno (presidido por Cánovas) respondíó enviando el ejército bajo el mando de Martínez Campos. La falta de éxitos decidíó el relevo de Martínez Campos por Valeriano Weyler, representante de la línea dura, cuyo objetivo era la victoria militar sin negociaciones. La dificultad de proveer de alimentos y asistencia médica produjo una elevada mortalidad civil y militar. El nuevo gobierno liberal decidíó probar una estrategia de conciliación y negociación, concediendo a Cuba la autonomía, el sufragio universal, la igualdad de derechos y la autonomía arancelaria. Pero las reformas eran tardías y los independentistas (apoyados por EE UU) se negaron a aceptar el fin de las hostilidades. La clave del conflicto fue la intervención de Estados Unidos, cuyos intereses económicos en la isla desempeñaron un papel de primer orden. Finalmente, tuvo lugar la voladura del acorazado estadounidense Maine en 1898. Enviado a la bahía de la Habana con el fin de proteger a los residentes estadounidenses en Cuba, explotó en extrañas circunstancias; con este pretexto, Estados Unidos declaró la guerra a España (a la que responsabilizaba del suceso). Los motivos que explican este proyecto expansionista estadounidense son: 1.El interés económico en las minas y en las plantaciones de azúcar cubanas. 2. El interés estratégico en afianzar el control militar sobre el mar Caribe. La flota española fue aniquilada en Santiago de Cuba, mientras tropas estadounidenses invadían Cuba y Puerto Rico. La guerra fue un paseo militar para EEUU y la armada española quedó destruida. Durante el conflicto bélico EEUU conquistó las colonias españolas de Puerto Rico, que sirvió de excelente base militar, y Filipinas, donde encontraron un centro de operaciones para penetrar en los nuevos mercados de Asía. En Diciembre de 1898 se firma el Acuerdo de Paz de París entre España y EEUU. Según el contenido de este tratado, España cedíó a EEUU la isla de Puerto Rico (actualmente «estado asociado» de EEUU) y Filipinas. Por otra parte, Cuba alcanzó la independencia, aunque de hecho quedó bajo «protección» estadounidense hasta mediados del siglo XX. El Tratado de París representó, al mismo tiempo, el primer capítulo del colonialismo estadounidense y el último del colonialismo español en América y el Pacífico. Además, las pérdidas humanas para España se elevaron a 230.000 soldados, todos ellos reclutados entre las clases trabajadoras por el sistema de cuota: los jóvenes llamados a quintas podían librarse del servicio militar si pagaban una elevada cantidad de dinero o cuota en concepto de redención o si retribuían a un sustituto. De aquí la enorme trascendencia emocional que tuvo la crisis de 1898.
Entendemos por industrialización el proceso por el que un Estado pasa de una economía basada en la agricultura a una fundamentada en el desarrollo industrial, en el que éste representa el aporte fundamental del PIB y ofrece trabajo a la mayoría de la población. Comparado con la Europa occidental, la evolución del sector industrial español a lo largo del Siglo XIX padecíó de un relativo atraso y de una expansión muy limitada, debido a varios factores, fundamentalmente estructurales. En primer lugar, en Gran Bretaña, cuna de la revolución industrial, se llevó a cabo un cambio revolucionario en el sistema político, lo que permitíó el desarrollo de un sistema parlamentario burgués y liberal, que facilitó la aprobación de todas las reformas necesarias para lograr el cambio en las estructuras productivas, bajo la idea del liberalismo económico: revolución agraria, financiera, técnica, demográfica etc. Este proceso también sería aplicable a otros países europeos como Francia o Bélgica. En el caso español, los cambios políticos fueron lentos y tardíos, puesto que no fue hasta la década de los 30 cuando se puso en marcha el Estado liberal. Las reformas económicas derivadas del liberalismo también estuvieron limitadas, con el relativo fracaso de los objetivos de las desamortizaciones, ya que, en lugar de favorecer el desarrollo de una burguésía activa, favorecíó la ampliación de la oligarquía terrateniente y absentista, poco preocupada por invertir en sectores industriales, salvo en Cataluña y Vizcaya. La falta de capitales nacionales para invertir en la industria, llevó a algunos sectores, como la minería o el ferrocarril, a caer en manos del capital exterior. Otro problema importante fue la falta de comunicaciones modernas, que permitiesen el desarrollo de un mercado nacional coherente y articulado, algo imprescindible para el desarrollo industrial, porque si no hay demanda no hay producción. A pesar de la aprobación de la Ley General de Ferrocarriles, este sector, fundamental en la industrialización de otros países europeos, se desarrolló lentamente, en una red radial y centralizada, que impedía la necesaria articulación territorial, dificultando el transporte de materias primas, productos elaborados, mano de obra, etc. Por otra parte, en España tampoco se produjo la revolución demográfica experimentada por otros países. Comienza el siglo aún inmersa en un ciclo demográfico antiguo, con una mortalidad muy elevada y un crecimiento vegetativo bajo, que impide que se liberen brazos de la agricultura, que es todavía muy atrasada. A finales del Siglo XIX, la actividad agraria seguía siendo el sector predominante en la economía española, con la excepción de Cataluña, Vizcaya y Asturias. Se trataba de una agricultura anclada en formas de propiedad y explotación poco desarrolladas, lo que frenaba la obtención de beneficios y, por tanto, de excedentes de capital absolutamente necesarios para la industria. Junto con la falta de transportes, será el principal problema para la articulación de un mercado interno. Por otra parte, la política arancelaria de los sucesivos gobiernos estimuló poco la inversión en innovación, generando una industria poco competitiva y tecnológicamente atrasada.
Cataluña, que comenzó su transición demográfica antes y donde se había conseguido articular una burguésía algo más notable que en el resto del país, será la vanguardia de la industrialización española. Su industria textil, basada principalmente en el algodón y favorecida por el proteccionismo, introducirá las máquinas a comienzos del Siglo XIX, si bien esta mecanización no es comparable a la británica. Esta industria sufríó una evolución marcada por los avatares históricos, con etapas de crecimiento y recesión, hasta la aguda crisis que supone el desastre de 1898. Otro sector vinculado a los inicios de la industrialización será la siderurgia, en la que destacarán País Vasco y Asturias, si bien su desarrollo será tardío y experimentará su mayor expansión ya en el último cuarto del siglo. Un sector muy vinculado a la siderurgia, por su necesidad de hierro y carbón, será la minería. A pesar de la gran riqueza mineral de España, la falta de inversiones hizo que la minería estuviera controlada por inversores extranjeros. Como muestra, España era a finales del Siglo XIX el mayor exportador de hierro de Europa, mientras que su producción siderúrgica era de las más bajas, síntoma del atraso de la industria. A estas industrias principales se unen otras de menor peso, herederas de la tradición artesanal. Es el caso de la industria agroalimentaria. Destacará particularmente la producción de aceite de oliva y vino, gran parte de la cual estaba destinada a la exportación. Sin embargo, también en este caso va a destacar la inversión extranjera. Esta situación de atraso irá cambiando poco a poco entrado el Siglo XX, pero la realidad de la primera mitad de este siglo será la de una economía estancada en viejas estructuras productivas, que convertían cada periodo de recesión en una auténtica crisis de subsistencia.