Portada » Arte » Tecnicas utilizadas en la pintura del renacimiento
Esta pintura del pintor italiano Masaccio representa a la Trinidad con la Virgen y San Juan bajo la cruz, y los donantes -un mercader y su esposa- arrodillados. El gesto sencillo de la Virgen señalando al hijo en la cruz es muy elocuente e impresionante porque es el único movimiento en el conjunto solemne de la pintura. Sus figuras parecen estatuas, lo que se realza mediante la perspectiva del marco que las encuadra. Parece que las podamos tocar, y esta sensación es la que hace de ellas y de su mensaje algo nuevo para nosotros.
La obra pertenece al Renacimiento, movimiento cultural y artístico que se inició a comienzos del siglo XV y se prolongó hasta finales del siguiente. Las directrices socio-artísticas que marcaron el período artístico del Renacimiento son las siguientes:
-Recuperación del arte clásico. Se recuperan los órdenes arquitectónicos clásicos, los modelos escultóricos del período griego clásico y algunos temas mitológicos de la Antigüedad representados en la pintura, en un afán por conciliar el pensamiento antiguo con el cristianismo.
– La figura humana comenzará a ser centro de atención de las representaciones artísticas, dejando de ser Dios el protagonista, aunque sin abandonar los temas religiosos.
– La perfección técnica y la belleza, se antepondrán al significado y la espiritualidad de la obra.
-El arte se convierte en una actividad intelectual, deja de ser, por tanto, una actividad meramente artesanal. Se aplica al arte los estudios humanísticos de matemáticas, geometría, historia, lenguas, cultura clásica y ciencias de la naturaleza. Los artistas firmarán, por primera vez, las obras y serán considerados como genios.
La pintura empieza a mostrar un inusitado carácter propio e independiente, ya que no se halla exclusivamente sometida a la arquitectura. Aunque sigue existiendo pintura al fresco y obras como la que estamos comentando, constituyen un ejemplo significativo al respecto. La tabla y luego el lienzo se convierten en los soportes preferidos. El repentino auge de la técnica pictórica con el enorme avance del estudio de la perspectiva y el tratamiento de la luz y el color representan un reto muy significativo en la técnica pictórica.
La escultura adquiere un mayor protagonismo, al igual que la pintura, no viéndose sometida al marco en la que se inserta. Al contrario de lo que ocurría en el gótico, muchas obras son ideadas para ser situadas en espacios públicos. Aparece una concepción de los personajes mucho más humana y realista.
En arquitectura apreciamos una vuelta al empleo de las formas de la Antigüedad, con la recuperación de los órdenes clásicos, los arcos de medio punto, frontones, el predominio del empleo de las figuras rectilíneas, etc.
Durante el Renacimiento se desarrollaron varias etapas entre las que destaca el Quattrocento en el siglo XV y donde sobresalen ciudades como Florencia o la propia Padua a la que se adscribe la obra de este comentario y el Cinquecento en el siglo XVI, donde Florencia va perdiendo el protagonismo artístico por la ciudad de Roma.
El principal antecedente de toda la pintura del Renacimiento, fue Giotto, un pintor del Trecento italiano, extremadamente innovador que es considerado el precursor de la evolución hacia la tridimensionalidad, sus composiciones pictóricas ya tenían ciertos relieve y profundidad, aunque Giotto carecía de conocimientos sobre la anatomía humana que si van a poseer los artistas del Renacimiento. La consecuencia es que introduce plenamente la perspectiva en la pintura, su testigo será recogido por los grandes maestros del Cinquecento que, poco a poco, derivarán desde la perspectiva lineal y matemática que representa esta pintura y la de su autor hasta los inicios de la perspectiva aérea con Leonardo y que verá su culminación en el Barroco con Velázquez.
Otro aspecto reseñable es la temática, que se amplía notablemente con respecto al gótico. Si bien es cierto que los temas religiosos siguen ostentando un gran peso, aparecen obras mitológicas, escenas de la vida cotidiana, retratos, etc. A esta variada temática se le une una mejora técnica notoria, que avanza rápidamente desde las creaciones más arcaicas del primer Renacimiento hasta las más elaboradas del Manierismo.
La Trinidad, cuyo símbolo es el triángulo, y en la composición de la pintura, queda rigurosamente inscrita en un triángulo, se encuentra en uno de los muros laterales de la iglesia de Santa María Novella en Florencia; su función principal fue decorar uno de sus muros laterales. Es un inmenso mural pintado al fresco.
La capacidad para representar el volumen y la profundidad nos permite apreciar a los donantes arrodillados, dispuestos a ambos lados de la escena principal y que parecen asistir a ella desde otro plano, como si estuvieran fuera de la representación. Ésta nos muestra al padre sosteniendo con firmeza la cruz en la que yace el hijo muerto, mientras el Espíritu Santo, como paloma, se sitúa entre las cabezas de ambos, hasta tal punto que el observador poco atento podría confundirlo con el cuello blanco que tuvieran los ropajes de Dios. Por lo demás, al pie de la cruz hallamos a María y San Juan como acompañantes.
El espacio en que ha situado Masaccio esta pintura es una arquitectura clasicista, en la que dos enormes pilastras de orden corintio enmarcan un arco de medio punto sostenido por columnas jónicas. Tras el arco se inicia una media bóveda de cañón decorada con casetones que alcanza hacia el otro arco que cierra la composición. La composición y la construcción se hallan sometidas a las leyes de la perspectiva geométrica por primera vez en la pintura, hasta tal punto que el espacio pintado parece real y el espectador cree encontrarse ante un enorme hueco abierto en la pared de la iglesia, al parecer esto lo hizo el pintor siguiendo las reglas de Brunelleschi a quien conoció en Florencia.
Para consolidar el efecto señalado anteriormente los personajes están mostrado a tamaño real acentuando la disposición triangular con una línea ascendente que los conecta, pasando por el madero de la cruz y llegando hasta la cabeza de Dios padre.
El punto de fuga parte de los ojos del espectador que lleva la mirada hacia el centro del mensaje religioso que la obra quiere transmitir: la importancia trascendental de la Trinidad en pensamiento cristiano y en la propia concepción de la salvación de la especie humana.
Destacar la iluminación en el que se concentra la luz en las figuras, sumiendo el interior de la capilla en una fuerte penumbra que domina la perspectiva arquitectónica y dirige el punto de mira del espectador hacia las figuras mismas, cuya pálida piel absorbe la luz.