Portada » Lengua y literatura » Poesia de la posguerra a la actualidad
Comprende las décadas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta. La guerra civil sume a España en un periodo de profunda crisis económica y cultural. La penuria que vive el país crea un vacío literario al que contribuyen varios hechos decisivos:
Uno de los poetas que ejerce una mayor influencia en la lírica de posguerra es Miguel Hernández. Los temas predominantes de su poesía son el amor, la vida y la muerte.
Los poetas se interrogan sobre el dolor de la existencia, pero encuentran consuelo en Dios, la familia, la tierra… Su visión del mundo es armónica y está marcada por una confianza en las capacidades del ser humano para superar las dificultades, con la ayuda de la fe y del amor. Estos poetas son conocidos como el grupo Rosales y destacan Luis Rosales, Leopoldo Panero… Todos evolucionan hacia tendencias y estilos muy personales, pero comparten la misma actitud estética:
Otro grupo es el grupo garcilasista que no entra en conflicto con la realidad. Destacan Pedro Lorenzo, Jesús Revuelta… Estos poetas defienden un apoesía formalista, de evasión, y de corte clásico, que tiene el propósito de entroncar con la Generación del 27. Las características son:
Marcada por dos hechos literarios:
Estos poetas no comparten una visión positiva de la poesía arraigada, sino que cultivan una lírica que se enfrenta con la realidad. Expresan, con tono violento, su malestar vital, la angustia del ser humano ante las consecuencias de la guerra civil y la pobreza. La poesía desarraigada es, pus, un existencialismo comprometido que, en la década siguiente, evoluciona, en algunos autores, hacia la poesía social. El principal autor es Blas de Otero.
sigue predominando el sentimiento religioso, la expresión de su religiosidad es crítica, dominada por sentimientos como la soledad, el vacío, el miedo o la angustia de vivir y de morir. Estos poetas reprochan a Dios su silencio y su ausencia en un mundo de desolación y ruina.
Es una poesía menos clasicista que la arraigada, en la que el contenido prima sobre su forma. El léxico resulta, en ocasiones, hosco y violento, para expresar la brutalidad y el sinsentido de la experiencia humana.
El soneto predomina, aunque también se emplean estrofas populares y el verso libre.
Esta nueva tendencia poética conlleva un retorno al realismo social. La poesía social alcanza la madurez en 1955, con la publicación de dos libros: Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, y Cantos iberos, de Gabriel Celaya. Los escritores consideran que el poeta debe reflejar la realidad del país, tomar partido por los más desatendidos de la sociedad y denunciar los males que afectan a la nación.
Destacan José Manuel Caballero Bonald y José Ángel Valente. Frente al concepto de poesía de comunicación, para estos escritores la poesía se convierte en un vehículo de autoconocimiento, es decir, el poeta debe expresar la realidad íntima del poeta. De ahí que predomine en sus obras un tono intimista y autobiográfico.
Comprende las décadas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta. La guerra civil sume a España en un periodo de profunda crisis económica y cultural. La penuria que vive el país crea un vacío literario al que contribuyen varios hechos decisivos:
Uno de los poetas que ejerce una mayor influencia en la lírica de posguerra es Miguel Hernández. Los temas predominantes de su poesía son el amor, la vida y la muerte.
Los poetas se interrogan sobre el dolor de la existencia, pero encuentran consuelo en Dios, la familia, la tierra… Su visión del mundo es armónica y está marcada por una confianza en las capacidades del ser humano para superar las dificultades, con la ayuda de la fe y del amor. Estos poetas son conocidos como el grupo Rosales y destacan Luis Rosales, Leopoldo Panero… Todos evolucionan hacia tendencias y estilos muy personales, pero comparten la misma actitud estética:
Otro grupo es el grupo garcilasista que no entra en conflicto con la realidad. Destacan Pedro Lorenzo, Jesús Revuelta… Estos poetas defienden un apoesía formalista, de evasión, y de corte clásico, que tiene el propósito de entroncar con la Generación del 27. Las características son:
Marcada por dos hechos literarios:
Estos poetas no comparten una visión positiva de la poesía arraigada, sino que cultivan una lírica que se enfrenta con la realidad. Expresan, con tono violento, su malestar vital, la angustia del ser humano ante las consecuencias de la guerra civil y la pobreza. La poesía desarraigada es, pus, un existencialismo comprometido que, en la década siguiente, evoluciona, en algunos autores, hacia la poesía social. El principal autor es Blas de Otero.
sigue predominando el sentimiento religioso, la expresión de su religiosidad es crítica, dominada por sentimientos como la soledad, el vacío, el miedo o la angustia de vivir y de morir. Estos poetas reprochan a Dios su silencio y su ausencia en un mundo de desolación y ruina.
Es una poesía menos clasicista que la arraigada, en la que el contenido prima sobre su forma. El léxico resulta, en ocasiones, hosco y violento, para expresar la brutalidad y el sinsentido de la experiencia humana.
El soneto predomina, aunque también se emplean estrofas populares y el verso libre.
Esta nueva tendencia poética conlleva un retorno al realismo social. La poesía social alcanza la madurez en 1955, con la publicación de dos libros: Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, y Cantos iberos, de Gabriel Celaya. Los escritores consideran que el poeta debe reflejar la realidad del país, tomar partido por los más desatendidos de la sociedad y denunciar los males que afectan a la nación.
Destacan José Manuel Caballero Bonald y José Ángel Valente. Frente al concepto de poesía de comunicación, para estos escritores la poesía se convierte en un vehículo de autoconocimiento, es decir, el poeta debe expresar la realidad íntima del poeta. De ahí que predomine en sus obras un tono intimista y autobiográfico.
Los poetas persiguen un ideal estético innovador y experimental. Estos escritores renuevan la concepción poética, la estética y los temas. Nueve Novísimos (1970) de José María Castellet tuvo una enorme repercusión en la crítica y el público.
Rechazo de las formas estróficas tradicionales y uso del verso libre.
Adopción de elementos surrealistas como imágenes visionarias y oníricas, la escritura automática, la ausencia de mayúsculas y de puntuación…
Huida de la realidad e introducción de elementos exóticos.
Utilización de Collage lo que conduce a una ruptura del discurso lógico.
El texto se carga de alusiones culturales que provocan el hermetismo y la dificultad de comprensión.
Temática muy diversa, aunque destaca el interés por reflejar la nueva cultura.
La poesía vuelve de nuevo a ser un vehículo de comunicación que intenta llegar a un amplio abanico de lectores. Los poetas manifiestan un gusto por la poesía intimista, centrada en el yo poético, por eso se le llama poesía de la experiencia.
Se emplean estrofas clásicas.
Lenguaje sencillo y coloquial. El léxico se nutre del habla cotidiana y publicidad. Los poetas de los ochenta se sienten integrados en la sociedad.
se asimilan los componentes de la sociedad de consumo y se imitan las técnicas de mercado y publicidad. Los poetas de los ochenta se sienten integrados en la sociedad.
Preferencia por asuntos realistas y verosímiles que afectan al individuo moderno: el sentimiento del tiempo, lo íntimo, lo individual…