Portada » Psicología y Sociología » Ciclo de la violencia
El síndrome de la mujer maltratada aparece a raíz de la exposición a una relación de maltrato repetido. En general, no se trata de limitaciones de la personalidad de la víctima, sino de la reacción psicológica a la violencia crónica. Los síntomas más significativos son:
La violencia repetida e intermitente, entremezclada con periodos de arrepentimiento y ternura, suscita en la mujer una ansiedad extrema y unas respuestas de alerta y de sobresalto permanente. La sensación de amenaza puede ir referida a su persona y también a la de sus hijos y familiares, lo que produce un temor constante.
Esto hace que exista una mayor dependencia del agresor, lo que hace que éste experimente un aumento de dominio.
Achacan el maltrato a sus propias conductas, creyendo que éstos son provocados por sus comportamientos. Estos sentimientos facilitan su dependencia emocional del agresor.
Las mujeres maltratadas ofrecen un cuadro de debilidad psíquica y deterioro de toda su personalidad que destaca por:
a) Disminución de los recursos personales, por el amedrantamiento que se apodera de ellas, con pérdida de asertividad y volvíéndose sumamente complacientes con los deseos de los demás.
b) Aumento de la inseguridad y disminución de la capacidad para tomar decisiones.
c) Reducción del rendimiento laboral y la capacidad de concentración.
d) Embotamiento o colapso emocional como mecanismo de autoprotección. Las mujeres maltratadas tienden a reprimir sus sentimientos y emociones por miedo, esto les causa situaciones de ansiedad. e
.
Está demostrado que una situación de estrés crónico repercute en la salud de la mujer maltratada. Los niveles altos de cortisol tienen consecuencias negativas para la salud, como dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, bajada de las defensas del sistema inmunitario, lo que hace que la mujer sea más vulnerable a las infecciones, sensación de fatiga crónica y mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Todo ello facilita la automedicación y la dependencia a los tranquilizantes, analgésicos y ansiolíticos para hacer frente al malestar generado por el maltrato. También es frecuente que desarrollen trastornos obsesivos, compulsivos o alimenticios
El futuro no es demasiado halagüeño con respecto a la violencia contra la mujer. Es necesario que la administración de la justicia tenga una respuesta más eficaz ante las denuncias, bien como disponer de mayores recursos asistenciales para atender a las víctimas que precisan refugio y apoyo económico después de la separación Sin embargo, la justicia es lenta y torpe al prestar auxilio y muchas de estas acciones se toman mucho después de que ya se ha instalado el abuso en la relación sentimental.
Existen 2 FORMAS eficaces de luchar contra la violencia en la pareja:
1) Enseñar a las jóvenes a no tolerar, desde la adolescencia, actitudes y actos que se relacionan fuertemente con el abuso en el compromiso afectivo;
2) Intentar que los jóvenes varones desarrollen unas actitudes menos violentas hacía las mujeres. En cualquier país, disminuir el número de jóvenes violentos supone reducir la criminalidad, pues la mayoría de la conducta violenta es masculina.
Debido a la interrelación existente entre violencia contra la mujer y violencia y fracaso en la sociedad, toda acción que suponga luchar contra la delincuencia y violencia en general supone una ayuda para evitar que existan más hombres iracundos y propensos hacia la violencia como forma de controlar a las mujeres.
Se debe educar a las jóvenes ante el fenómeno de la violencia en la pareja. Los estudios sobre abusos emocionales y físicos de las mujeres revelan que muchas jóvenes y mujeres adultas normales y con una sólida educación entran en un proceso de degradación personal y social que va unido a un hombre que, sin saber como, ha conseguido imponer su voluntad y convertir su vida en una pesadilla. No siendo la educación convencional suficiente para prevenir este tipo de procesos, hay que conocer cuales son las actitudes erróneas que las mujeres sostienen para negar la evidencia del inicio de una relación peligrosa, así como los indicadores en el comportamiento de sus parejas que avisan de ese peligro.
Tampoco debe despreciarse el Tratamiento de los agresores de mujeres, una vez que existen programas que mejoran las tasas de reincidencia en comparación con grupos de agresores no tratados.
Scout y Wolfe identificaron a través de entrevistas con 9 agresores reformados: – mayor responsabilidad en la asunción de su conducta pasada de maltrato; – incremento de la empatía hacía el dolor causado a su pareja; – reducción de la dependencia hacia su pareja; – mayor capacidad de comunicación interpersonal.
RESUMIENDO: 1) El hogar es uno de los lugares más violentos en nuestra sociedad; 2) La mujer maltratada permanece largo tiempo en una situación de maltrato por una serie de circunstancias psicológicas y sociales que la hacen sentirse atrapada. No es una debilidad de carácter ni es su culpa; 3) La teoría intergeneracional de la violencia demuestra que para prevenir los malos tratos conyugales no se puede olvidar que muchos maltratadores y víctimas fueron maltratadas en su infancia y aprendieron estos estilos de relación; 4) La criminalidad en la comunidad y en el hogar están relacionadas: un barrio violento suele tener más hogares violentos que otro con una menor tasa de delincuencia. Ello demuestra que los problemas tienden a asociarse – cuando las personas con un estilo de vida violento se agrupan en mayor medida en una zona determinada, la violencia aumentará dentro y fuera de casa.