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VIAJE AL PENAL DE ISLAS MARIAS
por
Antonio Aguirre García
Eran las cuatro de la tarde. Estaba en el muelle acoderado por la banda de estribor El Blas Godinez. Barco de la marina de guerra con su conservadora pintura gris y sus números grandes blancos del astillero, a estribor y babor sobre las amuras. Parecía una fragata o un destructor o tal vez corbeta porque en la popa tenia rampas o soportes para depositar las cargas o bombas de profundidad que son como barriles metálicos de pólvora que se arrojaban al mar cuando el sonar indicaba la presencia de un submarino y cuando daban en el blanco aboyaba una mancha de aceite y otros objetos flotantes. Cuando los submarinos esquivaban o las bombas estallaban antes de los impactos engañaban al destructor arrojando aceite. Y ya confiados los torpedeaban…
Era el buque que hacia la travesía al archipiélago de Islas Marías. La Isla María Madre tiene un penal federal a donde me iban a llevar… Junto con otros compañeros, no en una cuerda, sino en viaje de estudios, para poner en práctica los conocimientos de cosmografía que impartió en el grado de preparatoria, el Capitán Laveaga Páez, Nacho como lo nombraban los de confianza.
Reunidos en el muelle esperábamos llegara el encargado del grupo; el Doctor Arnoldo Farina. Doctorado en leyes, versado en Derecho Romano, cuya tesis presentó en latín, al igual que su examen oral. A nosotros nos impartía la clase de Historia Universal. Estricto en sus calificaciones decía: el diez es para Dios, el nueve para el autor del libro, el ocho para la escuela, el siete para el maestro y seis para el alumno.
En cuanto abordamos el buque, buscamos lugar sobre cubierta donde dormiríamos; paseamos sobre ella escudriñando como si fuera una plaza pública. Vimos de cerca las islas donde se encontraban cañones antiaéreos, después de dejarnos retozar el Capitán Laveaga nos reunió para explicarnos la distribución del barco, como si fuera una clase dentro de un aula, pero ahí era a cielo abierto entre la mar y la tierra.
Nos llevo al puente de mando donde pudimos ver la brújula giroscópica y la rosa de los vientos, instrumentos de navegación con los cuales el timonel vigila el rumbo. El sextante también lo usamos como practica de la teoría del aula. Lo de sextante es porque tiene sesenta grados y es para medir las alturas de los astros sobre el horizonte y su nombre viene de sexto porque sesenta grados es la sexta parte de la circunferencia. El sextante es usado por los oficiales de cubierta.
Luego al lugar donde tienen el tablero con el código de señales, para dar las órdenes de mando, en la infantería hay un corneta de órdenes, en la marina es un silbato, un marino que daba los silbidos para las distintos instrucciones y advertencias. Recorría el navío entre la tripulación para ser oído. Uno que nos enseñaron y pidieron lo recordáramos, fue el de zafarrancho de naufragio, creo eran un pitido largo y uno corto, con intervalos casi seguidos, era el aviso de peligro. En caso de a ponerse los chalecos salvavidas y bajar los botes salvavidas y abandonar el barco, antes de que empiece a escorar la nave, por hacer agua el buque e irse a pique. El silbato del barco también se usa para avisos y ordenes, este es más potente y es escuchado por todo el navío, sobre todo porque hay también zafarrancho por ataque, por incendio, por hombre al agua.
Después nos traslado al cuarto de derrota, donde estaban las cartas marinas, cuadernos de faros, así como instrumental náutico para encontrar las coordenadas marítimas, donde están trazadas las líneas de las costas, en la cual están marcados todos los escollos: arrecifes, bancos de arena, los farallones, el número de brazas de profundidad para ver si es mayor que el calado. Nos enseño a trazar los rumbos con las reglas paralelas; a mi toco trazar un rumbo.
El piloto siempre recibiendo ordenes como virar a tantos grados a estribor o tantos a babor, para ir corrigiendo el rumbo, que el oleaje y los vientos frenan y desvían al buque y hace perder la orientación. Esa noche estuvo apacible el mar.
También fuimos al cuarto de maquinas, motores a diesel, donde de manera constante revisan la alimentación del combustible checando este libre de impurezas, que los inyectores no se obstruyan y el cambio oportuno de los filtros.
Los pasillos son angostos al igual que los compartimentos son de medidas mínimas. Los dormitorios de la tripulación son literas.
El diseño de una casa o edificio se proyecta en una planta, en los barcos se hace en una sección de corte del casco de la nave para ir trazando los mamparos para ir formando los compartimentos. En los edificios de varios pisos de altura, es una misma planta que se va repitiendo en cada nivel.
. Más tarde merendamos en el comedor de la tripulación.
Lo que llamaba la atención era el pantalón del uniforme de los marinos, de mezclilla azul, con los perniles terminados en campana, a diferencia de los pantalones vaqueros también de mezclilla, pero cuyos perniles terminan estrechos.
Alguno de los marinos nos dijo que era para que el vuelo del final del pernil sirviera de sensor y por lo angosto de los pasillos y el vaivén del barco no pegaran sobre las paredes metálicas, el roce del pantalón era el aviso de la poca separación que quedaba y si se enganchara en algún fierro o en alguna cremallera o en cualquier objeto agudo, se cortaba la tela con el cuchillo que portaban y así evitaban quedar inmovilizados. En cambio los vaqueros al andar a caballo entre el monte si fueran los perniles finalizados en campana el vuelo de la tela quedarían enganchado en alguna rama o espina, haciéndolos caer de la montura. Todo tiene una razón de ser. La función hace la forma.
Al concluir la merienda nos pidieron nos quedáramos quietos en cubierta para no obstaculizar las maniobras de la tripulación, para la preparación de zarpar. Tenían que estar todos en sus puestos. Y se escucho: larguen amarras… era quitar los calabrotes, los cabos de las Bitas, los amarraderos del muelle. Levar anclas, separarlo del muelle y el Capitán en el puente de mando ponerlo a rumbo. Seguido de tres toques cortos, aviso de zarpar el barco.
Al hacerse a la mar, no fuimos a la popa para ver la estela que dejaban las hélices y también veíamos las luces del puerto se perdían en la obscuridad a corta distancia por la redondez de la tierra. Solo el faro nos seguía alumbrando y su luz nos acompaño por un poco mas de tiempo. Al perderse la luz y la línea de tierra, fue el indicio de que navegamos en alta mar.
Alguien nos llamo desde la proa y vimos como al levar anclas el barco ya apuntaba la proa al rumbo trazado y contemplamos como el tajamar empezó a hendirse cual reja de arado. Abría un surco en la mar con un vaivén acompasado que dejaba en el espejo de agua, que al voltearla formaba orlas con burbujas fosforescentes. Quizás por los insectos o algas luminiscentes que jugueteaban con las espumas espléndidas y la roda siguiera el rumbo en la oscuridad junto al céfiro mitigante del estío bochornoso…
El recuerdo es borroso, así que no sé si nos levantamos antes o al escuchar el silbato de órdenes, equivalente a la diana, el toque militar al romper el día. Una vez en pie nuevamente a retozar, la cubierta del barco era nuestra. Hubo uno que se subió a la cofa y desde allí tomo fotos, conservo una donde estamos en la popa sobre las rampas de las cargas de profundidad.
Yendo rumbo a la proa me lleve una doble y agradable sorpresa; el fotógrafo en la cofa grito: Tierra a la vista… Me imagine que tanto Noé en su Arca, Colon en su Carabela La Santa María, sintieron el mismo júbilo que experimente. Aunque el alta mar era hermoso, no hay como ver tierra, somos terrestres.
Me fijé como la costa empezaba a perfilarse era gris por la bruma, tenue, tratando de no ser advertida. En eso alguien dijo: Es la costa del Islote San Juanito y sobre la parte derecha de la vista se veía un pequeño promontorio de forma peculiar. Al escuchar la definición vi que era Quintana; la otra sorpresa era que dibujaba la panorámica, acomodado en un reducto de la proa, se anticipo a nosotros; tenia varios esbozos a lápiz, que nos mostró aunque no de muy buena gana, porque lo interrumpimos en su obra. Pude apreciar en sus láminas que tenía madera para dibujar.
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Para seguir observando con ampliación el detalle, fuimos al socaire del puente de mando, donde están los repetidores del giroscopio o brújula eléctrica. Desde ahí con binoculares que nos pasábamos, fuimos viendo el encuentro con la ínsula.
Cuando tuvimos frente a nosotros la Isla María Madre, porque las islas María Magdalena y María Cleofás, están al Sur. Se me figuro ver la Isla de Venados; sin embargo con un macizo más alto porque son de origen volcánico o tal vez de origen tectónico, porque son de vegetación abundante, ricas en maderas finas. En San Juanito, estaba una plantación de agave, pero no del tequilero. Que se procesaba para extraer el ixtle, fibra textil, que se embalaba en pacas que se enviaban al Continente. Dicha fibra se usaba para hacer mecates, hilillo, cabos, cuerdas, brochas, con el hilillo los sacos donde se encostalaban las cosechas de maíz y fríjol, los de maíz para noventa kilos y los del fríjol con capacidad de cien kilos y distinto tejido.
Salí de la suspensión que proporcionaba la vista, cuando nos llamaron a desayunar…
Después de hacer la primera devoción del día, continuamos con la curiosidad del cuadro que presentaba la isla. Se veía que estaba poblada de abundantes aves marinas, terrestres y canoras. Abundancia de loros, pericos y guacamayas. Amparados en lo profuso del follaje.
El barco tuvo que fondearse. El muelle no presentaba la suficiente resistencia para recibir el golpe de las cuadernas, por el vaivén del navío, que produce el embate del mar. Por tal motivo tuvimos que desembarcar en una lancha que nos llevo al atracadero.
A bordo del desembarcadero fuimos recibidos por el profesor de la escuela primaria; fue nuestro cicerone, en el área del campamento
Balleto.
Nos dividimos en dos grupos. Los que formaban el equipo de béisbol, se quedaron en el Campamento Balleto. Sostuvieron un encuentro con el equipo del penal. No recuerdo el marcador; además aviste el juego solo de pasada, cuando íbamos en el camión de redilas que nos llevaba de un campamento a otro.
Mientras esto pasaba los avistamientos se sucedían de sorpresa en sorpresa, cargados de admiración. Para empezar los reos no tenían crujías, ni confinamiento, eran barracas que se encontraban formando una pequeña aldea, más primitiva que lo primitivo permitía. Obvio que no iban a tener cuartos de hospedaje de cinco estrellas, los tugurios, no llegaban ni al pico de una estrella. Parte del pago de sus errores cometidos, eran las carencias. Porque allí iban a una readaptación. Como alguien dijo libertad restringida por las murallas de agua salina.
Alejados de la sociedad para que no siguieran perturbándola y ellos tampoco recibir la mala influencia de la artificialidad de las ciudades, por su baja capacidad de adaptación y que mejor terapia que el contacto con la naturaleza original. Libres del mal de las ciudades, los apegos. Nacidos de la competencia de vanidades.
La zona de las barracas estaba sin arborizar, polvoriento el suelo, se veía gris aun sin estar recubierto de cemento. Daba el aspecto de un pueblo abandonado, quizás porque los procesados estaban en labores productivas primarias. Los vanos no tenían puertas solo cortinas. Y el viento juguetón las flameaba y las empolvaba, mudándolas en garras deshilachadas.
En cambio en la parte del campamento Balleto, donde estaban asentados los Poderes y la burocracia administrativa, era lo opuesto, ahí se contaba con los requerimientos de la época. La arborización era el principal distintivo.
La manecilla del segundero parecía que se había alterado, se convertía en minutos y horas con demasiada rapidez, sentía que su pulsada se alteró por tanta emotividad. Tan fue así que al mirar el círculo horario; el minutero estaba en el Norte y la saetilla horaria cinco divisoriecitas abajo del punto cardinal, en el primer cuadrante; hora de comer… Y todavía estábamos alejados de la cocina, estábamos en el Campamento de las salinas.
Llegamos a las salinas después de visitar el campamento del aserradero. El transporte, lo machaco, un camión de redilas de cuando a los perros los amarraban con longaniza y la posición maderera, se encontraba sobre el nivel del mar, a una altura media de la cresta del macizo y el camino tenia partes de voladero, estrechas y con puentes añejos de madera y para colmo de males el chofer estaba purgando una condena de por vida; porque había sido conductor de un autobús foráneo, que desbarrancó con cuarenta pasajeros los cuales murieron en su totalidad salvándose solo él. De manera que se sudo frio. Cuando pasamos sobre un puente crujiente, de la mitad de su anchura, algunos decían que la llanta del exterior de la doble rodada iba en el vacío. Y nos hacían burla los que no nos acompañaron, debido al supuesto riesgo innecesario que corrimos. Elucido que el semblante del chofer se veía confiable de aspecto monacal. Tan así que le decían Panchito.
El cuadro de las salinas, vaya que si había que ver y oír. Quizás exagero; pero había material para novelar, la vida de decenas o cientos de salineros, que habían transitado con sus almas en pena cargadas con todos los sentimientos encontrados, no tenían espacio para algún mitigante. El dolor moral y físico se enseñoreaba en sus almas enfermas de resentimiento crónico. No había con que paliar los daños provocados por traiciones, desamores, engaños, estafas, opresión, amenazas, vejaciones ¿algo más? Recalcitrantes en grado superlativo para sacar su odio y anidar amor. Creo que la desobediencia al decálogo estaba en ellos, lo principal del origen de todos males es la inobediencia. Ya con eso bastaba, lo demás es adorno. No entendían aquello de amar a Dios sobre todas las cosas, solo era amar a sus malas pasiones, motor de su particular hacer, movido solo por el albedrío; ni aquello de ama a tu prójimo como a ti mismo; si ellos no se aman, si se odian o estaban inconformes consigo mismos ¿Cómo podían amar a los demás? les daban el odio que llevaban dentro de sí. Quizás para ellos seria “odia a los demás como te odias a ti mismo”. Creo que en ellos el drama se había hecho carne. La carne viva de la tragedia. Los sentimientos se habían convertido en pasiones de todos los niveles y matices… Me deje llevar por la emoción y no he descrito las salinas…
La primera impresión fue una lagunita con forma de un charco limpio, su alto nivel de salinidad no permitía vida orgánica aparente ni detritus se veían en el fondo ni flotando en forma de natas. Se mostraba límpida y transparente como el cielo de otoño.
Junto a la laguna rectángulos en forma de eras como las huertas de los chinos; en lugar de verduras agua, piletas de un fondo de escasos diez centímetros. Se veía el avance del proceso, porque algunas solo agua, otras como agua cuajada, otras más ya se empezaban a ver los granos de la sal de cuajo, ciertas ya tenían pequeños promontorios blancos como copos amontonados, originados por abundante nevada. Un albor que lastimaba la vista, del fulgor quemante que reflejaban los cristales de cloruro de sodio, de todo el piso de la salina, que semejaba un manto nevado. Cerca de la lagunita estaba el almacén para resguardo del producto.
La alta densidad del agua conteniendo sal y el calor subtropical que la evaporaba, hacían que se precipitara y se sedimentara en el lecho de las piletas, con la ayuda de los azadones de palo que los salineros removían apartando el sedimento del agua, amontonándolo al centro del depósito para que el agua que quedaba se escurriera libre y se evaporara dejando sin humedad a los cristales sódicos. A punto para ser usados como condimento.
El agua no se secaba en ninguna estación, siempre conservaba el mismo nivel, ¿Me preguntaba de dónde se alimentará la lagunita? De pronto el encargado nos llevo donde estaba el manantial. Un nacimiento sereno sin aspavientos ni lo parecía, apenas se detectaba la corriente que alimentaba al laguillo.
Pienso, que tal vez, la salina estaba sobre el nivel friático o más abajo y el mar entraba con alto grado de salinidad o acaso también pasaba por algún depósito de sal o un venero que descendía por el interior del cerro y arrastraba la salinidad de alguna veta y brotaba en la parte del terreno de la salinera.
El transporte regreso a su punto de partida al Campamento Balleto.
En aquel momento pude observar a los pobladores que se dirigían a sus refugios y curiosamente algunos llevaban alguna pequeña boa, a las que conocía con el nombre de ilamacoas o traga ratones o ratoneras, las cuales veía en los almacenes de granos y cereales que las usaban para desratizar; una iguana o un ave de las llamadas loros. Las capturaban para comerciarlas o para alimento.
La segunda devoción del grupo al que pertenecía, lo hicimos en casa del profesor y el platillo fuerte fue gallina en caldo con arroz, típico alimento de ese tiempo, sin embargo alguien hizo una observación había gallinas en el corral y de donde obtuvieron las que comíamos estábamos comiendo y otro dijo es iguana lo que saboreamos. Porque algunos habitantes tenían por costales y antes del alimento en uno de los campamentos visitados nos dijeron que muchos de los reclusos las usaban para nutrirse. Otro comento de la diarrea, no se salvan. No pude disipar la duda, acepte mejor que era iguana y que sabía a pollo. Ya tenía conocimiento que así sabían las iguanas porque había gente en el puerto que la comía. Además en mi niñez leí un manual de guerra que le habían dado a mi papá cuando fue conscripto, en el tiempo de la segunda conflagración, era de la primera reserva, fue jefe de la cuadra donde vivíamos y recuerdo que le toco vigilar que se apagaran las luces de la cuadra, porque se hizo un simulacro de un bombardeo aéreo nocturno, en todo el puerto. Y en ese manual decía que todo se podía comer, las culebras cortándoles una cuarta a cada extremo y decían que sabían a pescado. (De ahí quizás sea aquello de matar víbora en viernes) Y lo que empezaba en proceso de descomposición bastaba con hervirlos bien para poder yantarlos.
Cuando crecí, escuchaba comentarios que no bastaba con apagar las luces para ocultar las ciudades, de la vista de los bombarderos, decían que tenían sensores que detectaban el calor de las ciudades.
El orden de los factores no altera el producto. Porque me brinque el evento para mi más importante, que sucedió antes de comer, e inclusive el de ir a los campamentos del aserradero y la salina: la exposición de pintura brindada por los niños hijos de los reclusos. El principal invitado fue el Dr. Farina. Nosotros como sus acompañantes también disfrutamos del evento, el profesor fue el presentador. Los dibujos estaban en… me parece en colores de acuarela, óleo y lápices de colores. Estaban presentados a la intemperie sobre la banqueta, recargados en la fachada, de unas de las casas del campamento Nayarit. Lo curioso de esa muestra, no fue que coincidimos con ella sino que se planeo para nuestra llegada.
El organizador y maestro de la demostración, al ser presentado al Dr.Farina, intercambiaron las formas de cortesía y saludo y algo más en italiano. Pasada la formalidad empezó a explicar los temas y la capacidad pictórica de los niños, decía que todos nacemos con la noción de la perspectiva para dibujar y que la mayoría la perdíamos a los siete años y nos mostró algunos cuadros donde niños mayores que todavía conservaban el fundamento del enfoque o perspectiva, que es en realidad lo que hace a la observación conocer el punto de fuga de la perspectiva de un cuadro o un objeto y poder representar en un plano las imágenes, que son tridimensionales en los objetos. Después nos mostró la técnica que cada quien tenia para su representación tanto en el trazo como en el colorido. Y el talento para el motivo y el tema pictórico. Y de algunos decía estos van para pintores. Lo que escuche fue algo con maestría y dominio de la técnica de la pintura.
Siempre estuve cerca del Dr. Farina y el expositor, lo cual me permitió escuchar y ver con detalle el razonamiento y el aspecto del maestro.
Al ver su apariencia fue la de un europeo, pero no como la del Dr. Farina, no solo de raza romana sino también de galo, usaba lentes, con aspecto de sacerdote aunque la tonsura ya no se notaba porque el cabello ya escaseaba hasta esa zona.
Debo decir que tenía una personalidad atrayente, con carisma, culta, con una habilidad poco común. La que nos presento cuando nos mostró una cámara cinematográfica y un proyector de cine construidos de manera manual con los materiales y herramientas que encontró en la isla, comprensible las cajas eran de madera.
En la isla, nunca imagine a quien conocí; pero se me hacia raro que esa persona estuviera ahí, para mi no encajaba en ese medio. Además su atuendo era como de un burócrata de latitud tropical. Deje de hacerme preguntas sobre él.
Después de comer fui a la barraca donde vendían las incipientes artesanías, ahí estaban los peloteros en coloquial reunión con los principales presos, algunos ya se habían tomado fotografías con los uniformes rayados que tenían los reclusos y ellos junto a los visitantes, a mi me invitaron a fotografiarme en las mismas condiciones; pero me dio escozor. Mi forma de ser escrupulosa y tímida, no me lo permitían además estaba en la edad del que dirán. No quiero decir que ahora soy un hombre sin escrúpulos, ahora soy indiferente ante ciertos prejuicios.
Ahí estaba la Pléyade de los delincuentes, a los que algunos llamaban los enemigos públicos número uno, dos y tres y todos. Claro como también decían ni estaban todos los que son, ni son todos lo que estaban. Guardada la distancia, otro dicho, platique con ellos, no sin antes saludarlos de mano al serme presentados o yo a ellos. Todos llamaban la atención por sus delitos cometidos, estaba €l Sapo, decían había matado a 144 la carga completa de una ametralladora, que disparo en contra de manifestantes en Guanajuato, los cuales embosco en un paraje, era el tiempo preelectoral a la presidencia de la república de los contendientes, Miguel Henríquez Guzmán y Adolfo Ruiz Cortines. Decían del Sapo que perteneció al ejército. Fue asesinado en el penal, me comentaron que pudo evitar su muerte y haber matado a sus asesinos, pero no quiso defenderse, él ya se había arrepentido y era un converso guiado por el padre Trampitas. Sacerdote que había sido masón. El mote le venia porque tenia muchas triquiñuelas. Es el único sacerdote de los capellanes que han vivido en la isla, que esta sepultado en el penal junto a la tumba de El Sapo o la del Sapo junto a la de él. Cosa curiosa porque decían que había intentado matar al padre Trampitas antes de ser cristianizado.
También conocí al guanábano, el mote le venia porque tenia en el cutis protuberancias como las débiles púas del fruto llamado guanábana. No recuerdo porque estaba preso; al barítono Francisco Paco Sierra, conocido como Paco el elegante, acusado de un acto dinamitero en contra de un avión de mexicana, fallido en cuanto a occisos y su cómplice el Ingeniero Emilio Arellano, al cual llamaban el Ingeniero dinamitero. De Paco Sierra decían que se paseo por las playas del puerto. No se si fue antes o después de su reclusión o como artista. Lo que recuerdo me dijo que pronto iba a salir. Que él no fue el del atentado.
Algo que llamo mi atención fue ver a un recluso que no participaba del palique, se veía el de más edad, triste, con lentes oscuros; pregunté si estaba enfermo y alguien contesto, esta ciego, perdió la vista hace años, en la salina.
Pensé, el quemante fulgor que reflejan los cristales de sal. El causante de la ceguera. La salina era el peor calabozo que tuviera prisión alguna, no había mayor castigo para los prisioneros de rebeldía extrema. Ahí llevaban a esos reos que no aceptaban redimirse. Ni allí se sometían a la disciplina elemental. Ni lo insalubre del medio los dominaba. No había ni los más elementales cuidados para su salud y organismo, desprovisto de cualquier equipo o ropa apropiada para su trabajo y lo omitían para aumentar el castigo por las condiciones en que trabajaban.
Alguien nos contó que trabajaban semidesnudos, descalzos, la piel de las manos y pies se les rajaban, los rayos solares que se reflejaban en los cristales de sal e incidían sobre la piel la quemaban y la llagaban y los ojos expuestos al albor se cegaban. Las rajaduras de los pies debido a que estaban sumergidos en aguas salinas, por ende a lo corrosivo del cloro componente de la sal. Algunos al perder la vista los llevaban a hospitales del continente y con tratamiento la retina tornaba a dilatarse y dejaba penetrar la luz lo que les permitía volver a ver. Otros al quemárseles la retina cegaban de por vida. Lo elemental era que les asignaran como mínimo lentes contra el sol, contra los rayos ultravioleta. Botas y guantes de hule y ropa de manta. Lo cual estaba estipulado; pero no lo cumplían. Estos comentarios eran anteriores a la fecha de nuestra visita, decían que el actual gobernador, de la isla, les daba un trato mas humano.
Nos relataron un caso para ilustrarnos lo que era una contumacia desquiciada. El penal estaba al resguardo de la milicia, tanto por su ubicación geográfica, así como el tipo de crímenes cometidos por los presos. Caso del Ingeniero Dinamitero, delito federal, contra un trasporte aéreo.
El drama se desarrolló en la salina, un preso sufrió un ataque de ira, quizás originado por la impotencia de la condición en que vivía y trabajaba y, las causas que le originaron ese estado de vida. El caso es que se abalanzo contra el soldado que lo custodiaba, con las peores intenciones, el soldado con el fusil con bayoneta calada se puso en guardia para resistir la embestida y el cuerpo del reo quedo atravesado por el arma blanca, liberando para siempre su alma del encierro del cuerpo.
Pienso que fue un caso similar en cuanto a la forma de pensar de ese reo y el reo del Gólgota, Gestas.
Pensé que esa alma se sentía atrapada por su cuerpo y quería liberarse para siempre de la condición de ser hombre, no quería pertenecer a la raza humana, un inconforme desde que tuvo uso de razón. Talvez no solo era un rebelde insolente, también un renegado…
Debo decir que solo compre un dije de carey con incrustaciones de concha nácar y una cajita de madera con un delicado olor que despedía la madera, lo que habían dejado los compañeros después de hacer sus compras. De ahí algunos fuimos a la oficina de correos, puse un telegrama a mis papás y una carta en un sobre carta que vendían en ese tiempo, que ya traía impreso el porte, carta que llego días después de mi desembarco.
Arribamos a puerto a eso de las nueve de la mañana, baje con mi cobija que me servio de tendido, uno o dos llevaron sleeping bag; pero no les permitieron usarlo por ser peligroso, debido a que en caso de caer al mar no podrían nadar, estarían embolsados, tal si estuvieran atados de pies y manos. El balanceo del barco aun lo sentía en tierra, parecía que al dar el paso me iba a caer, me duro un día esa sensación. Creo le llaman mareo de tierra.
Volvía otra vez a mi presente, a mi mundo, por unas horas había estado en un pasado y un presente ominoso, de personas que se habían convertido por su propensión natural, en personajes del mal. vi. en ellos una muestra de todos los ardides conocidos e imaginables a los que un hombre puede llegar y como algunas veces los planea con aquella astucia que parece perfecta, pero siempre hay un indicio que los delata y hace caer la mejor justificación o cuartada. Causa a esa dedicación, el resto de la sociedad los califica de malos y me pregunto. ¿Esos que critican y juzgan están listos para iniciar la pedrea contra el mal y los malos?
De nueva cuenta en la escuela, pensé en el maestro que hizo la cámara de cine. ¿Quien era? Empecé a comentar y preguntar sobre el suceso de la isla, si sabían porqué estaba en el Penal. Comenzaron los comentarios. Su nombre: Enrico Samprieto el nombre y apellido me indicaba su origen romano. Causa de estar en la isla: por delinquir. Su actividad delictiva, la más temida y peligrosa para los de cuello blanco y no confundirlos con clérigos, prelados y sacerdotes. Y a los gobiernos, aunque dicen, a los que mas afecta, es al pueblo. Tal actividad es la falsificación de billetes de banco. Su verdadero nombre Alfredo Héctor Donadieu, de origen francés he allí lo galo. El aspecto de sacerdote, la influencia de la amistad de un sacerdote jesuita, jefe cristero. Y cuando fue aprendido en Iztapalapa, a una semana antes donde iba a representar a Cristo, en la Semana Santa. La preparación para ello, contribuía y le daba el aspecto sacerdotal.
El banco central de cualquier país tiene menoscabo por falsificación de su moneda. Al de México, le afecto la circulación de los billetes falsos hechos por Enrrico Samprieto, porque la especulación con billetes de esa índole, provoca una inflación que desestabiliza la actividad financiera de la entidad bancaria, que es el rector.
Los billetes falsificados por Enrrico Samprieto, los observe en la muestra que tiene el Banco de México, en el museo que esta o estaba en el Castillo de Chapultepec. La institución reconoció la calidad del trabajo de los billetes falsos, superior a los que hacen los dibujantes especializados en ello. Admitió que no ha habido alguien con una técnica tan sobresaliente. Y así como lo exaltó también lo detracto al decir que pudo ser un gran pintor; pero no tenía talento. Enrrico Samprieto también falsifico dólares americanos y cubanos y billetes de otros países.
Si eran tan iguales ¿Cómo es qué los identifican? Por la serie que es el número del billete que lleva impreso que es progresivo y determina la cantidad que han sido emitidos de esa denominación. Los falsificadores no pueden imprimir ese número progresivo, ni la letra a la serie que pertenecen, todos los falsos, llevan el mismo numero.
Al falsificador lo reconocían como un hombre hábil, el error es que la aplicación de sus conocimientos, no tienen reconocimiento de legalidad oficial. Hace las cosas sin permiso. Es contrario a lo convencional, se deja llevar por el impulso de su magnificencia dominante y natural.
En el caso de la falsificación de billetes, deben de tener una preparación eficiente en química para conocer las tintas, del papel para la impresión de los billetes, porque algunos son preparados con una mezcla de lino, algodón y cáñamo. Conocer la técnica de imprimir y de fotograbado, así como ser excelentes dibujantes, y litógrafos. En Enrrico Samprieto se reunían todos los procedimientos y recursos para imprimir billetes.
Al profesor de la escuela primaria de Islas Marias, que parece se llamaba Gumaro o Casimiro. Lo seguí viendo en el puerto en la Oficina de Correos, como coincidencia siempre allí, nos saludábamos y la pregunta obligada de cómo estaba la isla, contestaba igual, parece que el tiempo no pasa por ahí. En una de las veces que nos encontramos me dijo que Enrrico Samprieto, había quedado en libertad.
Tiempo después me enteré, en un reportaje de la televisión, donde decían que de Enrrico Samprieto no sabían nada, había desaparecido en Francia, después de estar libre algún tiempo radicando en el Distrito Federal, él se había casado con una mexicana de nombre Guadalupe; siempre estuvo vigilado y en Francia al desaparecer nunca se supo que sucedió, tampoco se sabía si había fallecido. Es lo último de lo que hablaba el reportaje; lo que también yo supe. Con eso se cerraba el capitulo de mi viaje al penal de Islas Marías.
26 de Octubre del 2007