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Este cuento integra la colección de cuentos «Los funerales de la mama grande», escrito por Gabriel García Márquez, autor que integra lo que se ha dado en llamar el «boom» latinoamericano. Marquez nacio en Colombia en 1927. El «Boom» latinoamericano fue un movimiento literario, politico y social; un fenómeno editorial y literario que surgió entre los años 1960 y 1970, cuando el trabajo de un grupo de novelistas latinoamericanos relativamente jóvenes fue ampliamente distribuido por todo el mundo
García Márquez lo considera, como el mejor de sus cuentos. Dice que le surgio por la visión de una mujer y una niña, vestidas de negro, que atravesaban una plaza. Partió pues, como siempre, de una imagen real sobre la cual sobrevoló su fantasía.
Se trata de un cuento que puede ser estudiado desde diferentes perspectivas en relación a los derechos humanos, tales como la cuestión de género, dignidad y pobreza, religiosidad y falsa religiosidad, y de crítica social.
En este análisis intentare abordar su estudio como una denuncia y crítica de un pueblo que discrimina a un grupo marginado, angustiado, humillado, miserable y sin esperanza alguna de redención. Para ello nos centraremos en el estudio del personaje femenino, la madre, para destacar la dignidad y el amor incondicional a su hijo
El cuento comienza con un viaje en tren . Este viaje lo realizan la madre y la hermana de Carlos Centeno. Ellas arriban a la hora de la siesta, lo cual constituye una transgresión, pues se altera la paz del pueblo, y sigue con una entrevista con el cura, al cual solicitan las llaves del cementerio donde está enterrado el personaje. En esta instancia nos enteramos que el joven muere cuando intenta robar a Rebeca, «una viuda solitaria», en su propia casa y de noche. Podemos ver una similitud entre Rebeca y Carlos, ya que los dos son personas solitarias.
La llegada de ambas mujeres perturba la siesta del martes en el pueblo, produciéndose un desenlace que deja abierto el relato, pues lo importante es la actitud que asume la gente –»todo el mundo está en las ventanas»- y no la consecuencia de ese accionar colectivo que se produce silenciosamente agresivo y curioso. Es una sociedad que discrimina a la mujer y a la niña, por ser pobres, hasta van a la puerta de la iglesia para ver que quieren.
La madre y la niña aparecen sin presentación previa, «eran los únicos pasajeros en el escueto vagón de tercera clase». La niña llevaba «una bolsa de material plástico con cosas para comer y un ramo de flores envuelto en papel de periódicos». Aunque el autor no lo diga nos damos cuenta con claridad de la pobreza de los personajes. Además hay que agregar el dato del dolor por el duelo «guardaban un luto riguroso y pobre». El narrador aquí es exterior, actúa como testigo y posee una omnisciencia limitada, nada nos dice de los sentimientos y pensamientos de las dos mujeres y no nos explica el por qué del viaje.
El narrador comienza a hablar de la madre en el párrafo que se inicia primero, con datos acerca de la edad de la niña, «tenía doce años».. No es un relato completo. Se parte de aspectos físicos pero la finalidad es llegar al retrato moral:
«La mujer parecía demasiado vieja para ser su madre, a causa de las venas azules en los párpados y del cuerpo pequeño, blando y sin formas, en un traje cortado como una sotana. Viajaba con la columna vertebral firmemente apoyada con el espaldar del asiento, sosteniendo en el regazo con ambas manos una cartera de charol desconchado. Tenía la serenidad escrupulosa de la gente acostumbrada a la pobreza.»
Un elemento a tener en cuenta es el momento en que se desarrolla el cuento y que ya viene señalado desde el título. Es el momento más sofocante del día. El calor es un factor constante en el cuento. La condición atmosférica se percibe , molestando en el viaje de la madre y de su hija y hasta las continuas paradas que hace el tren. Al transcurrir el tiempo, se va dando el aumento del calor y sus efectos son mostrados en los personasjes y en las cosas: «La mujer inclinó la cabeza y se hundió en el sopor.»
La descripción del alimento da otro claro indicio de pobreza. Se aproxima el final del viaje y la mujer da tres indicaciones a su hija. La que más llama la atención es la última. «Si tienes ganas de hacer algo, hazlo ahora. Después, aunque te estés muriendo de sed no tomes agua en ninguna parte. Sobre todo, no vayas a llorar.» Comienza a mostrarse el personaje de la madre, quien habla con dureza.
La recomendación de la madre de no tomar agua, aunque se esté muriendo de sed pone de manifiesto la expresión del deseo de no aceptar nada del enemigo, como una especie de hostilidad hacia la gente de ese lugar. Y del mismo modo, el hecho de no llorara es básico, puesto que no se desea expresar flaqueza delante de una población que sin duda será hostil a ellas.
Cuando llegan al pueblo, el narrador realiza una descripción a la hora de la siesta. Todo es quietud, la vida parece detenerse y predomina el silencio. Impone quietud y silencio a las dos de la tarde. Se señala con cuidado el transcurrir del tiempo paralelo al incremento del calor.
La mujer y la niña evitan llamar la atención, entrar en el pueblo «sin perturbar la siesta», van directamente a la casa del cura. Cuando la madre llama a la puerta hay un diálogo breve. Cuando ingresa, el narrador describe su actitud. «permaneció de pie, absorta, con la cartera apretada en las dos manos».Cuando le informan que el cura, a quien debía ver, estaba acostado, responde con u»breve y segura». No hay ninguna fisura en su firmeza.
El diálogo que sostiene con el cura es el momento más importante del cuento. La tensión llega a su punto más alto. Aquí nos enteramos del motivo del viaje: ella viene a pedir las llaves del cementerio para visitar la tumba de su hijo muerto la semana anterior: «es el ladrón que mataron aquí la semana pasada…..Yo soy su madre».Le da una identidad al muerto y un valor Se destaca su actitud decidida, no se altera, no se inhibe. Debe aclarar la identidad de su hijo porque Carlos Centeno es un desconocido en el pueblo, es el ladrón.
Cuando retoma el diálogo con el cura aparecen dos visiones opuestas cuando ambos hablan de Carlos Centeno. Para el cura es el ladrón, el que se desvió del buen camino, como lo es para todo el pueblo, como lo es desde el punto de vista social; para la madre, en cambio, que conoce su historia, su sacrificio, su dolor, que ve lo personal e íntimo: «era un hombre bueno.» La madre aporta datos de un pasado remoto, se refiere a su hijo y reconstruye su historia:
«…Yo le decía que nunca robara nada que le hiciera falta a alguien para comer, y él me hacía caso. En cambio, antes, cuando boxeaba, pasaba hasta tres días en la cama postrado por los golpes.»
Sabemos que ella ama a su hijo y que este viaje es para despedirlo. Ella sustenta un código de diferentes valores, en el que se ve la solidaridad a los más carenciados. Conocemos, asimismo, su valor para enfrentarse al pueblo aunque no se sepa muy bien la finalidad con la que este se congrega al final del relato.
«Tomó a la niña de la mano y salió a la calle.»
Aquí los personajes entablan con la sociedad una relación problemática porque no la aceptan ni aceptan la realidad en que se mueven; defienden, por lo tanto, una elemental dignidad y su posibilidad de rechazar, libremente, el contrato social que se opone a sus valores personales. Y esto aunque muchas veces se obtengan a cambio la violencia y la muerte.
Ahora la madre queda en una situación de extrema carencia económica y afectiva, ha perdido a su hijo varón, sostén de la casa y ha perdido definitivamente a su hijo, con todo el desgarrador dolor que ello implica. Pero ha quedado la imagen de esa mujer plena de fuerza, de dignidad, de firmeza y fidelidad a sus convicciones.