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Pedro
García Cabrera: Un día habrá
una isla.
Pedro García Cabrera nace en Vallehermoso, Entre 1922 y 1927 publica en la prensa y |
Ya en los años de 1927 y
1928 se opera, junto a sus compañeros generacionales, el encuentro con la vanguardia.
Temas futuristas, metáforas e imágenes creacionistas, junto a un creciente
interés por el paisaje son ahora sus rasgos distintivos.
En 1928 se publica su primer libro, Líquenes, con el que se inicia una
poética de la imagen y la metáfora vanguardistas, junto a un espacio temático:
la realidad geográfica insular. Se observan en él influencias de Lorca, Alberti
y del creacionismo de Vicente Huidobro.
Surge también en estos años la
preocupación política, un hecho decisivo para su visión poética y que le lleva
a la militancia en el partido socialista. La militancia en el PSOE lo lleva en
abril de 1931 a acudir a las elecciones municipales en la coalición
republicano-socialista que da al traste con la monarquía borbónica. Su
actividad en los
años
republicanos es constante, siendo uno de los portavoces del partido socialista
en el ayuntamiento de Santa Cruz y en el Cabildo insular, dirigiendo la
publicación El Socialista. Esta actividad política e ideológica perfila las
preocupaciones poéticas de Pedro García Cabrera desde una peculiar perspectiva.
Posteriormente, y dentro de esta
óptica vanguardista, aparecerán sus obras Transparencias
fugadas (1934), y posteriormente los libros con los que inicia su andadura
con el surrealismo La rodilla en el agua
(escrito entre 1934 y 1935 pero publicado en 1981) y Dársena con despertadores (1936, publicado en 1980).
Estamos en 1936 cuando escribe su
libro más testimonial Romancero Cautivo,
que nos trae el recuerdo del Romancero
gitano de Lorca. Como tantos otros líderes políticos republicanos, nuestro
poeta es detenido el 18 de julio de 1936 e internado en una prisión flotante.
Es deportado al campo de prisioneros de Villa Cisneros en el Sahara. En el mes
de marzo del año siguiente logra huir hacia Dakar. Desde aquí viaja a Francia
desde donde regresa a España. Sufre un accidente, es hospitalizado, nuevamente
detenido, encarcelado en Tenerife donde después de varios años le conceden la
libertad vigilada debiendo permanecer confinado en su casa. Todas estas
terribles peripecias influyen en el contenido de su obra posterior: La arena y la intimidad (1940), Hombros de ausencia (1942-44), y Viaje al interior de tu voz (1944-46).
En 1951 publica Día de alondras, con ilustraciones del pintor canario Felo Monzón,
en el que ya se percibe la aproximación de Pedro García Cabrera a la poesía
social. El motivo principal del libro es la libertad, que ya no abandonará la
creación lírica del autor.
La culminación de la transición de
la poesía vanguardista al realismo social en la obra de Pedro García Cabrera se
produce con la publicación del libro La
esperanza me mantiene (1959), sin renunciar por ello a la tradición del surrealismo.
A este le seguirían otros volúmenes de índole parecida: Vuelta a la isla (1968), Entre
cuatro paredes (1968), Hora punta del
hombre (1969) y Las islas en que vivo
(1971), libro este al que pertenece el poema que se comentará para la PAU. Coinciden todos en tener como tema principal
la libertad y la esperanza y, junto a ellos, el paisaje y sus gentes; y sobre
todo: el mar.
Sus últimos libros: Elegías muertas de hambre (1975), Ojos que no ven (1977) y Hacia la libertad (1978) siguen haciendo
hincapié en estos temas pero con más radicalidad. El poeta, intolerante con la
injusticia y las desigualdades, adopta el tono de la denuncia.
En Las islas en que vivo de nuevo el
paisaje toma un papel protagonista, escrito en Los Cristianos, el mar
constituye una referencia continua, junto al deseo de libertad y la esperanza.
Para definir este libro vamos a tomar las palabras de Carmen Ruiz Barrionuevo
publicadas en el libro homenaje al profesor Gallego Morell: “La obsesión simbólica
de la isla decae en adelante para tomar un nuevo sentido”. Vuelta a la isla (1968) o Las
islas en que vivo (1971) son homenajes a todo el archipiélago a través de
lugares geográficos o anécdotas cotidianas junto a las formas expresivas de lo
popular. En la ponencia que presentó al Primer Congreso de Poesía Canaria
insistirá en que “para mí la poesía es tanto actividad del espíritu como
comunicación”. Así, en la búsqueda de la aprehensión de lo insular el poeta
finaliza un itinerario en el que ha ido trazando la línea que va de los físico
y abstracto a lo humano y cotidiano”.
Sebastián de la Nuez dirá de este libro, en
el prólogo a sus obras completas, “El tema fundamental que atraviesa todo el
poemario es el de la libertad, pues el mar fue siempre para el poeta, espejo,
modelo y ejercicio de libertad, pues ya que las islas son para él, como dice en
el prólogo de esta libro, “soledades aislotadas, son regazos de penas y
alegrías en el que el hombre dramatiza el reflejo de su libertad”.
Terminamos con el
párrafo que dedica a este libro el
manual de 2º de Bachillerato de Anaya. “El poema que nos ocupa, integrado en el
libro Las islas en que vivo, se ubica
en un momento de consolidación del tono social. El desasosiego que reina aún en
la pluma de Pedro García Cabrera se acentúa extraordinariamente en algunos de
los poemas de este libro. La soledad casi es uno de los personajes y frente a
ella el poeta busca apoyos solidarios: la libertad es también ahora una meta
colectiva”.
Podemos ampliar datos en esta pequeña biografía.
http://www.rinconesdelatlantico.com/num3/2_pedro_garcia_cabrera.html
Para
que nos lleve allí debemos darle a la tecla “Ctrl” y luego al enlace.
Un día habrá
una isla
que no sea
silencio amordazado.
Que me
entierren en ella,
donde mi
libertad dé sus rumores
a todos los
que pisen sus orillas.
Solo no
estoy. Están conmigo siempre
horizontes y
manos de esperanza,
aquellos que
no cesan
de mirarse
la cara en sus heridas,
aquellos que
no pierden
el corazón y
el rumbo en las tormentas,
los que
lloran de rabia
y se tragan
el tiempo en carne viva.
Y cuando mis
palabras se liberen
del combate
en que muero y en que vivo,
la alegría
del mar le pido a todos
cuantos
partan su pan en esta isla
que no sea
silencio amordazado.
De Las islas en que vivo