Portada » Filosofía » Indicadores de razonamiento
El razonamiento es una forma especial de inferencia. La razón humana se expresa mediante razonamientos o argumentaciones. Empleamos estas argumentaciones o razonamientos cuando intentamos probar una tesis o, por el contrario, refutarla, demostrar que es falsa. Cuando razonamos exponemos pruebas o elementos de juicio que pretenden dar la razón a la tesis que queremos demostrar.
Todo razonamiento consta de dos elementos diferenciados:
El lenguaje habitual empleado dentro de una comunidad que comparte el mismo idioma se denomina lenguaje natural. Es con éste con el que argumentamos y llevamos a cabo los desarrollos lógicos habituales. Sin embargo, a la hora de analizar un razonamiento partiendo de éste nos encontramos con serias dificultades; el lenguaje natural contiene numerosas lagunas y ambigüedades, esto impide la aplicación de un análisis lógico riguroso a partir del mismo.
La lógica deductiva pretende ser una ciencia que posibilite el cálculo, que permita establecer con rigor si en un proceso deductivo las consecuencias se siguen necesariamente o no de los antecedentes o premisas presentadas; esto requiere del uso de un lenguaje artificial que determine cuál es el empleo de los términos y las reglas que rigen la formación de enunciados. Este lenguaje artificial será un lenguaje formal o simbólico. De acuerdo con las reglas de uso de este lenguaje, el análisis lógico requerirá una traducción de los argumentos expresados en el lenguaje natural al lenguaje formal empleado por la lógica simbólica.
La deducción es aquel modo de razonamiento que, partiendo de una premisa general o universal, extrae conclusiones de ella. Si yo afirmo por ejemplo, como lo hizo Kepler, que «todos los planetas (de nuestro sistema) giran alrededor del Sol», y conozco que la Tierra es un planeta (como vimos en el tema 2), entonces puedo deducir sin problemas que la Tierra tiene que girar alrededor del Sol (y esto es un claro ejemplo de razonamiento deductivo).
La deducción es el modo de razonamiento propio de las llamadas ciencias formales.
Después de formular una hipótesis tenemos que contrastarla, esto es, comprobar si es cierta o no a través de la experiencia misma. El siguiente paso dentro del método científico es pues la deducción de las consecuencias de la hipótesis, para comprobar su verdad. Tenemos que encontrar hechos observables empíricamente que confirmen dicha hipótesis. Algunas veces la comprobación puede ser directa, a través de la observación misma de la naturaleza, pero otras, en cambio, será imprescindible la realización de experimentos a tal efecto.
En una tabla de verdad caben tres posibilidades:
Debemos distinguir entre la verdad de los enunciados o proposiciones y la validez de los argumentos.
Los enunciados afirman o niegan hechos; en la medida que éstos se ajusten o no a la realidad, podemos considerar que éstos son verdaderos o falsos.
Si afirmo: «Hoy es 21 de junio», se trata de un enunciado falso, porque la que afirma no se corresponde con la fecha actual. La cuestión de la verdad o falsedad de los enunciados singulares no es algo sobre lo que la lógica tenga que pronunciarse, tan sólo sobre la validez de los argumentos.
Los argumentos son enunciados en los que desde una o más premisas se sigue una conclusión.
Un razonamiento es válido cuando a partir de premisas verdaderas se sigue una consecuencia verdadera.
Si yo hago el siguiente razonamiento:
«La noche del 21 de junio es siempre la más corta del año.
Hoy es 21 de junio.
Por lo tanto, esta noche será la más corta del año».
El razonamiento es válido. Un lógico no investigará cuál es la fecha actual, o si la primera afirmación es cierta o no, pero si está en condiciones de afirmar que la conclusión se sigue necesariamente de las premisas anteriores.
La inducción es el modo de razonamiento que, partiendo de premisas particulares, llega a una premisa general o universal.
Un ejemplo concreto: veo un cuervo y es negro, veo dos y son negros, veo tres y…
Cuando me canse de contar cuervos negros podré llegar a la conclusión evidente: todos los cuervos son negros.
Nos enfrentamos entonces al problema de la justificación de la inducción: ¿por qué son admitidas como válidas algunas inferencias inductivas en las que no ha llegado a probarse suficientemente la conclusión? O, dicho de otro modo: ¿cómo podemos estar seguros en aquellos juicios que refieran a casos futuros o desconocidos?
Si la justificación total es imposible, puesto que siempre pueden aparecer nuevos casos para su comprobación, ¿es lícita la inducción? ¿Se puede realizar sin problemas en el futuro?
La respuesta que suele darse normalmente plantea un problema de circularidad (lo que se podría llamar como un «círculo vicioso»): la inducción se justificaría a través del llamado principio de uniformidad de la Naturaleza. Es decir, tendemos a pensar que las cosas van a ser en el futuro como han sido siempre en el pasado, que los hechos suceden en el mundo físico siguiendo una cierta regularidad que es la que hace posible la investigación científica misma.