Portada » Historia » La dictadura de Primo de Rivera. De la monarquía alfonsina a la segunda república
Las dos primeras décadas del siglo no fueron tampoco fáciles. La ocupación del norte de Marruecos tras la Conferencia de Algeciras se convirtió pronto en un problema. En 1909, una protesta contra el envío de reservistas a África en el puerto de Barcelona se convirtió pronto en una insurrección generalizada. Mal que bien, el turno se mntenía, pero cada vez los gobiernos eran más inestables y los líderes más contestados, sobre todo por el crecimiento de unas capas urbanas menos dóciles y el desarrollo del movimiento obrero. En 1917, el deterioro del sistema se va a manifestar en una crisis que tendrá una triple manifestación: militar, con la creaciónde las Juntas de Defensa;
política, con la convocatoria de la Asamblea de Parlamentarios; y social. Durante el periodo 1919-1921, los problemas sociales se recruceden, sobre todo en Barcelona. A las huelgas obreras y los atentados anarquistas responden los patronos con la creación de grupos dedicados a ejercer la violencia contra los líderes sindicales, y el gobierno con la aplicación de la “ley de fugas”.
El Golpe de Estado se presentó como una salida al bloqueo que sufría el régimen constitucional y para evitar el peligro de revolución social. Y pretendía ganarse el favor popular criticando la “vieja política”, la que se venía realizando desde que Cánovas tomó el mando de las operaciones en 1875.
En el manifiesto inaugural, Primo anunció su voluntad de acabar con los caciques, con el bandidaje político y con las amenazas a la unidad nacional. Pero lo que más pesó, tanto en el ejercito como en la rápida aceptación del rey, fue que las Cortes exigieran responsabilidades por el Desastre de Anual. En le norte de Marruecos, conolizado por España desde 1906, se había producido una operación militar desastrosa que había provocado la muerte de miles de soldados españoles. Y las Cortes encargaron a algunos altos cargos del ejército y en el que podía verse involucrado el propio rey.
Las prieras medidas del Directorio Militar dejaron claro su carácter dictatorial: supensión del régimen constitucionañ, disolución de las Cortes, cese de las autoridades civiles, prohibición de las actividades de partidos y sindicatos, etc.
El orden público fue encargado al ejército y se inició una fuerte represeión contra los más radicales del movimiento obrero.
Prohibida la actuación de todos los partidos, de creó uno nuevo, la Uníón Patriótica, con el objetivo de servir de sostén al nuevo régimen y proporcionar los cargos para la administración.
A este partido se afiliaron gentes provenientes del catolicismo, de los funcionarios públicos y caciques locales.
Se inició una política conjunta con Francia que dio lugar al desembarco de Alhucemas, operación militar de gran éxito.
La Dictadura se benefició de la buena coyuntura económica internacional de los años veinte, que llegó una vez que se superaron los problemas generados por la Gran Guerra.
Y en ese contexto realizó una política dirigida al desarrollo de la industria nacional y de las obras públicas: se avanzó de manera importante en la construcción de ferrocarriles, carreteras, centrales hidroeléctricas, etc;
se construyeron en varias ciudades viviendas populares para paliar el enorme déficit de viviendas dignas que existía;
Por otra parte, la dictadura puso en marcha un modelo de regulación del trabajo que pretendía evitar los conflictos a través de la intervención de Estado.
Este modelo tomó forma en la Organización Corporativa Nacional, que articulaba las relaciones laborales sobre la base de las profesiones, creando comités paritarios que estaban formados por el mismo número de obreros que de patronos.
La oposición a Primo d e Rivera estuvo integrada por buena parte de los dirigentes de los antiguos partidos de turno, los republicanos, los anarquistas, los comunistas y la mayor parte de los intelectuales: los partidos del turno, inactivos al principio, se sintieron molestos por la excesiva duración del régimen militar.
EL sector duro creó, en 1927, la Federación Anarquista Ibérica, partidaria de la insurrección popular, desde 1929, el PSOE, cambió su postura colaboracionista por otra de oposición, mostrándose partidario de instaurar una república.
Con respecto a Cataluña, la política de la dictadura fue de represión de sus señas de identidad: liquidación de la Mancomunidad, prohibición de usar en público el catalán o el baile regional de la sardana, clausura del campo del F.C.Barcelona, etc.
Lo que provocó un malestar notable en amplias capas de la población, incluso en los seguidores de la Lliga Regionalista, que inicialmente habían acogido al dictador con notable simpatía
Si al principio fue bien acogida porque arreglaba problemas inmediatos y porque se pensaba que era una solución provisional, con el paso de los años comenzó a perder apoyos y a tener una oposición fuerte. En 1930, Alfonso XIII, temeroso de que el descrédito de la dictadura afectase a la propia monarquía, retiró su confianza al dictador, que dimitíó en Enero de 1930.
Le sustituyó el General Berenguer, con el objetivo de iniv¡ciar la vuelta al sistema constitucional. Pero ese proceso se hizo tan lentamente que la oposición y la opinión púbila comenzó a impacientarse. Al objeto de acelerar el fi del régimen dictatorial, republicanos, catalanistas de izquierda y el PSOE firmaron el llamado Pacto de Sa Sebastián. Formaron un comité revolucionario que debía convertirse posteriormente en gobierno provisional de la futura república. En Diciembre de ese año, los capitanes Galán y Gracía Hernández protagonizaron en Jaca un intento de insurrección. Fue descubierto y sus líderes detenidos y fusilados. La causa de la república iba creciendo, y ya tenía hasta sus propios mártires. En Febrero de 1931, Berenguer fue sustituido por el almirante Aznar, que asumíó el compromiso de convocar elecciones, primero municipales y luego Cortes Constituyentes. Era un intento de volver a la normalidad como si nada hubiera sucedido. Pero ya no había remedio. Alfonso XII se había vinculado tanto a la dictadura que también él iba a salir mal parado. Las elecciones municipales, convocadas para el 12 de Abril, si iban a convertir en un plebiscito a favor o en contra de la monarquía. Dos días después, se proclamó la II República.