Portada » Historia » Gobierno largo de o’donnell
El movimiento revolucionario que proporciona el regreso a los progresistas es muy complicado. Hay una división de los moderados y la conspiración de progresistas y demócratas. El pronunciamiento dirigido por Leopoldo O’Donnell condujo a un enfrentamiento con las tropas gubernamentales de Vicálvaro (Madrid, Junio 1854). En un primer momento los sublevados sólo querían un cambio de gobierno sin cuestionar a la Corona ni a la Constitución de 1845, pero la necesidad de contar con más apoyos llevó a O’Donnell a la publicación del Manifiesto de Manzanares, donde se contemplaban reformas en profundidad (reinstauración de la Milicia Nacional, descentralización, ampliación del derecho al voto, ley de imprenta y convocatoria de Cortes). Ello permitíó que las Juntas de Salvación se unieran al movimiento. La participación popular se extendíó por todo el país y la radicalización de las manifestaciones obligó a Isabel
II a llamar a Espartero para formar un gobierno de coalición entre progresistas y moderados. Todo esto se convirtió en una revolución política por el conjunto de reformas puestas en marcha en el corto periodo de duración del bienio.
El gobierno presidido por Espartero con O’Donnell de Ministro de la Guerra, tenía como objetivo iniciar un proceso de modernización: redacción de una nueva constitución y un conjunto de medidas económicas. La Constitución de 1856, llamada nonata porque no llegó a entrar en vigor, reconocía los principios del ideario progresista:
Soberanía nacional, limitación de las atribuciones de la Monarquía, ampliación de derechos y libertades y tolerancia religiosa. Las Cortes continuaron siendo bicamerales, pero congresistas y senadores serían elegidos por los ciudadanos. Las principales reformas económicas fueron la nueva ley desamortizadora (desamortización general o civil de 1855) a cargo de Madoz, afectó a los bienes de la iglesia, de las órdenes militares y sobre todo de los ayuntamientos. El volumen de lo puesto en venta era mayor que en 1836 y se pretendía conseguir recursos para la Hacienda y las inversiones públicas (construcción ferrocarril). La burguésía adinerada fue la gran beneficiaria, lo que provoco el empeoramiento de las condiciones de vida de los campesinos, privados del uso de terrenos comunales. La Ley General de Ferrocarriles (1855) fue otra gran medida económica. Regulaba la construcción y ofrecía incentivos a las empresas que invirtieran, muchas de capital extranjero. Pretendían articular un mercado de ámbito nacional. Por último la Ley de Sociedades Bancarias originó el nacimiento del Banco de España. El bienio se caracterizó por una gran inestabilidad política y por la conflictividad social. La situación de la crisis económica produjo levantamientos obreros en las ciudades (huelga general de Barcelona 1855) y motines en las zonas rurales (1856). Esta situación provocó la sustitución al rente del gobierno de Espartero por O’Donnell que reprimíó las protestas, frenó las reformas políticas y restablecíó la constitución de 1845.
En los años siguientes a la finalización del Bienio progresista se sucedieron barios gobiernos moderados y se produjo la entrada en la escena política de la Uníón Liberal, nuevo partido creado y liderado por 0’Donnell. La nueva fuerza se decantó por un constitucionalismo moderado, una ampliación de la libertad de imprenta y promoción del desarrollo económico. Tras n breve gobierno de O’Donnell, la reina confió la presidencia del Consejo de Ministros a Narváez. La acción política de este gabinete formado por político muy conservadores, como de los siguientes que se sucedieron hasta 1858, se caracterizó por la vuelta al modelo político anterior a 1854. Se rehabilitó la Constitución de 1845, se suspendíó la desamortización, se reanudaron las relaciones con la Santa Sede y se reformó en sentido restrictivo el Senado. Se aprobó la Ley Moyano (1857) por la que se ordenaba el sistema educativo. Los gobiernos moderados quedaron desacreditados por sus fuertes escisiones internas.
En 1858 con el regreso de O’Donnell se abríó una nueva etapa en el reinado de Isabel II en la que se ensayó una solución política protagonizada por la Uníón Liberal. Este periodo de cinco años (1858-1863) conocido como el Gobierno Largo consiguió una importante estabilidad política y el mantenimiento del orden público. Los intentos de subvertir el sistema de los carlistas de San Carlos de Rápita (1860) y los disturbios campesinos en Andalucía (insurrección de Loja de 1861) terminaron en fracaso. La estabilidad política de estos años se vio favorecida por el progreso económico. Los unionistas potenciaron la expansión del ferrocarril, fomentaron la industria metalúrgica (construcción naval), impulsaron el desarrollo industrial y favorecieron la entrada de empresas e inversores de capital extranjeros. En el ámbito exterior, la Uníón Liberal apostó por restaurar el papel del país como potencial internacional, aunque la mayoría de las veces obró de acuerdo a los intereses de Francia y Reino Unido y obtuvo escasos beneficios. El ejército español intervino en distintos puntos de América, Asía y África. En primer lugar se colaboró con Francia (1858-1863) en la Cochinchina en una expedición de castigo por el asesinato de varios misioneros españoles. Después en la guerra de Marruecos (1859-1860), la acción militar más importante del período, que se saldó con pequeñas anexiones territoriales en Ceuta, Melilla y Sidi Ifni. Por último el intento fallido de recuperar Santo Domingo (1861), la expedición a México junto con franceses y británicos (1861-1862) y el enfrentamiento con Perú y Chile (1863-1866) tras varios incidentes comerciales y navales (batalla de Callao).
Desde 1863 se sucedieron gobiernos moderados y unionistas muy inestables y autoritarios, alternativamente presididos por O’Donnell o por Narváez. La inseguridad se agravó por la fuerte depresión económica de 1864-1868 (quiebra ferroviaria, hundimiento del textil catalán, alza de precios agrícolas). La oposición se reforzaba, especialmente desde el ámbito universitario y culminó con los sucesos de la noche de San Daniel (1865), y la sucesivas fallidas de los progresistas contra el Gobierno; sublevación de Prim en Villarejo de Salvanés (Madrid) y del cuartel de San Gil (1866). Finalmente, progresistas, demócratas y republicanos (más tarde también unionistas) firmaron el Pacto de Ostende (Bélgica 1866) cuyos objetivos eran: destronar a Isabel II, elecciones a Cortes Constituyentes y establecer un nuevo sistema político en España.