Portada » Religión » Dios se revela en la historia de la salvacion
En las religiones se produce el encuentro de las personas con la divinidad. Cuando decimos que Dios se revela a la humanidad, queremos decir que Dios se acerca al ser humano y se da a conocer para poder establecer una relación con él. El Dios de los cristianos es un Dios que se revela como alguien que desea establecer una relación de amistad con los hombres y las mujeres de todos los tiempos.
Lo que Dios ofrece al ser humano es la felicidad. Si busca al hombre y a la mujer es para que estos encuentren la felicidad que desean. Esta felicidad, la vida plena, es lo que se llama la salvación.
Para los cristianos la salvación que Dios ofrece a la humanidad es una vida con las siguientes características: -La unión con Dios, recibiendo el amor de él y amándolo de la misma manera. -Seguir a Jesús e incorporarse a él por la gracia. Cristo descubre al hombre se propia condición y le otorga sentido a su vida: sentido trascendente, sobrenatural, y con la vista puesta en la felicidad eterna. -La fraternidad de todos los seres humanos en justicia y paz. -La ausencia de sufrimiento y dolor. -La armonía consigo mismo y con la naturaleza.
La oferta de Dios a la humanidad se realiza a lo largo de la historia.
Muchis hombres y mujeres han descubierto en sus vidas la presencia y la acción de Dios. Por eso decimos que a lo largo del tiempo se ha ido desarrollando una historia de la salvación, es decir, un conjunto de acontecimientos por medio de los cuales Dios se ha revelado a la humanidad. Los cristianos presentan especial atención a la historia de la salvación que transmite la Biblia, pueblo judío en el Antiguo Testamento, y a Jesús en el Nuevo Testamento.
LOS ORÍGENES: La primera manifestación de Dios es la creación, el primer signo del amor de Dios. En estos relatos se describe un estado de felicidad original que expresa el proyecto de Dios para los hombres y las mujeres. LA ELECCIÓN DE UN PUEBLO: Para relacionarse con la humanidad, Dios elige un pueblo, que será su interlocutor. Es el pueblo de Israel. Un pacto con Abraham y su nieto Jacob, también llamado Israel. Con esta alianza, Dios promete formar un pueblo y acompañarlo cuidando de él. LA LIBERACIÓN: Cuando el pueblo de Israel tuvo que vivir esclavo en Egipto, Dios se revela como liberador. Llama a Moisés para que se ponga al frente de su pueblo, lo saque de Egipto y lo lleve, atravesando al Mar Rojo y el desierto, a la tierra de la libertad, la tierra prometida. EL REINO DE ISRAEL: Una vez asentado en la tierra prometida, Israel se va desarrollando hasta llegar a constituir un reino. Dios conduce a su pueblo por medio de reyes como David y su hijo Salomón. La intervención de Dios también se realiza por medio de los profetas, personas que transmiten al pueblo mensajes divinos. LA PROMESA DE UN MESÍAS: Del reino de Israel no consiguen traer al pueblo esa situación de felicidad prometida. Por eso empieza a surgir la esperanza de que un día llegará un mesías que instaurará la salvación. Son sobre todo los profetas, que hablan de parte de Dios, los que alimentan esta esperanza mesiánica. DIOS SE HACE HOMBRE: El punto culminante de esta historia de salvación es el momento en el que el mismo Dios entra en la historia haciendose hombre en la persona de Jesús De Nazaret. La encarnación es el encuentro definitivo entre Dios y la humanidad, y el comienzo de la realización plena de la salvación. En Jesús, Dios se revela totalmente. En Jesús se cumplen las promesas. Él es el mismo Dios hecho hombre, encarnado.
En la historia de la salvación no todo han sido experiencias de encuentros de Dios con la humanidad. También ha habido desencuentros, momentos de tensión e incluso de ruptura de las personas con Dios. Son las experiencias de pecado en las que los hombres y las mujeres han rechazado las ofertas e invitaciones de Dios. Momentos más significativos del pecado:
En los relatos bíblicos sobre los orígenes se describe lo que podemos llamar el prototipo de todo pecado: el deseo de hombres y mujeres de vivir su vida independientemente de Dios, esto genera la ruptura de la armonía del hombre y la mujer con Dios, con los demás y con la naturaleza.
En su caminar por el desierto, a veces duro y fatigos, el pueblo de Israel llegó a desconfiar de Dios. Al pie del Sinaí se fabricó un ídolo, un becerro de oro. En otros momentos de planteó, incluso, renunciar a la libertad y volver a la esclavitud de Egipto.
Con el desarrollo del reino de Israel, llega también el olvido de Dios, y la búsqueda de la salvación en el poder y en la riqueza. Esto genera la explotación del prójimo, el olvido de los pobres y el desarrollo de una sociedad injusta. También aparecen en estos momentos diferentes formas de idolatría como el dar culto a dioses distintos de Yavé.
El pueblo de Israel ya había rechazado y perseguido a la mayoría de los profetas enviados por Dios. El mesías corrió la misma suerte. La muerte de Jesús en la cruz es el mayor desencuentro de Dios con la humanidad. Pero su resurreción será el signo de que el amor de Dios es más fuerte que el pecado de la humanidad.
Hemos visto que a lo largo de la historia de la salvación se mezclan los encuentros y desencuentros con Dios. En la actualidad pasa lo mismo. Muchas situaciones nos recuerdan que el mundo no está ahora como Dios lo soñó en los orígenes.
Ante las situaciones negativas surge siempre la misma pregunta: ¿Porqué Dios no evita el mal y el sufrimiento del mundo? Hemos visto que Dios no desea el sufrimiento sino la felicidad de las personas. Dios es amor y no hace otra cosa que actuar por amor. Dios ha querido relacionarse con seres libres que le puedan amar libremente. Por eso el hombre y la mujer pueden aceptar la oferta de felicidad de Dios o rechazarla.
Dios sigue llevando adelante su proyecto de salvación para la humanidad. Igual que en toda la historia de la salvación, hoy Dios busca colaboradores que se comprometan con su mismo proyecto y actúen en el mundo para llevarlo a cabo. Los creyentes de hoy son responsables de la salvación del mundo.
Dios no se limita a pedir colaboradores. Se compromete con aquellos a los que llama. Esto es lo que los cristianos llaman ´´gracia´´. Esta gracia es: -Perdón y misericordia. -Luz para mirar el mundo con buenos ojos. -Fuerza para llevar a cabo las acciones que más convienen para el bien propio y el de los demás.
CREDO–
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor. -Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de santa María Virgen. -Padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos. -Al tercer día resucitó de entre los muertos. -Subió a los cielos y esta sentado a la diestra de Dios Padre. -Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
En Jesucristo Dios se instala definitivamente entre los hombres. Los hombres ya no estarán solos. En Jesucristo igual que los demás seres humanos, murió. Sufrió la humillación y el odio de los que matan el amor. Pero Dios ha recuperado a Jesucristo de la muerte, la cual pierde su poder con la resurrección de Jesucristo.
Jesús no puede ser confundido con Yavé, el Dios de Israel. En los escritos de las primeras comunidades cristianas, Jesús aparece siempre como alguien claramente distinto de ese Dios a quien Jesús llama Padre.
Dios se hace presente en la vida y en la muerte de Jesús de una manera única. No se puede hablar de Jesús como de un hombre cualquiera. En la vida de este hombre, la Palabra de Dios y su actuación salvadora, están tan totalmente presentes que debemos decir que el mismo Dios se nos presenta, se nos descubre y se nos acerca en Jesucristo. Cristo es Dios mismo, hecho hombre.
Los creyentes tratan de expresar esta realidad acudiendo a lenguajes diferentes y variados: -Jesús mismo es la palabra de Dios hecha carne. -Jesús es Hijo de Dios. Ante los rasgos que caracterizan la vida de Jesús de Nazaret y ante el hecho inaudito de la resurrección, la comunidad cristiana confiesa, llena de fe, que Jesús es el Hijo único de Dios que se ha hecho hombre por nuestra salvación.
En Jesús, Dios ha decidido ser hombre con nosotros y para nosotros. Dios ha querido ser uno de los nuestros.
Dios ha querido ser hombre con todas sus consecuencias. Ha ido creciendo, como hombre, en edad y madurez. Jesús ha sabido lo que es gozar y sufrir, trabajar y luchar, amar y ser traicionado, esperar y desanimarse, ser tentado y vencer la tentación. También ha sufrido en su propia carne las consecuencias de la maldad de los hombres. Por eso afirmamos que en todo fue semejante a nosotros, excepto en el egoísmo del pecado.
Ese Dios al que nadie ha visto nunca, adquiere en Jesús un rostro humano y se deja ver. Quien ve a Jesús ve a Dios. A través de la vida de Jesús, de sus gestos, de su forma de actuar, de su muerte en la cruz, se descubre lo que Dios es para el ser humano, cómo se interesa por todas las personas y busca la salvación de todos.
Jesús revela también qué es y cómo debe ser el hombre y la mujer. En Jesús encontramos un modelo de persona. Jesús enseña a amar, a perdonar, a luchar por la justicia, a entregarse, a compartir, a se libres, a ponerse en manos de Dios.
Y escoge a María para realizar su promesa y hacerse ´´Dios con nosotros´´. El ´´sí´´ de María es como la puerta de entrada de Dios a nuestro mundo.
Si Jesús murió en la cruz fue porque vivió de una manera que le condujo inevitablemente a ser condenado. Jesús sufrió dos juicios: uno religioso ante el Sanedrín, y otro civil, ante Poncio Pilato. En el primero fue acusado de blasfemo, pues se decía a sí mismo Hijo de Dios. Ante Pilato fue acusado de proclamarse rey, atentando así la autoridad del César.
Tras la resurrección, las comunidades cristianas primitivas interpretaron la muerte de Jesús. Algunas de estas interpretaciones fueron: -Jesús fue rechazado como los antiguos profetas. -Era el siervo doliente que anunció el profeta Isaías. -Murió por nosotros. -Pagó las consecuencias del mal con su sacrificio. -Nos redimió con su sangre. -Nos reconcilió con Dios.
La muerte de ´Jesús no es solo la consecuencia de su proceso ante las autoridades judías y el poder romano de Poncio Pilato: es la culminación voluntaria y libre de su vida, que se entrega por amor a la redención del género humano. Jesús muere por nuestros pecados para salvarnos. No es solo un mártir más que da testimonio de algo. Es la única persona que con el sacrificio de su vida podía devolvernos a la amistad con el Padre, rota por el pecado. Cristo no es un héroe; es el Dios hecho hombre que se entrega como víctima en el sacrificio único que nos reconcilia con el Padre.
María, junto al apóstol Juan, permanece cerca de Jesús hasta el final. En el momento de morir, Jesús entrega a María como madre del discípulo: ´´Ahí tienes a tu madre´´. Al pie de la cruz, toda la humanidad recibe a María como madre. En Juan están representados todos los hombres y mujeres. El que crea en Jesús, el que quiera ser seguidor suyo, acogerá, como hizo Juan, a ´´María en su casa´´.
A los pocos días de la ejecución de Jesús, los discípulos comienzan a predicar que el crucificado ha sido resucitado por Dios. La resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas, como lo demuestran de Pedro y de los Doce. Ante estos testimonios es imposible interpretar la resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico.
Los primeros textos sobre la resurrección son pequeños credos donde se resume lo fundamental de la fe. Son un resumen del mensaje cristiano: Jesús está vivo; los hombres lo condenamos a muerte, pero Dios lo ha resucitado para nuestra salvación. La resurrección les hace comprender el misterio de Jesús. Él es el Señor, el Hijo de Dios, el Salvador.
La resurrección dice que Dios ha dado la razón a la vida y al mensaje de Jesús. La resurrección expresa que el mal, la injusticia y la muerte no tienen la última palabra sobre el bien y la vida. La resurrección de Jesús es el fundamento y la garantía de nuestra propia resurrección.
Dios quiere la salvación de todos los hombres y mujeres, sin tener en cuenta razas, culturas o religiones. Para todos está destinada la salvación y la vida que nos tiene preparada. Eso es, en definitiva, la salvación: saber que, a pesar de todo, incluso de nosotros mismos las personas somos acogidas para siempre por el amor de Dios, un amor incondicional e ilimitado.