Portada » Historia » La tercera guerra carlista
La crisis sucesoria.
Fernando VII no había tenido descendencia en sus tres primeros matrimonios. Pero en su matrimonio con María Cristina si. Planteó abiertamente el problema sucesorio. Fernando VII, envejecido, quiso garantizar la descendencia de su hijo o hija. En Marzo de 1830 publicó una Pragmática Sanción que restablecía la línea sucesoria favorable a la sucesión femenina. El infante don Carlos María Isidro, hermano del rey y líder absolutista intransigente, consideró que la medida era ilegal y atentaba contra sus derechos al trono. El conflicto quedó abierto cuando nacíó la princesa Isabel. En Septiembre de 1832 se desencadenan los sucesos de la Granja donde consiguen que Fernando firme la supresión de la Pragmática. Pero el Rey se restablecíó y volvíó a ponerla en vigor. Se puso a Cea Bermúdez, absolutista moderado, al frente del gobierno. Los capitanes generales más intransigentes fueron sustituidos por mandos fieles a Fernando VII, y en Abril Carlos abandonó la Corte y se trasladó a Portugal. Mientras, Cea buscaba apoyos para la regente y para su tímido proyecto reformista. Pero el 29 de Septiembre de 1833 moría Fernando VII, y se iniciaba la regencia de María Cristina. Días después estallaba la primera guerra carlista.
Dos días después de la muerte de Fernando VII, Don Carlos proclamó desde Portugal sus derechos dinásticos (Manifiesto de Abrantes). Fue proclamado rey en ciudades como Bilbao, mientras surgían partidas carlistas por todo el país.
Carácterísticas del carlismo
El carlismo no fue simplemente un movimiento de reivindicación dinástica. Tuvo un fuerte contenido ideológico y de defensa del absolutismo más intransigente. Se reclamaba el legitimismo del derecho sucesorio masculino y la “alianza del Altar y del Trono”. Su composición social era nobleza y ultraconservadores de la administración y del ejército. Se uníó gran parte del bajo clero regular. También tuvo apoyó del campesinado muy influido por los curas rurales; también el artesanado, que temía hundimiento de sus talleres frente a la gran industria. El carlismo triunfó sobre todo en las zonas del Norte, País Vasco, Cataluña y Maestrazgo Aragónés y valenciano. Apenas tuvo apoyos en las ciudades y en el sur.
La cuestión foral. Se trataba de los privilegios vascos y navarros, mantenidos tras la Guerra de Sucesión, por el apoyo recibido en esas regiones por la dinastía. Consistían en la exención fiscal y de servicio militar, y un derecho civil con diferencias respecto a Castilla.
La primera guerra carlista (1833-1839). En ella, el bando Cristino, en torno a la regente María Cristina y su hija Isabel, tuvo el respaldo de los sectores moderados, reformistas del absolutismo, y de los liberales. También la mayor parte de los generales y del ejército, funcionarios y altas jerarquías de la Iglesia. Se sumaron también la burguésía de negocios, intelectuales y profesionales, clases medias urbanas, escasos obreros industriales y parte del campesinado. El bando cristino contó con el apoyo diplomático y militar de Portugal, Inglaterra y Francia (Cuádruple Alianza).
Los carlistas sólo contaron con los imperios austríaco, prusiano y ruso. Los inicios de la guerra fueron favorables a los carlistas, que derrotaron a las tropas del gobierno gracias a su movilidad y conocimiento del terreno. Pero en 1835 fracasaron en el sitio de Bilbao, donde murió el general
Zumalacárregui, su mejor estratega. En el verano de 1837 estuvieron a punto de tomar Madrid, pero el asalto acabó fracasando. Desde entonces pasaron a la defensiva, y el agotamiento llevó al general Maroto a iniciar negociaciones con el general cristino Espartero, que terminaron en Agosto de 1839 con el llamado abrazo de Vergara. A cambio de su rendición, se reconocieron los grados y empleos de los vencidos. Se incluyó el compromiso de mantener los fueros, aunque los gobiernos liberales posteriores no lo respetaron. Un núcleo carlista, dirigido por el general Cabrera, resistíó hasta la toma de Morella por las tropas de Espartero. El país había soportado seis años de una guerra extremadamente cruenta, miles de muertos y que dejó, sobre todo en el Norte, destrucción, hundimiento económico y un importante arraigo ideológico que propició la permanencia del carlismo. En 1841, la Ley de Fueros de Navarra, llamada ley Paccionada, reguló la situación política de Navarra y creó un sistema específico de privilegios fundamentalmente fiscales. Las tres provincias Vascas también perdieron algunos privilegios forales, pero se conservo su exclusión del servicio militar.
La segunda guerra carlista (1846-1849). El acuerdo de Vergara no terminó con el carlismo. Don Carlos se exilió, y dejó los derechos a su hijo, Carlos VI .En 1846 se intentó pactar la boda del nuevo pretendiente con Isabel II. Pero el fracaso en la negociación inició la segunda guerra . Se incursaron de varias partidas de carlistas en el Pirineo catalán, que consiguieron mantener en jaque al ejército gubernamental-. Pero no se extendieron más allá de Cataluña, por lo que finalmente fueron vencidos. Después continuaron algunas sublevaciones carlistas, como el frustrado pronunciamiento de Carlos VI en San Carlos de la Rápita. Se produjo un nuevo recorte de los fueros vascos denominado »conciertos económicos»
La tercera guerra carlista (1872-1876) Tras la caída de Isabel II y con la venida de Amadeo de Saboyá, Carlos VII, inició la tercera guerra. Consiguieron arraigar en el País Vasco y Navarra, estableciendo su capital en Estella. Lograron algunas victorias como la de Montejurra, pero no se consiguió tomar Bilbao. En 1874 Alfonso XII, consiguió derrotar, definitivamente, a los carlistas (Manifiesto de Somorrostro). Meses después, el gobierno abolía los fueros de Vizcaya y Guipúzcoa , aunque conservó la autonomía fiscal.
El carlismo, en 1879, se reorganizó como un movimiento católico tradicionalista. El marqués de Cerralbo lo reconstruyó como un moderno partido de masas. En el Siglo XX, el carlismo tendría cierto protagonismo, desde posiciones de ultraderecha, en la sublevación militar de 1936, que dio comienzo a la Guerra Civil.