Portada » Lengua y literatura » Nuevos modelos narrativos en la segunda mitad del siglo xx. gabriel garcía márquez
(Este epígrafe es también común a los temas 8 y 10) Hacia el año 1980, España, merced a la Transición Democrática, se ha convertido en una democracia moderna y es un país económica y socialmente avanzado. En la actualidad, España participa activamente en un mundo que se caracteriza por el multilateralismo, la globalización de la economía, la información y las costumbres, la alta tecnificación, las desigualdades económicas y los problemas ecológicos, originados por la voracidad de las sociedades de consumo. En medio de esta situación, la cultura del presente ha recibido el nombre de Posmodernidad, que es el movimiento intelectual y artístico que, surgido a finales de los años 60, rechaza las normas y los modelos culturales anteriores, que tenían pretensiones de valor universal en el pensamiento y el arte. La Posmodernidad se caracteriza por el relativismo y el perspectivismo filosóficos, que llevan también en el plano del arte a rechazar la idea de un concepto absoluto de belleza: el criterio de validez para una obra de arte es el del consumidor que la compra, con lo que la cultura deviene un producto de consumo más. En la narrativa, esto se manifiesta en una enorme variedad y dispersión de tendencias.
En los temas, el escepticismo general y la crisis del pensamiento conducen al desinterés hacia los temas sociales y la literatura comprometida; se observa un retorno a lo subjetivo frente al análisis del mundo externo. Sin embargo, hay novelas en que el mundo interior del protagonista refleja vida tediosa, opresiva y falta de horizontes característica de esa época, como puede verse en la magnífica novela de Luis Landero (1948) Juegos de edad tardía.
Se aprecia, en conjunto, un abandono de las fórmulas experimentales. Predominan los argumentos y las estructuras cerradas y tradicionales para que los lectores los sigan con facilidad. Un modelo de argumento de corte tradicional es La fuente de la edad, de Luis Mateo Díez (1942), novela en cuya prosa se aprecia también una gran elaboración estilística Los temas son muy variados. Abundan las novelas en que se indaga en el mundo interior del personaje donde anidan la desolación, el fracaso, el amor experimentado como una aspiración enigmática del yo, la confusión del sueño y la memoria, etc. Es frecuente la exhibición de la emotividad (a veces de fondo autobiográfico) desde una primera persona que se adentra en su propio interior. En estas novelas el argumento suele tener escasa peripecia; no obstante, en algunas de ellas se usan con cautela recursos de origen vanguardista. Se tiende a usar un estilo pespunteado de un lirismo evocativo. Abundan en ellas los elementos descriptivos y se evita el diálogo en estilo directo. Un buen ejemplo de esta tendencia es la novela de José María Merino (1941) La orilla oscura.
Es frecuente la tendencia a acomodar el relato a las convenciones de los subgéneros narrativos populares, como la novela rosa, la novela negra, el relato histórico, etc. En este último caso, han tenido gran éxito de público y de ventas los relatos ambientados en la Guerra Civil o en la inmediata posguerra. Por ejemplo, Beltenebros, de Antonio Muñoz Molina (1954), tiene una trama política con recursos propios de la novela negra. Asimismo, Arturo Pérez Reverte (1951) se ha hecho muy popular por sus novelas ambientadas en el siglo XVII. Otros novelistas que han obtenido gran difusión y reconocimiento son Javier Marías, Javier Tomeo, Almudena Grandes, etc. En los años 60 y 70 tiene lugar el “Boom” de la novela hispanoamericana, fenómeno literario de alcance mundial que puso a los novelistas hispanoamericanos en el primer plano de la literatura universal. Coinciden en estos años un buen número de narradores de primer orden, de los cuales el más conocido internacionalmente es
Profesionalmente, se ha dedicado al periodismo durante muchos años. Su obra narrativa se compone de un buen número de cuentos y novelas, situadas muchas de ellas en Macondo, espacio arquetípico, inspirado en su tierra natal y representativo de América Latina. En este espacio, lo real y lo maravilloso aparecen mezclados con una sorprendente naturalidad, lo que convierte a Gª Márquez en uno de los mejores representantes de lo que se llamó “realismo mágico”. El tema más importante de sus novelas es el tiempo. En su novela más conocida, Cien años de soledad (1967), el autor establece una relación entre el tiempo mítico, de carácter circular, con el tiempo histórico. El primero se representa mediante la repetición de las generaciones de los protagonistas, los Buendía, en tanto que el segundo se muestra en la evolución de Macondo desde que la ciudad sale del estado primitivo, selvático, a la reciente colonización por la multinacional norteamericana que acarrea su destrucción. Con ella, se representa el final de la inocencia de un mundo cuyas raíces esenciales se ven destruidas por el progreso. Esta historia se cuenta mediante procedimientos característicos del realismo mágico, pues, además de que la sucesión de las generaciones en sentido circular sólo se puede explicar mediante los mitos, hay episodios inverosímiles que se muestran hondamente enraizados en la experiencia cotidiana. En Crónica de una muerte anunciada (1981), el autor aborda el tema del tiempo existencial en la forma del destino trágico del protagonista relatado a la manera del reportaje. (ver comentario) El amor en los tiempos del cólera (1986) relata la historia de un amor imposible. Florentino Ariza debe renunciar a Fermina porque el padre de ella lo rechaza por razones económicas. Él, sin embargo, consigue enquistar su amor en el tiempo de su vida hasta que muchos años después, ya en la vejez, consigue a Fermina. El relato, que empieza in extrema res y continúa linealmente, representa a un personaje que consigue vencer los estragos del tiempo en el alma mediante el amor. Además de estas y otras novelas de gran interés, G. Gª. Márquez ha escrito relatos breves, crónicas periodísticas (por ejemplo, Noticia de un secuestro) y su autobiografía, titulada Vivir para contarla (2002). Recibió el premio Nobel de literatura en 1982. El estilo narrativo de G. G. Márquez echa mano de la representación de un mundo cotidiano en el que se infiltra lo maravilloso, bien porque lo normal y corriente es en sí mismo un misterio, pues contiene el enigma del tiempo y la existencia, bien porque a menudo el curso de lo normal se ve interrumpido por lo maravilloso, que adopta, sin embargo, la forma de lo cotidiano y habitual. La narración se despliega mediante descripciones minuciosas y una forma de contar los hechos que retiene el tiempo de la acción para hacerlo más vivo y patente.