Portada » Lengua y literatura » Generos literarios del neoclasicismo
Es tradicional afirmar que el siglo XVIII no fue el de mayor esplendor de nuestras letras. Pese a ello, tampoco es cierto que sea un siglo monolítico, donde el Neoclasicismo, con sus virtudes y defectos, lo ocupara todo, sino que hubo distintas corrientes y una evolución que últimamente ha merecido la atención de la crítica.A lo largo del siglo, tanto en Europa como en España se dejaron sentir las conquistas de la Ilustración. En ciencia, en economía y sobre todo en política. El ascenso al poder de la clase burguesa a costa de la nobleza, la Iglesia e incluso de la Monarquía terminó en la convulsa Revolución Francesa, que acabó para siempre con el llamado Antiguo Régimen, con el absolutismo monárquico y el despotismo. En literatura, este siglo llamado “de las luces”, en vehemente reacción contra los excesos barrocos, se inclinó por el buen gusto, por una vuelta a los modelos clásicos y a sus normas, por el equilibrio. Se trataba de hacer literatura útil, racional, que enseñara deleitando. Quizá por ello se dejó más bien de lado la lírica y la prosa de ficción, mientras se revalorizó el ensayo, las fábulas, la comedia de costumbres o la tragedia.En la primera mitad del siglo, dejando aparte a Diego de Torres Villarroel, quien siguió admirando a Quevedo y cultivando en obras tan personales como su “Vida” la estética barroca, la figura principal es Benito Jerónimo Feijoo. Tanto en su “Teatro crítico universal” como en las “Cartas eruditas”, con una prosa sencilla y limpia va recorriendo una miscelánea de temas con espíritu ilustrado, defendiendo por ejemplo el papel de la mujer en la sociedad o el estudio de idiomas extranjero, y atacando las supersticiones y otras costumbres hipócritas de la sociedad. También es de destacar, por su influencia posterior, la “Poética” de Francisco Luzán, manual relativamente estricto sobre lo que debe ser la buena literatura: sencilla, útil, respetuosa con las normas, fruto del trabajo y del conocimiento y, en resumidas cuentas, bien hecha. Especial importancia dará el teatro, en el que ve, como todos los lustrados, una herramienta vital para la educación del pueblo. Conceptos como el decoro, la separación de géneros o el respeto a las unidades de espacio, tiempo y acción se desarrollan a través de su ensayoPero va a ser en la segunda mitad del siglo donde el Neoclasicismo tenga sus mejores exponentes. Figura principal será Melchor Gaspar de Jovellanos, que aunque autor también de poesía y teatro, vio a estos como un divertimento superfluo y prefirió la prosa ensayística. Obras suyas como el “Informe sobre la Ley Agraria” o la Memora sobre los espectáculos públicos” son perfectos ejemplos de prosa ilustrada, sencilla, directa y bien construida. Amigo suyo y autor bajo su influencia fue José Cadalso, quien destacó por sus “Cartas marruecas”, obra epistolar inspirada en las “Cartas persas” de Montesquieu, entre la ficción y el ensayo, de la que se sirve para describir la sociedad, criticando sus vicios y muchas de sus costumbres. Muy distintas son sus “Noches lúgubres”, relato escrita en forma de teatro, donde reina un tono desesperado y pesimista con abundantes motivos nocturnos y decadentes que han permitido a la crítica incluirla dentro del prerrománticismo.Enorme atención de los ilustrados mereció el teatro, por su poder como vehículo de instrucción del pueblo. Sus esfuerzos se dirigieron primero a erradicar las comedias de magia y de figurón barrocas, así como los autos sacramentales, muy degradados a esas alturas de siglo. Cultivaron por un lado la tragedia, género extraño a nuestra cultura y que fue siempre ignorado por el público.
La mejor obra sería “Raquel”, de Vicente García de la Huerta, quien recupera un asunto extraído de nuestra historia, los amores de Alfonso VIII con la judía de Toledo, con final ejemplarizante. Por otro, intentaron con las comedias la censura de vicios sociales, también con muy poco éxito. Nos referimos a sátiras , como “La petimetra”, de Nicolás Fernández Moratín, o la denominada “comedia sentimental”, que inauguró Jovellanos con “El delincuente honrado”. Ajeno al didactismo ilustrado, el público prefería los sainetes divertidos y castizos de Ramón de la Cruz. El único autor que logró reunir la estética ilustrada y el favor del público fue Leandro Fernández Moratín. Sus comedias de costumbres, sobre todo “El sí de las niñas”, todavía hoy se dejan leer (representar no tanto) con gusto, siendo perfectos ejemplos de teatro neoclásico: decoro, verosimilitud, respeto a la división de géneros, a las unidades de espacio, tiempo y acción, didactismo, etc. Choca ver cómo empleó casi todo su talento teatral en un tema relativamente circunstancial como los matrimonios concertados.Podemos concluir diciendo que el XVIII fue un siglo cuya literatura perdió brillo por su carácter didáctico y racional, que la aleja de los gustos de hoy. Sin embargo, la prosa directa y clara, el estilo equilibrado y sobrio o el gusto por la verosimilitud, rasgos propios de la literatura contemporánea, hunden en estos autores sus primeras raíces. El Romanticismo
El Romanticismo es un movimiento artístico que nace en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII y se extiende por toda Europa hasta mediados del XIX. Su importancia es enorme, ya que inaugura una nueva forma de entender el arte de la que aún hoy podemos considerarnos herederos.Son varios los rasgos que lo caracterizan. En primer lugar, una reacción ante el arte utilitario, racional, equilibrado y academicista de la Ilustración. El autor romántico busca impactar a su público, conmoverlo con pasiones extremas. Le atrae el desequilibrio, la sinrazón, la furia sentimental. Por otro lado, ya no será un instrumento de enseñanza del pueblo, sino el cauce de la propia subjetividad, de un “yo” doliente e incomprendido. A partir de aquí se valorarán factores como la originalidad, el genio creador, la sinceridad que siguen siendo hoy la pauta general de nuestra sensibilidad artística. Pero si algo caracteriza este movimiento es su espíritu rebelde, su ansia de libertad. Libertad en las formas (búsqueda de nuevas métricas, mezcla de géneros, ruptura de las unidades teatrales) y libertad temática (predilección por personajes marginales y rebeldes, exaltación del sentimiento nacionalista de los pueblos sometidos, desprecio de la verosimilitud, del decoro, etc.).Los géneros predilectos del Romanticismo fueron la poesía lírica (baladas, rimas), la más indicada para la expresión de la subjetividad; la poesía narrativa (romances, leyendas), largas novelas en verso ambientadas en tiempos remotos favorables a la acción heroica, sobre todo la edad media; la novela histórica, con el mismo afán escapista de dudosa veracidad; y por encima de todos, el drama romántico. Este consistía en un conflicto irresoluble de un protagonista noble pero casi siempre proscrito, al que una fuerza irresistible conduce a una tragedia con dos vertientes, la amorosa y la política.Es necesario hablar de algunos motivos recurrentes que al menos externamente caracterizan también a este movimiento. Nos referimos a su gusto por las ruinas, los sepulcros, los castillos medievales o los calabozos. Una naturaleza hostil, llena de tormentas, tempestades, acantilados o bosques impenetrables suele ser utilizada como metáfora de los sentimientos del poeta (o pintor, o músico, etc.).