Portada » Arte » Esquema compositivo de la piedad de Miguel Ángel
Realizada en 1497, se trata de un grupo en mármol de Carrara de maravillosa belleza, en el que una Virgen de asombrosa juventud, sostiene sobre sus rodillas al Hijo muerto. El mismo dijo «La Madre tenía que más joven que el Hijo, para demostrarse eternamente Virgen; mientras que el Hijo, debía aparecer como otro hombre cualquiera en sus despojos mortales».
Se conjuga el cristianismo y el clasicismo, ya que el escultor compartía el concepto neoplatónico de la «presencia de lo espiritual en la materia». El tema de la Pietá supone el momento de mayor humanismo de toda la narración de la Pasión de Cristo.
El dolor de la Madre ante la muerte del Hijo es callado, íntimo, natural en su sentimiento. Su mano abierta es el gesto que acompaña el dolor y la resignación. Está inclinada sobre el cuerpo.
Su manto, con múltiples pliegues, cae al modo clásico,con oquedades que originan contrastes de luz y sombra.
Jesucristo aparece desplomado, sin vida. El artista estudió un cadáver al natural, a través de una profunda observación, lo dotó de veracidad: la cabeza hacia atrás y el hombro sostenido por la mano de la Virgen, que contrasta con la caída inerte del brazo.
Enmarcado en un esquema piramidal, el conjunto es delicado, suave, equilibrado y sin exaltación. Los cuerpos están unidos naturalmente y sin esfuerzo. El virtuoso y perfecto trabajo de pulimentación permite que la escultura brille con intensidad y trasmita la sensación de armónía y sosiego. Miguel Ángel labró su nombre en la cinta que cruza el pecho de la Virgen.
Realizado entre 1501 y 1504 en un solo bloque de mármol de Carrara, con una altura de 5’48 m, incluida la base. Era un bloque ya utilizado en un intento fallido de otro escultor. El encargo lo hizo la Señoría de Florencia. En 1873 fue trasladado a la Galería de la Academia, donde se encuentra actualmente.
Representa una figura masculina, joven, desnuda, de pie, quiere destacar la idea de grandiosidad. La cabeza, de cabello rizado, gira hacia la izquierda, y aparece totalmente concentrada, marcando la pasión contenida que demuestra la vida interior de la figura.
El torso se inclina hacia el lado derecho formando un triángulo con el brazo. Su parte izquierda permanece recta y sin curvar. Las líneas de las ingles, pectorales y cuello destacan la anatomía de un cuerpo joven. El brazo derecho discurre paralelo al cuerpo y la mano se apoya en el muslo; mientras que la izquierda, doblada, sostiene la honda. Ambos brazos aparecen tensos destacando músculos, tendones y venas.
La figura aparece con la pierna derecha firmemente asentada en el suelo y la izquierda adelantada y separada. Todo ello destaca la actitud tensa, la idea de movimiento contenido, con líneas de fuerza que retornan hacia el bloque. Miguel Ángel no se somete a la rigidez matemática de un canon, pero es capaz de captar la perfección anatómica del cuerpo humano. Representa a su David como un joven lleno de vida, con un cuerpo fuerte y vigoroso. Es un culto a la belleza masculina.
Adopta la postura del contraposto, ritmo cruzado entre los miembros del cuerpo (brazo doblado con la honda, frente al derecho estirado a lo largo del cuerpo, pierna derecha en tensión frente a la izquierda que se curva ligeramente), para transmitir una sensación de equilibrio armónico, no simétrico.
En 1505, Julio II le encarga un mausoleo para su sepultura. Miguel Ángel traza grandes proyectos, para una obra que habría de ocupar el centro de San Pedro. En 1513, muerto Julio II, se ve obligado a reducir su idea original, y al final queda en una sencilla tumba adosada a uno de los muros de S. Pietro ad Vincula, decorada con la estatua del profeta Moisés, y dos estatuas femeninas.
Moisés aparece sentado, en una posición que nos recuerda al Laocoonte, con una pierna firmemente apoyada en el suelo, mientras que la otra se desplaza hacia atrás, proporcionando mayor volumen a la figura. El contraposto también se da en los brazos, mientras el derecho se apoya en las Tablas de la Ley formando un ángulo agudo, el izquierdo reposa en ángulo recto sobre su torso.
Las manos son expresivas de su desencanto y se aferran a su barba, mientras que la cabeza de la que salen dos cuernos de luz, símbolo de la visión de Dios, mira hacia la izquierda y es la expresión más elocuente de la terribilitá con que Miguel Ángel dota a esta figura, con fiereza en la mirada, indignado por el descubrimiento de que su pueblo ha traicionado al Altísimo.
Con esta obra, Miguel Ángel rompe con la armónía y el equilibrio del primer Renacimiento. Hay una plasmación de una mayor expresividad y movimiento que hace que esta escultura pertenezca ya al alto Renacimiento y anuncie una nueva manera de concebir la obra de arte.