Portada » Historia » Modelo obrero italiano
Para liberalizar el mercado de la tierra los progesistas tomaron medidas contra las trabas que suponia el Antiguo Regimen que aun seguía vigente en el XIX:
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La supresión de los mayorazgos (1836), que transformó los bienes vinculados (que no se podían vender) a los mayorazgos en propiedades plenas y libres.
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La abolición del régimen señorial (1837) aqui se anulaban los derechos jurisdiccionales del señor y se transformaban las tierras de los nseñorios en prpiedades libres. Supuso un rpoblema la ley del antiguo régimen sobre el dominio directo del señor y el dominio util del campesino, ante este problema se otorgaron la mayoria de las tierras a los señores en los años 30.
-Las desamortizaciones suponia la expropiacion por el estado, de tierras eclesiásticas y municipales para su posterior venta a particulares en pública subasta. El proceso de desamortización se desarrolló a partir de 1836-37 en dos fases: la desamortización de Mendizábal y la de Madoz.
Se con los progresistas y consistió en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia con los objetivos de poner a su favor a los grandes propietarios que las compraran en la guerra carlista, sanear Hacienda y financiar la guerra.
2) La desamortización de Madoz, 1855-56, durante el Bienio Progresista.Para reducir la deuda publica y modernizar la economía mediante infraestructuras.
Las consecuencias de esto:
-La estructura de propiedad existente en cada zona de España quedó consolidada por el proceso desamortizador.
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Se sacrificaron los intereses de los campesinos no propietarios plenos, no reconociéndoles sus derechos sobre las tierras señoriales o municipales, ni facilitándoles el acceso a las propiedades desamortizadas. El otro sector social perjudicado fue el clero.
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Apareció un nuevo propietario rural, burgueses de las ciudades, que aprovecharon la venta de grandes extensiones de tierra, para convertirse en terratenientes agrarios. No invirtió en su tierra y se conformó con las rentas. Este comportamiento rentista fue también el de la nobleza. Los nuevos propietarios no se veían obligados a invertir en sus explotaciones, porque la abundancia de una muy numerosa mano de obra agraria les permitía obtener grandes beneficios, debido a los bajos jornales que pagaban. Además, la política proteccionista del s/XIX, reservó el mercado nacional para los grandes propietarios que pudieron vender sus productos a un precio elevado .
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Se pusieron en cultivo grandes extensiones de tierra, no explotadas anteriormente.
Esto aumentó la producción agraria, pero no la productividad de la agricultura,que siguió siendo baja a causa de el tipo de propietario rentista de las tierras y de los pequeños minifundios del norte que solo servian de subsistencia.
En España se pretendió impulsar, el proceso de revolución industrial, para transformar la vieja estructura económica agraria. Pero con escasos resultados.
En Cataluña la industrialización se originó con capitales autóctonos, con empresas de tamaño mediano. El sector algodonero fue el más dinámico y, actuó como motor de la industrialización regional. Su prosperidad se debió a tres razones: partia con ventaja del anterior desarrolló artesanal; la iniciativa empresarial de la burguesía catalana, que modernizó sus industrias con la nuevas máquinas y técnicas de producción; y la protección arancelaria.
Requiere hierro, carbón en abundancia y de calidad; y una demanda para rentabiulizar inversiones. Aqui no habia buen carbon ni demanda, se localizo:
-La etapa andaluza (Málaga), hasta los años sesenta. Su apogeo coincidió con las guerras carlistas, que impedían la explotación de las minas del norte.
-La etapa asturiana, entre los años sesenta y ochenta, en torno a las cuencas carboníferas de Mieres y Langreo, mucho carbon pero malo .
-El verdadero despegue de la industria siderúrgica española se inició a finales del siglo, en Vizcaya, en torno a Bilbao, sobre todo por la actividad de unas pocas grandes empresas.
Un sector acaparado por los extranjeros: la minería. España era rica en reservas de hierro, plomo, cobre, mercurio y cinc. Además, los yacimientos estaban próximos a zonas portuarias, lo que facilitaba la exportación de los minerales. Sin embargo, la minería española no alcanzó su pleno apogeo hasta el último cuarto del siglo, en que se convirtió en uno de los sectores más activos. La ley de Bases sobre Minas de 1868, promulgada durante el Sexenio Democrático, simplificaba la concesión de la explotación (no de la propiedad) de las minas a compañías privadas. Se hicieron cargo de la explotación minera sobre todo compañías extranjeras, que extraían los minerales para su exportación en bruto a sus países de origen. España se convirtió en exportadora de materias primas minerales.En conclusión, la industrialización española del s-XIX fue limitada y con graves deficiencias por:
-La geografía del país, que dificultaba las comunicaciones, encarecía el transporte y hacia difícil el desarrollo de un mercado nacional (hasta la construcción del ferrocarril).
-El lento crecimiento demográfico, la escasa capacidad de compra de los sectores populares españoles (obreros industriales con bajos salarios, jornales de miseria para los jornaleros agrarios) y el atraso en la agricultura provocaron falta de mano de obra industrial, carencia de un excedente de productos agrícolas y de un mercado interior capaz de absorber la producción industrial.
-La escasez de capital nacional fue la causa de que la moderna industria española se levantara con predominio de capital extranjero (salvo en Cataluña y, en cierta medida, en el País Vasco). La mayoría de los capitalistas españoles, en vez de invertir en la industria, compraron deuda pública y tierras desamortizadas, y especularon en Bolsa.
El Estado desempeñó un papel negativo, con la continua emisión de deuda, que atraía capitales, ycon una política proteccionista que favoreció el inmovilismo y la falta de cambios tecnológicos en el campo y en las fábricas.
La industria se limitó en la práctica a dos focos:
La industria textil catalana y, desde finales de siglo, la siderurgia vasca. Pero ambos sectores eran poco competitivos en el exterior, lo que obligaba a mantener una política proteccionista para reservarles al menos el mercado nacional.A finales del siglo la economía del país seguía siendo una agricultura de escasos rendimientos, que ocupaba a un 70% de la población activa y generaba más del 50% de la renta nacional.
La primera línea construida en España fue la de Barcelona-Mataró (1848), pero la aceleración de la construcción se desencadenó a partir de la ley General de Ferrocarriles de 1855, hasta la crisis financiera de 1866. La ley propiciaba la creación de compañías privadas que se encargarían de la construcción y explotación de los diferentes tramos de la red. Para ello, el gobierno proporcionó todo tipo de recursos y facilidades: concesión de subvenciones (cuyos fondos los proporcionaría la ley de Desamortización de Madoz) y permiso para la importación de materiales extranjeros. De la ley de ferrocarriles se derivó un ritmo rápido de construcción, pero también consecuencias negativas:
-Las principales concesiones se otorgaron a compañías extranjeras que importaron el material ferroviario, con lo que, a diferencia de lo ocurrido en otros países, la construcción de la red española no estimuló apenas la industria siderúrgica nacional. -Al final existía el medio de transporte, pero apenas había mercancías que transportar;
Las compañías ferroviarias no podían recuperar lo invertido en la construcción de las líneas por los escasos beneficios de su explotación; y en consecuencia, muchas de ellas quebraron y arrastraron en su caída a bancos y sociedades de crédito en la crisis financiera de 1866. -La red ferroviaria española es de estructura radial, con Madrid como centro. Lo que facilita la comunicación de Madrid con las distintas regiones, pero no la comunicación entre ellas. -El ancho de vía es mayor que el europeo (por razones técnicas debidas a las características orográficas de España), lo que dificultó la conexión ferroviaria de España con Europa. El ferrocarril resultó el instrumento indispensable para que España pudiera conseguir un sistema de transporte más barato y eficaz.
Los tres grupos financieros (constituidos en su mayor parte con capitales franceses) que obtuvieron las principales concesiones ferroviarias fueron: la Sociedad de Crédito Mobiliario Español que constituyó en 1856 la Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España;
La Sociedad Española Mercantil que creó en 1856 la Compañía de Madrid-Zaragoza-Alicante (MZA);
Y, la Compañía General de Crédito que tuvo diferentes concesiones de líneas ferroviarias en Andalucía, fusionándolas, en 1877, en la Compañía de Ferrocarriles Andaluces.
Hasta 1868 el movimiento obrero se desarrolló dentro del no reconocimiento del derecho a asociación. Tuvo su mayor fuerza en Cataluña.
Las acciones del primer obrerismo español combinaron manifestaciones aisladas y violentas propias del ludismo con la creación de mutualidades obreras para cubrir a sus asociados en caso de enfermedad o accidente (sociedades de ayuda mutua)
, pero también en caso de huelga para financiarla (sociedades de resistencia)
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El siguiente paso organizativo fue la constitución de sindicatos de oficios (agrupación de los obreros de un mismo oficio en una determinada localidad). El primero se fundó en Barcelona en 1840: la Asociación de Tejedores de Barcelona.
En 1844 los moderados las prohibieron, y la mayoría de ellas pasaron a la clandestinidad.
Durante el Bienio Progresista, el obrerismo conoció una mayor expansión, gracias a cierta tolerancia del gobierno. Se produjo un importante movimiento en Cataluña en defensa del reconocimiento del derecho al asociacionismo obrero (lo que no se consiguió). En julio de 1855 estalló en Barcelona una primera huelga general en defensa del derecho de asociación.
Durante el gobierno de la Unión Liberal (1856-63), el movimiento obrero permaneció aletargado, por la prosperidad económica y por la represión gubernamental. A partir de 1863, volvieron las movilizaciones obreras, ahora politizadas por demócratas y republicanos, contra el régimen de Isabel II.
En cuanto a las agitaciones campesinas, ocurrieron sobre todo en Andalucía (sublevación de Loja de 1861), zona de latifundismo y de jornaleros agrícolas, y respondían al mismo esquema: el hambre empujaba a la ocupación ilegal de tierras, pero su carácter local y la escasa o nula organización del movimiento facilitaba la intervención de la Guardia Civil y la represión.
El reconocimiento de la libertad de asociación permitió a las organizaciones obreras salir a la luz y expandirse. La revolución de 1868 despertó las esperanzas de obreros y campesinos en reformas sociales. Pero la falta de estas provocó la separación del movimiento obrero de los partidos demócrata y republicano.
Llegaron las ideas revolucionarias del internacionalismo, partidarias de la revolución social y de la abolición de la propiedad privada, con la rápida implantación en España de la
AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) o I Internacional.
En 1868 Bakunin envió a Gluseppe Fanelli a España para que organizara la sección española de la AIT, dentro de la corriente anarquista (que pretendía la revolución social y la abolición del Estado, no siendo partidaria de la creación de partidos políticos obreros, ni de participar en las elecciones). Fanelli creó dos secciones, a las que se adhirieron organizaciones y asociaciones obreras: una en Madrid y otra en Barcelona, la más numerosa y sólida. En 1870 se reunió en Barcelona el primer congreso de la Federación Regional Española de la AIT (FRE).
El Congreso fijó objetivos sindicales y sociopolíticos, además de la posición anarquista de no crear ningún tipo de partido obrero ni de colaboración ni alianza de la Federación Regional Española con los partidos burgueses.
En 1871, llegó a Madrid Paul Lafargue, yerno de Marx, para reconducir hacia el marxismo a los internacionalistas españoles. Los marxistas defienden la toma del Estado por la clase obrera (en su lucha de clases contra la burguesía), no su disolución, porque consideran al Estado como un instrumento para realizar la revolución social (alcanzar la sociedad socialista, donde la propiedad de los medios de producción fuera de carácter colectivo, frente a la sociedad capitalista-burguesa, donde la propiedad de los medios de producción es de carácter privado, lo que da lugar a la plusvalía, el origen de la desigualdad y de la explotación entre los hombres). Los marxistas son partidarios de los partidos políticos obreros y de participar en el juego parlamentario. Lafargue consiguió que un pequeño grupo de la sección madrileña constituyese la marxista Nueva Federación Madrileña.
En el Congreso de Zaragoza de la FRE (1872), la mayoría de los representantes de los obreros de Cataluña se adhirieron a los planteamientos de Bakunin. Los marxistas fueron expulsados. Se consolidaba así el predominio de la corriente anarquista en el movimiento obrero español.
Al comienzo de 1873, la FederaciónRegional Española contaba con más de 25.000 afiliados, un tercio catalanes. La proclamación de la I República (febrero de 1873) provocó una oleada de huelgas que forzaron a los patronos a hacer concesiones en jornada y salarios Fue la participación obrera en el movimiento cantonal, pese a la desaprobación de sus dirigentes internacionalistas, lo que fue utilizado por los sectores conservadores para acabar con la AIT. Tras el golpe de Pavía, la dictadura del general Serrano decretó la ilegalidad de la AIT y de las asociaciones obreras.
Con la Restauración, las organizaciones obreras conocieron una dura represión y pasaron a la clandestinidad. El Gobierno liberal de 1881 trajo consigo una mayor permisividad y las asociaciones obreras pudieron ir saliendo de la clandestinidad, hasta su legalización definitiva en 1887. Por la progresiva industrialización, aunque fuera sólo en algunas regiones, creció la importancia social y numérica de la clase obrera.
En 1881 la Federación Regional Española cambió su nombre por el de Federación de Trabajadores de la Región Española.
Su mayor implantación se dio en Andalucía y Cataluña. Los desacuerdos internos y la constante represión favorecieron que parte del movimiento anarquista optara por la «acción directa», y organizara pequeños grupos revolucionarios para atentar contra los pilares del capitalismo: el Estado, la burguesía y la Iglesia. Era la propaganda por la acción.
Estos magnicidios serían la llamada a una revolución espontánea de las masas populares.
Durante la etapa 1893-97, se produjeron atentados contra personajes claves de la vida política de la Restauración y las bombas en el Liceo de Barcelona y en la procesión del Corpus. Los atentados fueron seguidos de una gran represión, muchas veces indiscriminada contra todo el movimiento anarquista (incluidas las asociaciones que no tenían nada que ver con la violencia terrorista), y provocaron una espiral de violencia basada en una dinámica de acción/represión/acción. El momento clave de esa espiral fueron los procesos de Montjuïc, celebrados en 1897 en Barcelona, en los que fueron condenados y ejecutados cinco anarquistas (como venganza por la represión gubernamental, el anarquista italiano Angiolillo asesinó a Cánovas)
La proliferación de atentados ahondó la división del anarquismo entre los partidarios de la acción directa individual y los que propugnaban una acción colectiva de masas.
Estos, con más fuerza en Cataluña, creían que era imposible la revolución a partir de pequeños grupos de activistas; por ello, planteaban la revolución social como un objetivo a medio plazo y daban prioridad a la fundación de organizaciones de carácter sindical. Esta nueva tendencia, de orientación anarco-sindicalista, triunfará a principios del s-XX (CNT (1910)). El anarcosindicalismo defendía la huelga general revolucionaria como el instrumento que “derrumbaría” la sociedad burguesa e instauraría la nueva “sociedad libertaria” (anarquista) basada en pequeñas células de producción y de vida (formadas a partir de los sindicatos), en la que participarían democráticamente todos sus miembros y que se asociarían y colaborarían libremente.
Después de la represión de 1874, los marxistas de la Nueva Federación Madrileña se reorganizaron en torno alnúcleo de los tipógrafos, sector numeroso en Madrid, centro de la prensa y el mundo editorial. Fueron ellos quienes, junto a algunos intelectuales, fundaron en mayo de 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Siendo Pablo Iglesias su principal líder. En 1888, en Barcelona, los socialistas impulsaron la creación de un sindicato socialista, la Unión
Partido y sindicato tuvieron en Madrid, Vizcaya y Asturias sus zonas de mayor influencia, mientras su presencia en Cataluña o Andalucía fue escasa. Desde entonces se marcaría la línea divisoria clara entre el partido, con objetivos políticos, y el sindicato, cuya función reivindicativa e inmediata era la defensa de los trabajadores en la sociedad capitalista.
El PSOE era un partido marxista, de orientación obrerista y partidario de la revolución social. El partido se afilió a la II Internacional, participó en la celebración del Primero de Mayo de 1890 (jornada de lucha del internacionalismo obrero en demanda de la jornada de 8 horas de trabajo) y logró tener concejales en algunos ayuntamientos. Aunque defendía la participación en la vida política, su negativa a colaborar con los republicanos hizo que no tuviese representación en Cortes hasta 1910.
La UGT respondía al modelo de sindicato de masas que englobaba a obreros de todos los sectores de la producción y se organizaba en secciones de oficios en cada localidad. La UGT elaboró un programa reivindicativo de mejoras en las condiciones laborales de los obreros y defendió la negociación colectiva entre obreros y patronos así como el recurso a la huelga. La consolidación del movimiento socialista se produciría tras la oleada de huelgas de comienzos del s-XX (huelga general en Vizcaya en 1903), cuyo éxito confirmó a la UGT como organización de masas.