Portada » Lengua y literatura » Cual es el propósito de la Generación del 27 facts
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Los años cuarenta se caracterizan por la continuidad antes de la guerra, especialmente al drama burgués al estilo de Benavente, Este teatro es cultivado por autores como Pemán, Calvo Sotelo o Luca de Tena, afines a las convenciones y sin problemas con la censura.
Así, Miguel Mihura (Tres sombreros de copa), autor de un teatro cercano al del absurdo, siempre plasma cierta intencionalidad crítica y acentúa aún más las carácterísticas inverosímiles de la acción. Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro, Cuatro corazones con freno y marcha atrás).
-En los años cincuenta surge y se desarrolla la llamada “generación realista”. Se trata de un grupo coherente, de izquierdista, cuyo objetivoes la crítica de la realidad española de su época a través de una estética predominantemente realista. Se trata de un teatro poco innovador desde el punto de vista formal, por cuanto los autores se preocupaban más del contenido y el mensaje, buscando la identificación del público con los personajes. Absurdo, siempre plasma cierta intencionalidad crítica y acentúa aún más las carácterísticas inverosímiles de la acción. Antonio Buero Vallejo, autor de dos de las obras fundamentales del teatro de posguerra: Historia de una escalera y El tragaluz, en las que representa una línea de teatro crítico, con un papel primordial del diálogo
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Los años sesenta de un movimiento de renovación caracterizado por un acercamiento al teatro extranjero y por la posibilidad de introducir un teatro vanguardista que apenas pudo ver la luz hasta casi el final de la dictadura, por lo que se habla de un teatro soterrado. Esta renovación la desarrollan autores individuales como Francisco Nieva, Miguel Romero Esteo y, sobre todo, Fernando Arrabal, creador del “teatro pánico”, que pretende unir lo absurdo con lo cruel; pero también grupos independientes, que crean sus espectáculos de forma colectiva: Tábano, Els Joglars, La Cuadra de Sevilla, La Fura dels Baus.
-El fin de la dictadura trajo consigo una serie de expectativas para el teatro que, poco a poco, fueron decayendo. Se tiende, por un lado, al teatro institucional subvencionado, con grandes presupuestos y personal profesional, que a da a conocer nuestro mejor teatro, clásico y contemporáneo. Esta línea más tradicional, basada en la importancia de los diálogos, es representada por autores como Antonio Gala (Anillos para una dama), José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro), José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!), Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano) o el reciente Juan Mayorga (El chico de la última fila).
El teatro español del Siglo XX, es bastante pobre, tanto en lo teatral como en lo dramático, de tal manera que no participa en las innovaciones del teatro europeo. Hay dos modelos teatrales: uno que triunfa, teatro comercial, que goza del favor del público, y otro, el teatro renovador, que no alcanza éxito pese a su superior valor literario.
A finales del Siglo XIX se producen varios intentos de acabar con el teatro melodramático ROMántico, que tenía su máximo representante en José Echegaray. En este teatro comercial y de éxito se incluyen tres tendencias: ▪ El drama burgués, realista y suavemente crítico, que es continuador del Realismo del XIX, renovando algunos aspectos para adaptarse a los gustos del público burgués. Su principal representante es Jacinto Benavente (La Malquerida), con obras poco conflictivas y diálogos elegantes.
▪ El teatro costumbrista, de raíz costumbrista y sin pretensiones críticas, cuyo propósito era entretener al público. Dentro de esta tendencia se encuadran los hermanos Álvarez Quintero, representantes del teatro regionalista andaluz irreal y tópico (El genio alegre); Carlos Arniches, autor madrileño y creador de la “tragedia grotesca” en un ambiente castizo y achulado (La señorita de Trevélez); y Pedro Muñoz Seca, inventor del “astracán”, parodia en verso que busca la comicidad con chistes vulgares y chabacanos (La venganza de don Mendo).
Frente a este teatro de éxito se levantan otras tendencias más innovadoras.
El teatro del 98, con Unamuno utilizando el drama como instrumento para plasmar los problemas que le obsesionaban y Azorín, que desarrolla su labor como crítico teatral. ▪ El teatro del 27, destaca Salinas, Alberti, Miguel Hernández, depura el teatro poético, incorpora las formas de vanguardia y busca acercar el teatro al pueblo. Algunos dramaturgos del teatro renovador y marginado fueron: Jardiel Poncela y Miguel Mihura, renovadores; del teatro humorístico; Alejandro Casona, que combina el humor y el lirismo en sus obras, aunque ya en el exilio escribe su obra más importante La dama del alba, en la que la dama representa la muerte que llega a una aldea; Max Aub fue pionero en la frustrada revolución escénica, con comedias que tratan la incapacidad del hombre para comprenderse, entender la realidad y comunicarse. Valle-Inclán es uno de los fundamentales de la escena mundial de la época. Su obra sigue una constante evolución hasta llegar a su gran creación: el esperpento (Luces de bohemia), donde aparece una visión grotesca y deformada de la realidad, precisamente para descubrir sus aspectos más profundos; al mismo tiempo sintetiza elementos dispares: lo vulgar y lo literario, lo social y lo existencial…
García Lorca referente principal del teatro del 27.
Su obra, plena de elementos líricos y surrealistas es variada, se distinguen tres etapas: la etapa inicial se caracteriza por la experimentación formal y temática (El maleficio de la mariposa, ); la etapa vanguardista, de carácter surrealista, incluye dos obras: El público y Así que pasen cinco años; por último, su etapa de plenitud comprende las obras escritas entre 1933 y 1936, Bodas de sangre y Yerma, que formarían parte de una probable “trilogía dramática de la tierra española” junto a la inédita e inacabada La sangre no tiene voz.