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Bernini dominó todas las disciplinas artísticas, pero destacó en la escultura. Sus conocimientos como escultor los adquiere con su padre, que se traslada con la familia a Roma. Desde entonces copia las antigüedades greco-latinas del Vaticano admira el arte de Miguel Ángel. Su producción se divide en cuatro etapas del autor. – Etapa Juvenil: encargos mitológicos y bíblicos. Son obras influidas por la línea serpentinata del manierismo. Da rienda suelta al virtuosismo técnico en el tratamiento de la textura de la piel y el estado psicológico de los héroes. – Alto Barroco: da mucha importancia al ropaje para apoyar al impacto emocional. Las telas revolotean y se agolpan en grandes masas, de efecto clarooscurista que permiten policromar la imagen con la luz. Obra: San Longinos. – Periodo Medio: es el más creativo de su carrera. Son los años del pontificado de Inocencio X. Unificó todas las artes, logrando el supremo espectáculo de la teatralidad barroca con el Éxtasis de Santa Teresa. Resolvió el problema del pecho cortado en los retratos de busto mediante la colocación de ropajes flotantes que envuelven los hombros. – Estilo Tardío: Busca el expresivísimo y la espiritualidad típicas de la etapa final de los grandes maestros italianos. Las figuras se alargan y los ropajes se retuercen y agitan.
Filippo Brunelleschi comenzó siendo escultor. El conocimiento de estos oficios le lleva, en 1401, a participar en el concurso para fundir las segundas puertas del Baptisterio de Florencia, que el jurado adjudico a Ghiberti. Decepcionado, marcho a Roma con el propósito de estudiar de cerca la estatuaria clásica. Pero las ruinas de la Ciudad Eterna cambian su vocación hacia la arquitectura. En 1418 vuelve a participar con Ghibertí en otro celebre certamen florentino: la construcción de la cúpula de la Catedral. El veredicto de los jueces es ahora diferente y se alza vencedor. La solución que le da el triunfo consiste en cubrir el tambor octogonal con dos cúpulas superpuestas, encofrando una dentro de otra y dejando una cámara de aire entre ambas estructuras. De este modo, el peso de los materiales disminuía y su altura podía crecer hasta 56 metros. Las obras se iniciaron en 1420 y tras dieciséis años de trabajos interrumpidos, el pontífice Eugenio IV la consagraba en 1436. Su admirable tecnología hizo que Alberti la comparase con un paraguas abierto sobre el corazón de Florencia, “capaz de cubrir con su sombra a todo el pueblo toscano”. Su fascinante compenetración con el caserío circundarte le pareció a Vasari “una nueva colina nacida en medio de las casas”. La audacia de Brunelleschi brilla también en los edificios de nueva planta que traza. El arquitecto pertenece a una generación que comparte la idea de que no hay otro camino para la creación artística que el que marcaron los maestros de la Antigüedad, aunque también es consciente de que los sistemas de construcción clásicos pueden superarse. Por ello, trata de conjugar en sus proyectos los elementos y las proporciones de la tradición romana con la perspectiva renacentista, que él mismo invento. Entre los elementos clásicos se decanta por las columnas de fuste liso cuando construye pórticos y basílicas, y por las pilastras estriadas cuando edifica capillas de planta central; ambos casos utiliza capiteles corintios de ocho volutas, tramos de entablamento y arcadas de medio punto. La proporción vendrá marcada por la distancia de separación entre soportes; esta medida arroja un modulo, con el que se relacionan matemáticamente todas las partes del edifico. Finalmente, como creador de la perspectiva, armoniza visualmente las masas en el espacio, graduándolas según las leyes ópticas. En 1429 diseñaba la Capilla Pazzi para uso funerario de esta familia de banqueros florentinos, situada en el claustro del convento franciscano de Santa Croce. El pórtico exterior sobre columnas y la cúpula interior volteada sobre pechinas resumen las experiencias alcanzadas por Brunelleschi, que se impondrían como ideal de belleza en la época.
León Battista Alberti es un teórico que representa el saber universal del genio renacentista. Sobresalió en todas las artes, desde el atletismo a la música: ideo artilugios mecánicos y dedico tratados a la escultura, a la pintura y a la arquitectura. Sobre esta última disciplina escribió en diez libros De re aedificatoria, en cuyas páginas defiende por vez primera el trabajo intelectual. Su misión será la de concebir el edifico, confiando su ejecución material a los maestros de obras y albañiles. En 1446, el comerciante Giovanni Rucellai le encarga un palacio en la vía de la Viña, de Florencia, que se convertirá en prototipo de la mansión ciudadana del Renacimiento. Alberti estima que las casas privadas de los públicos, pero sin ser ostentosas. Deben llamar la atención por la comodidad y no por la apariencia. Inspirándose en el Coliseo romano, fragmenta la fachada en tres pisos de órdenes superpuestos, cobijados por una amplia cornisa en saledizo. El segundo objetivo de Alberti es el templo. Sus primeros trabajos consisten en remodelar edificios medievales, enmascarándolos con portadas renacentistas. A la basílica gótica de Santa María Novella, le añadió una fachada de sentido musical, asumiendo como modulo compositivo el cuadrado. El convento de San francisco, de Rímini, lo tapizo con un arco de Triunfo romano. El tirano Segismundo Malatesta quería reunir en este edificio las cenizas de sus antepasados, las suyas, las de su amante Isotta y las de los artistas y poetas que honraban su corte. Alberti estucho con mármoles el convento franciscano, convirtiéndolo en un templo de la gloria. La construcción religiosa más importante de Alberti fue San Andrés. La voluntad patente en su fachada, concebida nuevamente como un arco de triunfo y apeada sobre un podio, al igual que los templos romanos. En cuanto a la planta, es de nave única con capillas entre contrafuertes.