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En cualquiera de sus tres formas (sólido, líquido o gaseoso) el agua está siempre presente en grandes cantidades, llegando a cubrir 3/4 partes de la superficie terrestre. La cantidad de agua en el planeta es siempre la misma debido al ciclo hidrológico, proceso continuo por el cual el agua se regenera experimentando distintos cambios o procesos. El hecho que sea un recurso renovable nos lleva a pensar que nunca se va a agotar, independientemente de cuánto se utilice. Sin embargo, la mayor parte del agua es salada (97%), por lo que la cantidad disponible para consumo humano (agua dulce)
es muy escasa y al mismo tiempo está sujeta a grandes presiones – sociales, económicas, políticas y ambientales – que pueden afectar su calidad y uso.
Los ríos, lagos y aguas subterráneas (acuíferos) son las principales fuentes de abastecimiento de agua dulce y de ellas el hombre toma el agua para desarrollar sus actividades. No obstante, por ser fuentes naturales su disponibilidad depende de las lluvias que caigan y de las nieves que se derritan a causa de los deshielos. Esto permite que los lagos y acuíferos mantengan su nivel y el caudal de los ríos no se seque por falta de agua. Por otro lado, el suministro de agua dulce en el mundo se distribuye en forma desigual, pues depende de la ubicación geográfica y por lo tanto de los fenómenos climáticos que provocan grandes variaciones estacionales y anuales, las que generan inestabilidad e impactos ambientales de carácter natural, como sequías e inundaciones. También pueden afectar la disponibilidad otros fenómenos tales como el cambio climático producto del efecto invernadero y la destrucción de la capa de ozono, consecuencia de la contaminación provocada por el hombre.
Tanto la disponibilidad como la distribución de agua influyen en la realización de determinadas actividades humanas y productivas, siendo vital para que éstas se mantengan.
El agua permite el desarrollo de la agricultura, de las actividades mineras e industriales y constituye una fuente de energía cuando se aprovecha para la producción de hidroelectricidad. Otros usos tienen que ver con el aprovechamiento in situ de ríos y lagos, ya sea para para fines turísticos, recreacionales, de navegación, escénicos, ambientales, o bien como receptores de efluentes contaminados de origen doméstico, agrícola, industrial o minero.
En todos los países del mundo la demanda de agua se ha incrementado con mucha rapidez, sobre todo en los últimos 40 años. En ciertos casos ha sobrepasado la capacidad de renovación del agua en ríos, lagos y acuíferos, con consecuencias negativas para los ecosistemas y los seres humanos. Considerando que la presión sobre los recursos hídricos mundiales se intensifica a un ritmo que duplica el del crecimiento demográfico, la limitación del recurso generará conflictos crecientes y competencias entre los distintos usos e incluso entre países que comparten fuentes naturales de agua dulce. La mayor demanda y la que crece con mayor rapidez proviene del sector agrícola – vinculado a la producción de alimentos – que representa el 70% de las extracciones totales de agua.
Debido al aumento de la población y la implantación de nuevas costumbres, el agua potabilizable ha comenzado a escasear, y eso puede convertirse en uno de los mayores problemas de la humanidad. Si bien toda el agua del Planeta se recicla naturalmente y se vuelve a utilizar, el problema radica en que hoy se malgasta y se degrada la que se encuentra disponible. El agua dulce es un recurso limitado y su calidad está bajo presión constante.
La necesidad de agua dulce crece cada año: el consumo se multiplicó por nueve en los últimos 100 años, mientras la población se multiplicó sólo por seis. Hoy, las 6 mil millones de personas que habitan la tierra destinan el 70% del agua consumible a la agricultura, el 22% a la industria y sólo el 8% es de uso doméstico.
Diariamente utilizamos grandes cantidades de agua, para propósitos diferentes: Para beber, para lavar los platos, para tomar una ducha, para tirar de la cisterna en el servicio, para cocinar y para muchos otros propósitos. Pero el agua se utiliza no solamente para los propósitos domésticos, los seres humanos también utilizan el agua por ejemplo, en las industrias, en la agricultura y en muchas otras actividades. Los usos que se pueden dar al agua son variados y se clasifican en:
Los usos consuntivos son los que extraen el recurso de su ubicación natural, lo utilizan para sus fines; industrias, agrícolas o domésticos, y luego lo vierten en un sitio diferente, reducido en cantidad y con una calidad distinta. Los usos no consuntivos del agua corresponden a los que ocurren en el ambiente natural de la fuente de agua sin extracción o consumo del recurso; hidroeléctricas, recreativos o de navegación, son ejemplos de este caso.