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EL TEATRO DE 1939 A FINALES DE S.XX
Desde el fin de la Guerra Civil, España pasó por un bloqueo internacional debido al rechazo de la dictadura franquista, aunque más tarde éste fuera destensándose gracias a la firma de varios acuerdos y a la entrada de turistas extranjeros en el país. La oposición de la mayoría de la población al régimen, provocó que tras la muerte de Franco, España se democratizara.
Tras la Guerra Civil, el teatro español no es muy alentador (los grandes autores, como Unamuno, habían fallecido y, los que no, estaban exiliados, como Benavente). Por ello, es un teatro dirigido a un público que entiende la escena como una evasión, siendo un teatro muy bien construido, dentro de una concepción dramática burguesa, aunque poco críticas e innovadoras. Sus temas tratarán aspectos poco comprometidos (rebeldía de los hijos, matrimonio…), ya que la censura no permitía mucho más. Enrique Jardiel Poncela («Un adulterio decente) y Miguel Mihura («Tres sombreros de copa») serán los más representativos de este teatro.
En los años 50 y 60, la llamada «generación realista» implanta un teatro crítico, que busca un compromiso ético-social con el individuo y con su realidad. Es el teatro del «realismo social«. Se entiende la escena como un medio para agitar y transformar la sociedad española, adoptando formas realistas o derivando hacia un teatro con tintes vanguardistas o expresionistas. Destacará Alfonso Sastre («Tierra roja»), Lauro Olmo («La pechuga de la sardina») y Antonio Buero Vallejo («Historia de una escalera»).
A mediados de los años 60, se seguirá con el realismo social, pero se acentuará la experimentación y el vanguardismo. Antonio Gala («Los bellos durmientes«) o Fernando Arrabal («Cementerio de automóviles») serán algunos de los autores más representativos.
Como alternativa al teatro comercial, surgen diversos grupos del llamado «teatro independiente«, siendo un teatro crítico y comprometido con la realidad, buscando nuevas técnicas y fórmulas que sirvan para la renovación del teatro y el espectáculo. El grupo teatral Tábano («Castañuela 70″) será el más representativo.
A partir de 1975, el teatro ha seguido su andadura sin mucha brillantez. Además, ha de competir de forma desigual con el cine, la televisión, etc. Se han creado instituciones como el Centro Dramático Nacional que recuperan el teatro anterior y prohibido. Aún así, es un teatro de declive, que sobrevive gracias a las subvenciones del Estado.
Enrique Jardiel Poncela es un genuino dramaturgo del humor inteligente e irónico, con el que muestra su concepción del mundo. Se aleja del teatro cómico anterior y se basa en lo inverosímil y lo absurdo. En sus obras combina el humor del lenguaje y el de las situaciones. Destaca su obra «Los ladrones somos gente honrada«.
Alfonso Sastre es un autor inconformista y comprometido. Escribe obras de tono existencial, realista de carácter crítico-social, piezas en las que adopta un distanciamiento épico o «tragedias complejas» de profunda ironía y tonos esperpénticos. Destaca su obra «Tierra roja«.
Antonio Buero Vallejo tuvo gran aceptación de crítica y de público. Tendrá obras de crítica y denuncia donde presenta problemas de la sociedad y de la realidad españolas del momento («Historia de una escalera«). También obras de corte simbólico (como «La fundación«). Además de obras de fondo histórico (como «Las meninas«). Buero Vallejo domina la técnica teatral y sabe aprovechar todos los recursos escénicos (lenguaje dramático, ambientación, acotaciones…).
LA POESÍA DESDE 1939 A FINALES DEL S.XX
Desde el fin de la Guerra Civil, España pasó por un bloqueo internacional debido al rechazo de la dictadura franquista, aunque más tarde éste fuera destensándose gracias a la firma de varios acuerdos y a la entrada de turistas extranjeros en el país. La oposición de la mayoría de la población al régimen, provocó que tras la muerte de Franco, España se democratizara.
La poesía que se escribió después de la guerra hasta mediados de los años 50 puede diferenciarse en tres tendencias: la poesía arraigada, la poesía desarraigada, y la poesía social.
La poesía arraigada es aquella que escribió un grupo de poetas en los años 40, más interesados en la perfección del verso y en la expresión de la belleza que en expresar la situación del momento tras la Guerra Civil.
En la misma década de los 40, los «arraigados» causaron que un grupo de poetas tuvieran el movimiento contrario: los desarraigados. Trataban temas llenos de angustia en sus poemas, teniendo como medio de publicación la revista Espadaña, recobrando tonos más humanos y la expresión de sus circunstancias vitales e inquietudes.
En la década de los 50, aunque nace en los 40 y se extiende más años, nace la poesía social, donde el poeta se hace eco del sufrimiento humano y denuncia las desigualdades y las injusticias sociales que padecen los más desvalidos, teniendo como deseo la transformación de la sociedad en la que vive. Por tanto, para llegar más fácilmente al lector, usa un lenguaje sencillo y directo.
A mediados de los 50, surge un grupo de poetas a los que la crítica llama Generación de los 50, con autores como Jaime Gil de Biedma. Serán poetas críticos, aunque menos dramáticos que los poetas sociales. Utilizan un lenguaje más cuidado y sobrio llevado a lo subjetivo, utilizando, a veces, el humor y la ironía. Entienden la poesía como una forma de experiencia personal y de exploración de la realidad, no solo como vía de comunicación.
En 1970, con la antología «Nueve novísimos poetas españoles» de José María Castellet, surge un grupo de poetas conocidos como los novísimos, que son autores esteticistas y de una gran formación. Por ello, es una poesía cultural con referencias filosóficas o históricas. En su poesía cabe desde el Surrealismo hasta la experimentación formal, caracterizándose por una ruptura con la poesía anterior, por darle a la poesía valor por sí misma o por el gusto hacia poetas extranjeros.
A partir de 1975, los novísimos empiezan a declinar y empiezan a surgir diferentes grupos poéticos. Uno de ellos será la poesía de la experiencia o figurativa, que se opone a los rasgos y actitudes más relevantes de los novísimos. Otro será el neosurrealismo, que basa su escritura en la asociación insólita e irracional, en el lenguaje oscuro que busca comunicarse no por la comprensión, sino por las sensaciones que surjan de la poesía. El neopurismo será otra corriente, caracterizada por el objetivismo (control frío de la emoción y el verso breve) y la poesía del silencio (una poesía más difícil). Además, está la poesía trascendente, que nos transporta a una segunda realidad. Por último, la poesía clasicista vuelven a la perfección formal sin caer en el esteticismo frío y sin contenido.
Blas de Otero es uno de los mejores poetas de la posguerra con una obra dotada de gran calidad, enorme fuerza expresiva, gran dominio de la forma sonora e intensa profundidad temática. En su primera etapa posee una poesía de tono existencial y desarraigado (destaca «Redoble de conciencia»). En su segunda etapa utiliza un verso más sencillo, pero sin perder su conciencia artística (destaca «Pido la paz y la palabra«). En su última época trata aspectos autobiográficos o reflexiona sobre la condición humana con atisbos surrealistas (destaca «Historias fingidas y verdaderas«).
José Hierro es un poeta de palabra densa y cuidada, y sus versos se suelen afirmar en hondas raíces vitales. Su poesía sigue dos caminos: los reportajes (trata de una manera directa, narrativa, un tema) y las alucinaciones (donde todo aparece envuelto en niebla). Destacan obras como «Quinta del 42«.
Jaime Gil de Biedma tiene una visión desencantada, escéptica y crítica del mundo y de la realidad. La infancia, el amor, la amistad o el ahondamiento en el yo recorren su poesía. Destacan obras como «Poemas póstumos».
Leopoldo María Panero, en sus versos, de signo culturalista y heterodoxo, y a través de su experiencia en centros psiquiátricos, ha elaborado una compleja visión del mundo, destacable en obras como «Poemas del manicomio de Mondragón«.
LA NOVELA Y EL CUENTO HISPANOAMERICANO DE LA SEGUNDA MITAD DEL S. XX
La década de los 40 comienza con la recuperación económica de los países hispanoamericanos como suministradores de materias primas, especialmente para los países en conflicto durante la segunda guerra mundial. En cuanto a lo político, se van a alternar a lo largo de toda esta segunda mitad del s. XX débiles gobiernos democráticos con férreas dictaduras militares; es especialmente destacable la revolución cubana de 1959 que supuso un enfrentamiento contra EEUU, país que controlaba los movimiento políticos de la zona. Todos estos hechos aparecen como telón de fondo o como eje central de la narrativa hispanoamericana de la época.
Como antecedente a la década de los 60, la novela hispanoamericana del primer tercio del siglo XX es, sobre todo, una novela de corte realista con temas como la tierra, la naturaliza y el ser humano que la habita.
A partir de 1940, se produce una renovación del lenguaje, de la estructura de la novela y de las técnicas narrativas. Existe un mayor interés por los problemas humanos y existenciales y por la novela urbana, superándose el realismo tradicional por el llamado realismo mágico (la búsqueda de la propia y singular realidad americana acudiendo al mito, la naturaleza y lo irreal y maravilloso, confundiéndose lo real y lo fantástico).
Con estos antecedentes, en la década de los 60, tiene lugar lo que se conoce como el «boom» de la narrativa hispanoamericana, que adquiere ahora éxito y reconocimiento internacional..
Utilizarán técnicas como el monólogo interior, el perspectivismo, la ruptura del relato lineal, la falta de puntuación, la variedad de registros lingüísticos, las disgresiones del autor y la importancia relativa del argumento.
Jorge Luis Borges es un autor excepcional de cuentos. Estos relatos superan la mera anécdota de los hechos y se impregnan de su vastísima cultura y conocimiento. La fabulación, la imaginación y la rica fantasía de sus páginas nos llevan a lo insólito y extraordinario, al enigma y al misterio del mundo de la vida y del hombre. Borges dirige su lenguaje a lo esencial con un estilo preciso, denso y elaborado, a la par que original y sugerente. Destacan obras como «El libro de la arena».
Julio Cortázar es uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general. Sus obras están a caballo entre lo real y lo fantástico. Además, dota a los personaje de una autonomía y profundidad psicológica pocas veces vista hasta entonces. Su obra más destacable es «Rayuela«
Gabriel García Márquez, Premio Nobel, es autor de la novela por excelencia del realismo mágico. Destaca «Cien años de soledad», fábula compleja donde la imaginación se desboca y donde su autor construye un universo particular, mítico y maravilloso. Fantasía y realidad se funden y acompasan en un tiempo sin tiempo. El lenguaje es rico, lleno de matices y está cargado siempre de sugestión y de belleza.
Mario Vargas Llosa es miembro de la Real Academia Española. Su obra es de enorme calidad y ha tenido un gran éxito de crítica e innumerables lectores, siendo Premio Cervantes y Premio Nobel. Es un escritor fecundo, cuya narrativa varía en cada una de sus novelas. Busca siempre renovar las estructuras y las formas de expresión para acercarse a la realidad peruana o hispanoamericana, para reinventarla, acudiendo a menudo a sus propias experiencias. Destacan obras como «El sueño del celta«.
LA NOVELA ESPAÑOLA DE 1975 A FINALES DE SIGLO XX
A mediados de los años 70, el experimentalismo en la novela – que había arrancado en los años 60- está decayendo. Nuestros escritores van a abandonar la complejidad y el hermetismo de las técnicas y estructuras narrativas experimentales, para recuperar el interés por la trama, por el placer de contar historias. Ya en 1972 Torrente Ballester había parodiado esas técnicas experimentales en «La saga/fuga de J.B».; pero será la novela de Eduardo Mendoza «La verdad sobre el caso Savolta» (1975), la que marque el punto de inflexión, pues aunque aparecen rasgos del experimentalismo, se aprecia ya claramente ese deseo de dar peso al argumento, a la historia contada.
Crece con fuerza el número de títulos publicados; muchos autores compaginan la labor literaria con la periodística y se incrementa el número de escritoras.
Los escritores de la Generación de los 80 (Arturo Pérez Reverte, Julio Llamazares…) y otros más jóvenes como Juan Manuel de Prada o Lucía Etxebarría continuarán la labor de generaciones pasadas (como la del 36 o la del «Medio siglo», que seguirán publicando libros en estos años).
Se intenta agrupar toda la producción novelística de estos escritores en distintas tendencias, que pueden aparecer entrelazadas en una misma obra. Esas tendencias serían la novela de intriga, que incorpora recursos del relato policiaco («El club Dumas» de Reverte), llegando a la parodia en títulos como «El misterio de la cripta embrujada» de Eduardo Mendoza; la novela testimonial, que presenta relatos realistas sobre problemas sociales como la defensa de la condición femenina o la vida de los jóvenes; con este último tema destacan «Héroes» de Ray Loriga. Aparece también la novela intimista, que se desarrolla en un espacio urbano con protagonistas de mediana edad y temas como la soledad, la incomunicación, la propia identidad; se busca la introspección psicológica y a veces se confunden realidad y fantasía, con lo cual se busca la implicación del lector («Historia de un idiota contada por él mismo» de Félix de Azúa). Otra tendencia sería la llamada ficción metanovelesca, donde el tema central es la propia creación literaria y en buena lógica tiene como protagonista a un escritor («Gramática parda» de Juan García Hortelano).Podemos añadir la llamada novela lírica con obras como «Mortal y rosa» de Francisco Umbral.
Pero sin duda la tendencia más prolífica es la llamada novela histórica, que sitúa la acción , con planteamientos realistas, en marcos temporales más o menos alejados; busca la reflexión sobre problemas humanos universales, y casi siempre con la intención de hacer una revisión crítica de la historia o bien tomando cierta distancia de ella. Destacan las que tratan sobre la Guerra Civil o la posguerra («Los girasoles ciegos» de Alberto Méndez). Puede llegarse a una visión irónica o desmitificadora como «Las máscaras del héroe» de Juan Manuel de Prada. Otros títulos destacados serían «La sombra del águila» y «El capitán Alatriste» de Pérez Reverte.
Eduardo Mendoza mezcla un estilo sencillo y directo con el uso de cultismo y arcaísmos lingüísticos, generalmente ambientado en su Barcelona natal, combinando la descripción de la ciudad en épocas anteriores a la Guerra Civil y en la actualidad. La obra que inaugura su obra es «La verdad sobre el caso Savolta».
Arturo Pérez Reverte es un escritor y periodista español, con un carácter argumental histórico, ambientando sus novelas en hechos reales con personajes ficticios. La crudeza verbal y el lenguaje épico plagan su obra, mostrando gran interés por temas nacionales: sucesos trágicos y oscuros de la historia de España. Aprovecha su crudeza verbal para dar un cierto tono de denuncia.
Julio Llamazares divide su obra en literatura de viajes (donde habla sobre viajes que él mismo ha realizado), ensayo y artículo periodístico. Se caracteriza por el uso de un lenguaje preciso y el cuidado en las descripciones. Destacan obras como «Los viajeros de Madrid«.
COMENTARIO ARGUMENTATIVO «VEINTE POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA»
Pablo Neruda vive un periodo de reivindicaciones sociales (las llamadas revueltas indigenistas), pero que son frenadas por las dictaduras oligárquicas de la época en América Latina. Además, vivió el periodo de prosperidad económica (los felices años veinte) como suministradores de materias primas hasta el crack del 29. Ésta prosperidad se tradujo en un incremento de inmigrantes europeos, sobre todo de españoles e italianos. Por otro lado, se empapa de la esencia revolucionaria de la revolución mejicana (1910), sobre todo, y de la revolución rusa (1917). Por último, hasta este momento América Latina bebía de la cultura que le traía España, pero iniciará su emancipación interesándose por la cultura francesa.
En la poesía nerudiana «Veinte poemas de amor y una canción desesperada»(publicada en 1924), podemos distinguir tres movimientos literarios: el posromanticismo, el posmodernismo o mundonovismo y las vanguardias.
En cuanto a posromanticismo podemos ver en sus versos el amor pasional hacia la amada, o el dolor por el amor perdido o irrealizable, como se puede ver en el primer poema («Pero cae la hora de venganza, y te amo»). Además, se aprecia esa imagen huidiza de la amada («En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla», en el tercer poema) y una preponderancia de momentos nocturnos y crepusculares (como se aprecia en el décimo poema).
En lo referente al posmodernismo o mundonovismo, es característico en la obra la sencillez expresiva (como vemos en el poema veinte) utilizando los versos alejandrinos y la rima asonante en los versos pares (como en el primer poema). Además, divide los poemas en estrofas de cuatro versos y los dota de gran musicalidad (como en el decimonoveno poema).
También es digno señalar la gran cantidad de recursos estilísticos que Neruda usa en esta obra, tales como la epífora (que podemos ver en el poema sexto, terminando varios versos con alma y calma), la metáfora ( como en el poema octavo: «en mi tierra desierta, eres la última rosa»), la bimembración (como en el poema veinte: «pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido»), el paralelismo (como se ve en el poema dieciocho), el uso de estribillos (como en el octavo poema: «Ah, silenciosa!») y muchos otros recursos de repetición, que contribuyen a crear ritmo y musicalidad, propios del Postmodernismo.
Por último, señalaremos su influencia vanguardista, con versos de léxico futurista («energía subceleste», en el noveno poema) y con imágenes oníricas o surrealistas («el cielo es una red cuajada de peces sombríos», en el poema catorce). Además, para los poemas con influencia vanguardista, utiliza el verso libre e irregular (como en los poemas décimo y undécimo).
Como vemos, Pablo Neruda sabe imprimir con total maestría todos los aspectos literarios que eran tendencia en la época, convirtiendo a la obra «Veinte poemas de amor y una canción desesperada» en un referente de la literatura en español.