Portada » Biología » Elementos fisicos del planeta tierra
Desde que en los años de 1960 se asumiera que el planeta, sus ecosistemas e incluso las sociedades humanas habían entrado en una fase de autodestrucción, la atención crítica se centró sobre todo en los procesos industriales sucios, pesados y contaminantes, quedando relativamente al margen la energía eléctrica y, mucho más, la electrónica; andando el tiempo, sin embargo, ni la electricidad ni la electrónica (tampoco las telecomunicaciones o la informática) han logrado zafarse de la acusación de resultar contaminantes en general, con impactos humanos de consideración.. Por otra parte, la explosión electromagnética habida como característica física principal de la expansión de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ha recargado el medio ambiente de energía radiante cuyos efectos sobre la salud humana son objeto de una dura polémica científico-médica, que no debe darse por zanjada ni mucho menos por infundada, aunque sea una minoría la que sostiene las posiciones críticas.
Como peculiaridad contaminante surgida precisamente del mundo de las TIC y de la obsesión tecnológica por la velocidad, es interesante prestar atención a las reflexiones que sobre una ecología gris se desprenden de la obra de Paul Virilio, ya que resultan pertinentes en el entorno científico-tecnológico dominado por las telecomunicaciones.
En general puede decirse que, si bien el cambio tecnológico es un proceso largo y diferenciado en el tiempo, su desarrollo más espectacular coincide con el periodo histórico de mayor y más visible degradación del medio ambiente; pero en este proceso llama poderosamente la atención su ritmo, siempre creciente.
no es una broma advertir de que ese ritmo de los acontecimientos -y en especial los debidos a la Revolución industrial- resulta frenético y a todas luces insostenible. Y considera inviables los proyectos y deseos de quienes, bien por inconsciencia, bien por ingenuidad, consideran que las cosas pueden seguir discurriendo, indefinidamente, por los mismos cauces y con las mismas pautas con que lo vienen haciendo en los últimos decenios.
Si tuviéramos que resumir la crítica ecológica hacia el desarrollo económico, y especialmente en su versión o componente más tecnológica, destacaríamos estas notas:
1. Este desarrollo económico es gran consumidor de energía.
2. Implica un derroche evidente de recursos naturales, especialmente agua y materias primas.
3. Da lugar a una creciente producción de todo tipo de contaminantes y desechos.
4. Este desarrollo económico se vertebra, crecientemente, sobre tecnologías complicadas y dependientes, que escapan al control y el manejo por la gente normal.
5. Este desarrollo económico prefiere las inversiones intensivas de capital, que al mismo tiempo suelen implicar la aplicación creciente de tecnología. Una de las consecuencias más destacables de estos dos rasgos es el ahorro de empleo humano.
Por lo demás, es necesario reconocer que la gran mayoría de los problemas ambientales tiene un origen directo tecnológico: Ej la contaminación atmosférica, por ejemplo, es debida a las emisiones industriales y del transporte (sobre todo, automóviles y camiones)
Pero es bien cierto que, en términos indirectos y de fondo, la contaminación no es tecnológica sino económica, cultural… y depende de las fuerzas que llevan a la tecnología a que desempeñe ese papel de medio o instrumento contaminante.
Añadamos que, por supuesto, la tecnología puede ejercer -y de hecho ejerce- una función anticontaminante muy destacada. Pero no debemos ignorar que esta descontaminación generalmente sucede a la contaminación tecnológica previamente ocasionada, por lo que hay que distinguir entre esos dos roles, de muy distinta responsabilidad: la de contaminar, que es anterior y negativa, y la de descontaminar, que es posterior y más positiva.
Nos interesa aquí destacar que la electricidad, la electrónica o la informática han dejado hace tiempo de ostentar un papel -que venía siendo ciertamente privilegiado- de técnicas o formas energéticas limpias, es decir, no contaminantes. Así, la electricidad, aunque proporcione usos energéticos limpios no puede decirse que en la fase de producción sea limpia, ya que tanto las formas convencionales (centrales de carbón, fuel oil, uranio) como las más novedosas (eólicas, solares) de generación eléctrica conllevan importantes impactos ambientales. Y algo parecido sucede con la electrónica o la informática (o las telecomunicaciones), como veremos, debiendo analizar tanto sus expresiones directas como indirectas.
Sin duda que si contemplamos la crisis ecológica planetaria hemos de distinguir, seria y urgentemente, entre lo grave y lo leve. Y en este sentido, no cabe duda de que las TIC presentan una responsabilidad ecológica aparentemente secundaria, aunque las contemplaremos de otro modo si ampliamos y profundizamos nuestro análisis.
En la fiscalización ambiental de las TIC, que tiene lugar desde principios de los años de 1970 (con las primeras advertencias surgidas en Silicon Valley) han de distinguirse estos aspectos:
1. El problema de la gestión de los desechos electrónicos que, como resultado de un consumismo desaforado ligado a la permanente obsolescencia de productos y equipos, hace tiempo que ha adquirido la categoría de verdadera contaminación ambiental, que se incrementa y generaliza aportando numerosos elementos tóxicos al ya complejo mundo de la gestión de residuos.
2. El alto consumo en materiales, agua y energía: la industria de lo inmaterial es altamente consumidora de recursos básicos. A destacar el creciente aumento del consumo de energía, tanto en el funcionamiento como en los procesos de fabricación.
3. Un caso especial, y muy significativo, de contaminación de las telecomunicaciones es el de la llamada basura espacial. Se trata de los satélites y cohetes no operativos, así como fragmentos generados por ambos debido a explosiones o colisiones, que circundan el planeta sin control y que, entre otros peligros, amenazan con dañar las naves tripuladas.
Desde el lanzamiento del Sputnik en octubre de 1957 se han realizado varios miles de lanzamientos, quizás unos 5.000, que han dado lugar a unos 25.000 objetos catalogados, permaneciendo un tercio de ellos en órbita.
Aparte de suponer una realidad contaminante peculiar, de posible impacto humano, la basura espacial nos hace reflexionar sobre un hecho muy curioso, que es que incluso en el espacio exterior -medio tradicionalmente considerado inmenso, si no infinito- las dimensiones se han reducido significativamente por la ocupación progresiva de las órbitas útiles destinadas a alojar estos cuerpos espaciales de finalidad científica, comunicacional o militar; se crea así un nuevo entorno que obliga a la regulación internacional y anuncia nuevos y futuros conflictos.
Sin duda que el impacto ambiental más preocupante en el complejo mundo de las TIC es el que afecta a los seres vivos y, muy especialmente, a los seres humanos. Dada la presencia permanente de campos electromagnéticos (CEM) en la tierra (superficie y atmósfera) su interacción con los seres vivos es un hecho básico para estudiar su comportamiento y también sus disfunciones. Precisamente porque se ha de tener muy en cuenta que cada organismo responde ante estas influencias de forma distinta y específica, tanto por causa de sus propias características bioelectromagnéticas como por la variabilidad de las magnitudes físicas presentes en esos campos, puede decirse que, en general, no se conocen bien los mecanismos exactos de interacción entre los CEM y la materia viva.
Los CEM están presentes siempre que existan corrientes eléctricas y son especialmente dignos de consideración en cuatro sectores industrial-comerciales:
– La alta tensión: transporte y transformación de energía eléctrica
– Las tensiones e intensidades con origen en los electrodomésticos
– Las radiofrecuencias
– Las pantallas de vídeo
A la hora de poner en relación las fuentes de CEM con la materia viva, conviene hacer una doble distinción sobre los efectos reversibles e irreversibles por una parte, y térmicos y no térmicos por otra. Hay, efectivamente, numerosos efectos producidos por CEM que cesan cuando la causa -emisión, radiación- cesan, y ahí hay que incluir gran cantidad de afecciones, neuro-vegetativas (fatiga, astenia, insomnio), u otras (aumento de colesterol). Típicamente reversibles son los efectos térmicos, propios de las frecuencias llamadas microondas, que producen calentamiento de los tejidos.
A nosotros nos interesa aquí destacar los efectos irreversibles y atérmicos, cuyo análisis debe realizarse a partir de las funciones biológicas mejor conocidas en la interacción entre los CEM y los seres vivos; funciones que en el caso de los humanos se suelen agrupar en tres grupos:
– Las funciones y disfunciones de la glándula pineal y la melatonina
– El transporte celular de diversos elementos, en especial el calcio
– La acción directa carcinogénica, mediante agentes iniciadores y promotores
1. La glándula pineal y los ritmos circadianos
Se llama cronobiología a la rama científica que estudia los mecanismos de la estructura biológico-temporal, con sus ritmos bioquímicos, fisiológicos o etológicos (relacionados con la conducta) en general. Y ciertas redes neuronales funcionan como verdaderos osciladores endógenos que se sitúan en centros precisos del cerebro. La luz, y su alternancia con la oscuridad, es el motor esencial que marca el ritmo circadiano (es decir, que se repite cada 24 horas), y a ritmos circadianos parecen someterse desde el desarrollo microbiano hasta la reproducción vegetal y animal, pasando por el ciclo vigilia-sueño. Debido a esto es por lo que adquiere relevancia el estudio en los seres humanos de la glándula pineal, que transforma la luz en estímulos adecuados para sintetizar y metabolizar sus propios productos, en especial la hormona melatonina.
La luz -u otro tipo de radiación electromagnética de similar efecto suprime la producción de melatonina, que juega un papel fundamental en el sueño y en la recuperación cíclica (diaria), y también interviene en el mantenimiento de las defensas inmunitarias contra el cáncer.
No existen en fisiología, por otra parte, umbrales matemáticamente precisos para que se desencadene un estímulo, lo que entra en contradicción con el empeño habitual en marcar niveles de dosis o exposición a determinados efectos o radiaciones.
2. El transporte celular del calcio
En el funcionamiento de las células llaman poderosamente la atención los flujos del calcio iónico (Ca2+), que resultan afectados por la acción de los CEM. Y como el calcio intracelular es un intermediario metabólico de primera importancia en numerosos tipos de células, resulta extraordinariamente importante su estudio. El mecanismo más conocido y aceptado de influencia electromagnética sobre el calcio se materializa sobre la membrana celular (plasmática) debido a que las moléculas de los fosfolípidos, que son diamagnéticas, modifican su orientación bajo la acción de los CEM.
en todo caso tanto la concentración como la distribución del calcio en el interior de la célula afectan a numerosas funciones celulares que dependen de este elemento, como la permeabilidad de la membrana, el transporte iónico a través de la membrana, etc..
3. La acción directa carcinogénica
La tercera vía de afección fisiológica de los CEM está relacionada con la acción carcinogénica, más o menos directa. Aunque las radiaciones electromagnéticas que venimos estudiando poseen un nivel energético que no produce ionización en los átomos, sin embargo las investigaciones han llegado a identificar agentes clasificados en dos categorías peligrosas, los iniciadores y los promotores, que demuestran ser capaces, combinados, de llegar a efectos que la mera consideración física de la radiación no incluye.
Un agente iniciador es el que, actuando solo, no produce tumores, aunque da lugar a ellos cuando va seguido por un promotor.
Y un agente promotor es el que, considerado aislado, no genera tumores pero sí los provoca cuando va precedido por un iniciador. Un promotor seguido de un iniciador tampoco lleva al cáncer. En todo caso, los escrúpulos científicos señalan que aunque estos agentes evidencien un proceso de carcinogénesis, no lo definen necesariamente.
Pero nos resulta mucho más interesante aludir a los efectos indirectos de las TIC en el medio ambiente y, más todavía, en la calidad de vida, por lo que recurriremos al análisis de lo que el arquitecto y filósofo francés Paul Virilio llama la contaminación gris:
1. La contaminación gris (CG) es la contaminación global, propiamente dicha, ya que por su propia esencia es ubicua y expansiva, y tiende a extenderse por el universo de la tecnosfera.
2. Es, desde luego, una contaminación eminentemente técnica, propia de la civilización científico-técnica con que se vienen dotando las sociedades humanas, que afecta también al entorno natural de los humanos pero sobre todo a ellos mismos.
3. Es de carácter electromagnético, es decir, de naturaleza, génesis, expresión y dinamismo electromagnéticos, porque se relaciona con una energía radiante y ubicua, silenciosa e invisible.
4. Por tanto prima, sobre cualquier otra característica, la velocidad de expresión y alcance, que viene a culminar con magnitudes del orden de la velocidad de la luz. Es en este entorno conceptual y material en el que habría que analizar la creciente importancia de la nanotecnología.
5. Mucho más claramente que la contaminación verde (CV), la CG vive una expansión progresiva, creciente y aparentemente ilimitada, porque depende del dinamismo tecnológico, que se muestra imparable.
6. Supera, en principio, en amplitud y potencial a la CV, que se justifica en la explotación material de la naturaleza, y promete superarla también en acritud, sobre todo porque tiene en los humanos su objetivo específico, a la vez que total y discreto.
7. Viene a representar, por otra parte, una fase natural, progresiva y lineal en el proceso de destrucción tecnológica del planeta y sus recursos, incidiendo particularmente en lo humano. Esto lo lleva a cabo de forma sutil, a partir de un complejo de bienes, servicios y comodidades eminentemente tecnológico y de incidencia personal, doméstica, profesional y socioeconómica en general que, además, resulta socialmente muy difícil de criticar.
8. Esta nueva fase de degradación ambiental en general se alinea y desarrolla con la vorágine histórica de la velocidad tecnológica, que pretende la reducción del espacio y del tiempo a términos irrisorios.
9. La CG (o su inversa, la EG) arranca históricamente de las luchas ecologistas, especialmente de las antinucleares, que tenían como enemigo profundo y oculto las radiaciones electromagnéticas ionizantes. Muestra así una continuidad doble, en lo tecnológico y lo social, que insiste en desvelar -para explotarlas crematísticamente- las fuerzas de la naturaleza, concretamente las electromagnéticas (que están, por cierto, en el origen y la base del universo). En este sentido, las contaminaciones procedentes de la exhibición osada de la tecnociencia, podrían unificarse en un concepto omnicomprensivo: la contaminación de Casandra.
10. La CG constituye un camino abierto y sugerente, prometedor y expedito hacia la confiada humillación del hombre. Entre otras razones porque demuestra una inmensa capacidad de aniquilación de conquistas, e incluso valores, políticos, individuales y morales (y en este sentido, niega la historia).
La contaminación gris, además, genera CV en mucho mayor grado de lo esperado/y de lo prometido: consumo energético, producción de desechos tóxicos y basura electrónica, destrucción del paisaje y atentado contra la salud (contaminación electromagnética)