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1. LA CRÍTICA DE NIETZSCHE A LA CULTURA OCCIDENTAL
Nietzsche (1844- 1900) realiza una crítica a la cultura occidental en todas sus manifestaciones: filosofía, religión, moral, ciencia y política.
Esta crítica se hace desde presupuestos vitalistas: la vida es la realidad fundamental y fuente de todo valor.
Para este autor, toda la cultura occidental a partir de Sócrates ha sido un fracaso, reflejo de una vida decadente, enfermiza, débil, que odia la vida.
1.1. CRÍTICA A LA FILOSOFÍA TRADICIONAL
1. Lo apolíneo y lo dionisíaco como expresión de la naturaleza trágica de la realidad.
Ya en “El nacimiento de la tragedia” indica Nietzsche que la vida, entendida como el fondo originario y profundo del que surge todo lo concreto, individual y cambiante, no puede ser captada por la razón, por no poderse conceptualizar, siendo la intuición (mirada que penetra como un rayo en la esencia de las cosas) el mejor método para comprenderla, y el arte el mejor órgano para interpretarla.
2. La crítica a la ontología y epistemología tradicionales
Esta crítica está dirigida contra el “platonismo” o filosofía tradicional, modo de pensar que arranca con Parménides y sigue con Sócrates, Platón, filosofía cristiana, Descartes, Kant…, hasta la época de Nietzsche.
Rasgos fundamentales (idiosincrasia) de la filosofía tradicional, que son criticados por Nietzsche: rechazo del devenir, y confusión de lo último con lo primero.
Nietzsche se propone llevar a cabo una inversión de esta ontología: lo considerado hasta ahora como aparente (el devenir), es lo único real, y lo considerado como real (el Ser), es una invención del pensamiento.
A nivel epistemológico, Nietzsche critica el modo de conocer la realidad mediante conceptos, y la verdad como correspondencia.
Construimos conceptos y acabamos creyendo que reflejan una realidad objetiva (olvidamos que somos nosotros los que los hemos establecido convencionalmente para poder vivir en sociedad, para mantenernos en la ilusión de un mundo estable y ordenado).
Según la tradición filosófica, el conocimiento se da mediante una relación universal e inmutable entre el sujeto que conoce (ser humano) y el objeto conocido (árbol, animal…) a través del concepto.
El concepto expresa sólo lo común a una pluralidad de seres, prescindiendo de las diferencias individuales, por eso, a juicio de Nietzsche, paraliza la realidad, la petrifica, la cosifica.
Para este autor, el conocimiento es una relación entre un sujeto particular (el que tiene la experiencia) y un objeto particular (lo que se está experimentando), ambos sometidos a devenir, a cambio.
Dada la mutabilidad constante de objetos y sujetos, las relaciones posibles son infinitas.
A la expresión lingüística de las relaciones Nietzsche la denomina metáfora (expresa la captación intuitiva de una experiencia momentánea, no tiene un significado único, cerrado, a diferencia del concepto).
El arte, al estar siempre dispuesto a ofrecer nuevas perspectivas, nuevas metáforas, nos aproxima más al conocimiento de lo real.
También los consideran inmorales por su sensualidad, porque son la base del placer y las pasiones.
Por eso rechazan cualquier conocimiento que se base en los sentidos, como la historia.
Para Nietzsche, esto supone privarnos de lo esencial de la vida: el cuerpo y el placer; es un extravío propio de los que tratan con lo que no tiene vida, los “sepultureros”.
Nietzsche le acusa de ser injusto con los sentidos, porque éstos no mienten nunca, es lo que la razón hace de su testimonio lo que introduce la mentira (al prescindir de las diferencias y quedarse sólo con lo común, introduce la permanencia, duración, coseidad…).
Su pensamiento es un fenomenismo: el fenómeno (lo que aparece a los sentidos) es lo único que existe y se puede conocer. Y defiende también un perspectivismo: no hay “verdades en si”, no hay “hechos”, sino interpretaciones, perspectivas, de los hechos.
Los filósofos ponen como principio de todo los “conceptos supremos” (ser, sustancia, unidad, Idea… Dios), los que expresan, según ellos, las características de la “verdadera realidad”.
Pero estos conceptos, al ser los más generales, son también los más vacíos, los más alejados de lo real: cuantos más individuos engloba un concepto, más se aleja de los rasgos particulares de esos individuos – así, “perro” se aleja de los perros particulares, pero “animal” es más general, “ser vivo” más general que animal, “ser” más general aún…-; “ser supremo” o “Dios” como principio y causa de todo ser, sería lo más general y más vacío posible.
3) Causas del error de la filosofía tradicional, según Nietzsche.
a) El prejuicio de la razón.
La razón tiende naturalmente a elaborar conceptos cada vez más generales, no puede funcionar de otra manera. Pretende así ordenar el devenir y el caos del mundo. El error, según Nietzsche, es creer que la realidad es tal y como la ordena la razón. Pero no existe nada así: la realidad es vida, y ésta es variedad infinita, cambio constante, puro acontecer, y por eso no puede ser atrapada por los conceptos.
b) El lenguaje.
El lenguaje, por su propia estructura, necesita los conceptos de la razón, expresados con las palabras. Por ello, aunque dejáramos de fiarnos de la razón, el uso del lenguaje nos llevaría nuevamente al error.
La estructura sujeto-predicado, propia de las lenguas de origen indoeuropeo, genera la falsa creencia de que en la realidad existen sujetos (seres idénticos, consistentes, que actúan como causas) y predicados (accidentes, modos, atributos, cualidades de esos seres). Por ejemplo: El trueno retumba, febrero es un mes frío, los andaluces son simpáticos…
A esto denomina Nietzsche “fetichismo del lenguaje”, dar un valor ontológico (conferir realidad) a las categorías gramaticales.
La filosofía del área lingüística uralo-altaica, donde el concepto de sujeto está poco desarrollado, interpretará la realidad de modo diferente.
1.2. CRÍTICA A LAS CIENCIAS POSITIVAS
Nietzsche criticó el mecanicismo y positivismo de la ciencia de su época, que reducía lo real a materia y movimiento mecánico.
Los científicos, al establecer regularidades en la Naturaleza, leyes deterministas, y tratar de cuantificar lo real, rechazan el devenir al igual que lo hace la metafísica, niegan la vida.
Según Nietzsche, esto nos es útil para instalarnos en un mundo previsible, ordenado, racional, donde la existencia se hace soportable, pero el universo no está sometido a leyes deterministas, es un caos de fuerzas, es irracional y carece de orden.
1.3. CRÍTICA A LA RELIGIÓN CRISTIANA
Esta crítica tiene precedentes en la Ilustración y en Feuerbach.
Para Nietzsche, toda religión nace del miedo e impotencia que siente el hombre en sí mismo, por eso ninguna es verdadera.
El cristianismo ha invertido los valores de vida de la antigüedad clásica, y ha inventado un mundo celestial, desvalorizando el mundo terreno:
Es considerado como una moral vulgar (platonismo para el pueblo), porque se opone a los valores de la verdadera virtud: gallardía, nobleza, mando…
La casta sacerdotal judeo-cristiana puso en Dios todo lo bueno y en el hombre “pecador” todo lo malo, exigiéndole la renuncia a la tierra.
1.4. CRÍTICA A LA MORAL TRADICIONAL
1. Qué se entiende por moral tradicional
Por moral tradicional entiende Nietzsche la moral cristiana, la moral kantiana del deber, la moral socialista…, a la que denomina moral de esclavos, de los débiles.
Son “débiles” los incapaces de asumir el carácter trágico de la vida, y que necesitan de un trasmundo en el que refugiarse (“mundo de Ideas” platónico, “cielo” cristiano, “deber formal” kantiano, “sociedad igualitaria y feliz del futuro” socialista, etc.).
Son “esclavos” los que no son capaces de darse libremente su propia norma de actuación, sino que siguen sistemas gregarios (moral de las iglesias, de los partidos, de la patria o del Estado); son como un rebaño.
Esta moral de esclavos ha sido la dominante en la historia occidental, y ha generado una metafísica de esclavos (la filosofía tradicional), caracterizada por un desprecio del “mundo sensible” en beneficio del “suprasensible”.
2. El origen de la moral
Nietzsche constata que en todas las lenguas “bueno” significó primitivamente “lo noble y aristocrático” contrapuesto a “malo” en el sentido de “simple, vulgar, plebeyo”.
Más adelante, estos valores se invierten: los considerados “malos” se rebelan, se llaman a sí mismos “buenos” y denominan a los “nobles” como “malvados”.
El origen de esta inversión está en el “resentimiento”, da lugar a la “mala conciencia” y promueve un “ideal ascético”.
Nietzsche dice que entre todas las morales ha podido distinguir dos tipos básicos, que no son sino dos formas de valorar la vida:
– Moral de señores: nace de los estados de alma elevados, es caballeresca, ama la vida en toda su complejidad (la grandeza, el poder, los placeres, la alegría, el riesgo, la aventura…); es creadora, activa, implanta valores.
– Moral de esclavos: tiene su raíz en el instinto de venganza contra toda forma de vida superior, pretende la igualdad, la obediencia, la humildad, compasión, resignación…; no crea valores, es pasiva y reactiva.
El sacerdote (judío y cristiano) es una casta híbrida de señor y esclavo, pues tiene espíritu creador, quiere dominar y dar un orden al mundo, pero su única forma de hacerlo es condenando todo lo esencial de la vida (el cuerpo, los placeres, pasiones…), e inventado las virtudes del espíritu; es un ser reactivo, un resentido, un esclavo.
Moviliza a los débiles contra los guerreros, declarando como bueno lo que había sido considerado como malo por el aristócrata, y haciendo triunfar la moral de esclavos.
El resentimiento procede de la incapacidad de los débiles para olvidar; su debilidad les impide responder a lo que consideran como afrentas, y acumulan en su interior el deseo de venganza, culpan a otros de sus errores, odian la vida.
El hombre débil, al estar sometido a la sociedad, y no poder expulsar su crueldad hacia fuera, la vuelve contra sí, y da lugar a la “mala conciencia”, el sentimiento de culpa contra sus instintos.
Por el contrario, el hombre noble, poderoso y activo, se sabe inocente y actúa sin escrúpulos.
Como respuesta al sufrimiento, el sacerdote propone la existencia de otro mundo en el que el sufrimiento desaparecerá, así se otorga un sentido al dolor.
A juicio de Nietzsche, esto es un falso consuelo, porque sólo existe este mundo, el otro es nada; por eso, el ideal ascético es un ideal nihilista, porque se anhela la nada.
2. LA MUERTE DE DIOS Y EL NIHILISMO
2.1. La muerte de Dios
Con esta expresión Nietzsche alude al creciente abandono de la visión religiosa cristiana del mundo en la cultura europea, que comienza en el Renacimiento, continúa en la Ilustración y culmina en el utilitarismo de la sociedad industrial.
Este abandono se manifestó en la sustitución progresiva de la idea suprema de Dios, como donador de sentido, por otras ideas como Razón, Estado, Progreso, Consumo…
La muerte de Dios significa la liberación de un gran peso que abruma al hombre: el de la idea de un más allá. Supone la muerte de los valores absolutos.
Pero esta muerte de Dios da lugar a una situación de nihilismo.
2.2. El nihilismo
Es la falta de valores, de respuestas a los porqués que se habían contestado desde Dios. El sentido de la existencia se pierde, y se abren dos posibilidades al ser humano:
Toda la crítica de Nietzsche a la cultura occidental es manifestación de este nihilismo activo, que intenta crear una civilización nueva antes de que se derrumbe definitivamente la antigua.
3. EL SUPERHOMBRE, LA VOLUNTAD DE PODER Y EL ETERNO RETORNO
3.1. EL SUPERHOMBRE
– Con este término apunta Nietzsche al héroe del futuro, al filósofo venidero, el que comprenderá las grandes verdades de la “muerte de Dios”, de la esencia de la vida como “voluntad de poder” y del “eterno retorno”, y será capaz de crear nuevos valores que superen la moral tradicional.
No es una raza superior, ni una clase política, es un hombre más libre.
Los más lúcidos y fuertes han de preparar su venida.
– Nietzsche expone metafóricamente cómo la transformación del hombre en superhombre ha de pasar por tres transformaciones del espíritu:
– Características de este superhombre:
Valora la vida, supera de la moral tradicional (situándose más allá del bien y del mal), crea nuevos valores (vive como un niño y como un bailarín), practica la moral de señores, dice sí a las jerarquías, ama la tierra, vive la voluntad de poder y acepta el eterno retorno.
3.2. LA VOLUNTAD DE PODER
– Es la lucha de la vida que tiene que superarse continuamente a sí misma, y que determina todo lo existente. “Donde hay vida hay voluntad de poder”.
Es voluntad constante de superación, en la naturaleza entera y en el hombre.
La voluntad de poder se ejercita venciendo aquello que se le resiste, necesita de una fuerza de signo contrario que se le oponga. “Toda victoria, toda sensación de placer supone una resistencia vencida”.
El hombre fuerte expresa su voluntad de poder creando nuevos valores.
En los negadores de la vida, la voluntad de poder aparece como voluntad de nada.
– La voluntad de poder, no sólo cabe entenderla como creadora de valores, sino que tiene también una dimensión cósmica:
“Es la esencia del universo, ese lugar donde las fuerzas y energías se equilibran y desequilibran, se yuxtaponen y chocan sin principio ni fin, en un continuo retorno de los años”.
Aparece aquí una concepción vitalista del cosmos, contraria al mecanicismo imperante en su época, e introduce el tema del eterno retorno.
3.3. EL ETERNO RETORNO
Es el pensamiento más profundo de Nietzsche, pero el menos elaborado.
– Pretende recobrar la eternidad para lo inmanente, negando la dicotomía de los dos mundos y recuperando el sentido de la tierra: sólo existe este mundo y es eterno, no tuvo comienzo ni tendrá fin (rechaza la concepción lineal del tiempo de la tradición cristiana), sino que todo en él se repite eternamente (concepción circular como la de algunos presocráticos).
– Presenta una hipótesis provisional e imperfecta a la que alude como inspiración: “Al ser la materia finita y el tiempo infinito, deben repetirse periódicamente las mismas combinaciones, por lo que cada instante debe haberse repetido ya infinitas veces”.
Esta vida hay que vivirla infinitas veces, con dada dolor y cada alegría. “Retornará esta telaraña y este claro de luna entre los árboles, y un momento como éste, y yo mismo”.
– Este pensamiento del eterno retorno puede sumir al hombre en la más profunda desesperación (al que no ama la vida) o por el contrario elevarlo. Su aceptación mide la fuerza del superhombre, y va unido al “amor fati”, amar lo necesario, aceptar este mundo y amarlo.
El eterno retorno supone que se ha de vivir de tal forma que siempre se quisiera repetir la experiencia. Por tanto, se ha de perder el resentimiento y la culpa con que se nos cargó y con que se eliminó la alegría de vivir; hay que recuperar la inocencia del devenir. Algunos autores, como Deleuze, han interpretado el eterno retorno como el retorno de lo selectivo: retorna lo más excelso y desaparece lo decadente.